Una amiga fue víctima de un asalto hace pocos días en La Victoria. Como tantos otros peruanos, a ella le tocó ese día el bolo “premiado” de esa ruleta rusa en que se ha convertido hoy salir a las calles de cualquier ciudad del Perú. Lo escalofriante del caso es que los delincuentes se tomaron su tiempo, primero para romperle las lunas del auto, seguidamente para forcejear con ella, después para quitarle la llave y a continuación para abrirle la maletera. Luego de revisarla y comprobar que no tenía nada, tuvieron la “gentileza” de devolverle las llaves. Actuaron con “autoridad”, tranquilos, impunes.

Ella me dice: “Hubo muchos espectadores que solo pasaban mirando, pero ningún héroe. Nadie quiere ser héroe en un país donde se protege a los delincuentes y la seguridad es nula.” Para que escuchen el Presidente, a los alcaldes, presidentes regionales, jueces, fiscales y a todos los congresistas peruanos, que parecen vivir en un universo paralelo.

Si algo realmente aterra no es la delincuencia, sino la falta de capacidad del Estado para defendernos. Tenemos fresco el recuerdo de ese policía al que apedrearon en La Parada y que declaró que no se animó a defenderse con su arma por temor a las represalias judiciales. También el caso del señor que es acusado por el Poder Judicial por dar muerte a delincuentes que lo atacaron con su novia porque supuestamente debió esperar a que le disparen o violen a la señorita para después actuar.

Otro amigo me comenta que este año se ha formado la APPLAF (Asociación Peruana de Propietarios Legales de Armas de Fuego) donde ciudadanos organizados construyen una plataforma de reivindicación de la defensa civil. Si el Estado no puede asumir su responsabilidad, si sigue siendo manejado por blandengues que creen vivir en el país de Mary Poppins, hablará la sociedad.

Muchos nunca han manejado armas de fuego, pero ya puede ser hasta irresponsable no hacerlo. Tenemos que defender nuestros derechos humanos y los de la gente que nos toca proteger. Porque no lo hace el Estado peruano ni lo van a hacer las organizaciones que solo defienden los DDHH de otra clase de “ciudadanos” a los que no pertenecemos la inmensa mayoría de peruanos de toda condición social.

Recuperar valores pasa por volver a poner al héroe y al delincuente, incluyendo al terrorista, en su justo lugar. Pero antes que héroes, precisamos un Estado que no nos haga necesitarlos.

Fuente: Diario Correo (Perú)