Debería haber paz en su tumba, pero sus mismos seguidores se han encargado de que el comandante Presidente no pueda descansar en la paz que se merece. Apenas dos o tres horas antes de la noticia oficial, el sucesor designado, Nicolás Maduro, desplegaba en televisión un espectáculo de poder totalmente inusitado, que parecía más bien un montaje, al mejor estilo soviético, en vista del anuncio oficial que vendría un rato después. En lugar de preparar emocionalmente al pueblo haciendo memoria de las grandezas del líder, Maduro lanza en el último momento lo que faltaba a la obra de teatro: Chávez no murió  de muerte natural porque el cáncer le fue inoculado por los enemigos de la patria, léase el imperialismo norteamericano.

A pesar de las bien ganadas críticas al secretismo injustificado sobre la salud del Comandante, una vez muerto sería fácil olvidar todo eso e invocar el dolor y el llanto por la pérdida sufrida. Pero Maduro saca su dedo acusador y releva a Dios – a quien paradójicamente a cada instante le pedían su curación- de a responsabilidad de tener que ver con la muerte de Chávez.  El mensaje de Maduro no fue una afirmación emocional sino, como dijo, respaldada en una investigación en marcha para saber quiénes, según él, cumpliendo designios criminales con motivos políticos, se encargaron de que Chávez se enfermara y muriera. Las explicaciones naturales no eran suficientes y había que inmortalizar al Comandante Jefe de otra manera. De modo que el chavismo tiene ahora su primer mártir y santo, Hugo Chávez. De ahí a la veneración en los altares del socialismo bolivariano hay sólo un paso y veremos su desarrollo en los próximos días.

El homenaje que se merecía Chávez, se fuese o no seguidor suyo, con días de luto de alto contenido patriótico y de canto al héroe, con expresiones de un dolor sereno y profundo, como ha ocurrido en tantas naciones ante un hecho como ese, en Venezuela fue trastocado  por un escenario grotesco  que lo que busca en realidad es una glorificación de una figura acudiendo a extrapolaciones auténticamente demenciales. Es un verdadero vómito bolivariano de última hora.

En el mismo acto de televisión previo al anuncio de la muerte, Maduro declaraba que el redentor de los venezolanos era Hugo Chávez, referencia hiperbólica explicable en momentos de conmoción ante la tremenda noticia. Lo curioso es que a renglón seguido (en parangón político religioso con la figura de Cristo) declaraba que Chávez había muerto como  fruto de una conspiración contra su vida, es decir como si hubiera dado su vida en una cruz por los venezolanos. Esto tiene ya unas dimensiones insospechadas de culto seudo religioso y de sublimación de  una figura humana que se merece otros homenajes pero no éste de de convertirlo en objeto de veneración sobrenatural.

Lo que sigue al chavismo sin Chávez es más agresivo todavía. Bastaba oir las declaraciones del comandante de la “defensa del poder popular”, de la compañera Jefa  del poder judicial y de la compañera Fiscal general, para confirmar que se trata de un solo poder verdadero, el chavismo. Y los que reemplazan a Chávez se convierten en su voz de cara a al pueblo. De ahora en adelante todo estará mediatizado por el culto con una polarización : o con Chávez o contra Chávez. Pero uno se pregunta si no se tratará de una nueva “dictadura democrática” al estilo de Cuba, sólo que allá se palpa la decadencia de Castro, mientras aquí apenas empieza la glorificación del primer mártir del chavismo, Hugo Chávez.

Fuente: El Tiempo (Colombia)