En el debate cotidiano ocurre muchas veces que no gana la discusión quien ofrece los mejores argumentos, sino quien sabe apelar mejor a los instintos más básicos. Así pasan a ser parte del sentido común errores conceptuales, algo que a lo largo de la historia del Uruguay es bastante recurrente. Esto se da con particular intensidad en temas económicos, al menos por dos causas; el predominio de una cultura anticapitalista dónde las frases hechas y los facilismos derrotan a cualquier análisis serio, y las graves carencias en la enseñanza de la propia ciencia económica.

Contra lo primero es difícil luchar y lleva mucho tiempo. Mientras las nuevas generaciones sigan reverenciando a Barrán y Nahum estamos fritos. Contra lo segundo se puede hacer algo más fácilmente, introduciendo la enseñanza de la economía desde la escuela y el liceo, aunque confieso que me genera cierto temor el contenido de los programas dictados por las actuales autoridades.

¿En qué tema de actualidad vemos estos problemas? Verbigracia, en la aceptación acrítica de la versión oficial sobre la marcha de la economía y el país. Nos comemos versos como que la actual rendición de cuentas es austera porque aumenta el gasto algo menos que las anteriores, pero si la miramos de cerca vemos que es la que tiene una brecha mayor entre ingresos y gastos desde que gobierna el Frente. Por tanto, vamos a tener mayor déficit fiscal y mayor endeudamiento. No hay otra. Aquello que criticamos tantas veces de la falta de una regla fiscal para moderar los ciclos económicos, hoy rompe los ojos ante una economía en desaceleración que nos encuentra con una situación fiscal irresponsablemente frágil.

Otro cliché típico que otrora era enunciado como la cura para todos los males del país, el tan mentado 4,5% del PIB para la educación, terminó en un derrape fenomenal. Peor aún, el gobierno tiene que explicar la brutal paradoja de que gastando más los resultados son peores, y cada vez más negativos en los contextos más críticos. Tenemos una sociedad que se fragmenta a la velocidad de la luz mientas el gobierno muestra como un logro que se duplicó el presupuesto en educación. Pero debemos preguntarnos ¿Es un logro duplicar el presupuesto en educación y que los resultados sean desastrosos? ¿O en realidad demuestra un fracaso estrepitoso que duele y condena la suerte de miles de niños y adolescentes?

Y lo mismo aplica para otros temas, como seguridad y salud. Entonces seamos claros, lo que el gobierno muestra como un logro –el aumento colosal del gasto público– es la cara más visible de su fracaso: tras la bonanza más grande en setenta años el país está peor en todo lo que realmente importa.

No sólo no se aprovechó el crecimiento excepcional para realizar las transformaciones que nos podrían haber puesto en camino al primer mundo (mejora en educación, infraestructura, tecnología, etc.) sino que además tenemos una sociedad partida al medio, cada vez más dividida y desahuciada.

La mirada debe ir más allá de nuestra suerte personal durante la bonanza, porque la que está en juego es la del propio país. Si nos preocupa el prójimo y la convivencia colectiva, lo que ha pasado en los últimos años debería indignarnos, y movernos a hacer algo. Por lo menos, a no tropezar tres veces con la misma piedra.

Fuente: El País (Uruguay)