El país se ha convertido en un gran conventillo y presenta un escenario de irrefrenables prácticas abusivas por parte de variados sindicatos, que el gobierno no puede dominar, y ofrece como componente de este caótica realidad una lucha política desprejuiciada entre partidos, movimientos y corrientes de la izquierda, líderes sindicales, aspirantes a esa categoría, ministros y funcionarios de distinta jerarquía, que han tomado el espacio del poder público para satisfacer sus apetitos sectoriales y hasta personales.
Esta lamentable situación, se constata en los innumerables conflictos de los que son víctimas los ciudadanos, el pueblo, la gente a quien se le bombardea día a día con una propaganda oficial dirigida a edulcorar la agria situación. Los bancos, la basura, los controladores, los que esperan su turno para ser operados, todas estas situaciones son escenas de la misma obra, y se constituyen en pesadillas insoportables para una ciudadanía que asiste absorta a la realidad con la que tiene que convivir. Este escenario también ofrece un lugar para un gobierno que reacciona buscando justificaciones para su indolente actitud, y que calcula con torpeza el momento de poner cara de malo, ejercitar medidas y solicitar poderes que la izquierda durante décadas satanizó al extremo. Servicios esenciales, emergencias sanitarias y “ainda mais” forman parte de la saga de acciones que adornan la fachada de un gobierno a quien la gene le pide que gobierne en serio y deje de lado la perpetua asignación de responsabilidades a los demás.
La izquierda es plenamente responsable del estado de caos en el que está el país. Sus corrientes internas practican consuetudinariamente las estrategias diseñadas hace décadas y puestas en práctica durante muchos años, hoy difíciles de desmontar porque ya está en la genética de su dirigencia esta forma de actuar. El reclamo iracundo de beneficios corporativos, las medidas extremas –aún cuando supongan sufrimiento a la población-, entre otras prácticas, forman parte de la mecánica interna de la disputa por el poder en la izquierda. Todas las situaciones de conflicto que se presentan resultan de la incapacidad para prevenirlos y la falta de lucidez para conducirlos a la solución, y es lógico. Seis años de gobierno son suficiente tiempo para no exculpar a la izquierda de su responsabilidad; si el reclamo es por derechos o por salario o por lo que sea tanto a nivel municipal donde llevan veinte años, como nacional donde ya superaron el quinquenio, y en el marco de una situación de bonanza económica internacional, no pueden hablar más de la “herencia maldita”. En realidad ella es la práctica de una lógica confrontativa que durante muchos años ejercitaron y de la que hoy les es imposible desligarse.
El caos de la salud y la crisis de la respuesta quirúrgica, resulta de cinco años de pésima administración del sector publico en salud, no es nacido de generación espontanea. No han arreglado el problema, por el contrario lo han profundizado en grado sumo. El chantaje en el sistema financiero de los sindicatos públicos es un lio político entre corrientes gremiales que someten a pequeños empresarios de todo el país. La pérdida de referencia en el cumplimiento de las tareas como servidores pagos por la gente del Gobierno de Montevideo, resulta de la dispendiosa e irresponsable promesa de Arana y de una política de relaciones laborales fracasada de la administración desde Vázquez hasta el presente.
En realidad el país parece el banco de prueba de aprendizaje de una fuerza política inmadura que no ha resuelto sus conflictos internos y no lo hará si no es a costa del todos los demás ciudadanos. Se ha montado un lamentable espectáculo en el que el chancho se encarga de practicar cualquier tipo de desaguisados y el que le rasca el lomo no asume su responsabilidad. La izquierda rascando ha sido y es el responsable de los problemas y ensaya las soluciones sometiendo a todo el país a perder el tiempo y las oportunidades.
Fuente: Patria Digital (Uruguay)
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Una ajustada y bien lograda radiografía del actual gobierno de José Mujica y de las contradicciones internas del Frente Amplio.