“No voy a postular en 2016” no es mi propia declaración. Son siete palabras que tendrían el valor de un tratado si salen de boca de Nadine Heredia. Categóricas y contundentes, para matar especulaciones sobre su presunta intención de postular a la Presidencia del Perú en el próximo periodo electoral.

La señora Heredia no las pronuncia. Ni siquiera las “tuitea”. Pero mejor es decirlas, porque quienes fungen de líderes de opinión no deberían hacer debate en las redes sociales.

No se trata de ser perro del hortelano con ella. No es no comer ni dejar comer. Es simplemente hacer cumplir la Constitución. Una Constitución no se agota en la literalidad de lo escrito en ella, sino que abarca el espíritu de la ley, lo que está detrás de las palabras. Por eso existe un Tribunal Constitucional, para interpretar eso que está en el espíritu del legislador.

El argumento de que es constitucional la postulación de la esposa de un presidente, en el periodo inmediatamente posterior a su mandato, violenta la tradición no reeleccionista de las constituciones peruanas. Por eso, fue esa la primera gran modificación a la Constitución de 1993 que se le aplicó ni bien caía el régimen fujimorista. Y fue una correcta modificación.

Quienes plantean que como la Constitución no prohíbe expresamente –es decir, en la letra– la postulación del cónyuge de un presidente en ejercicio para el periodo inmediato venidero es argumento suficiente para habilitarla, se equivocan. Pongamos un ejemplo burdo. ¿En qué párrafo de la Constitución dice que se tiene que usar vestimenta para salir a la calle? En ninguno. Pero claramente, si alguien decidiera exhibirse desnudo en la Plaza de Armas de Lima, sería arrestado, o cuando menos, detenido o conminado a vestirse. Es decir, no todo lo no permitido tiene que estar expresamente detallado en la Carta Magna.

¿Por qué va resultando imprescindible que la propia señora Heredia pronuncie estas siete palabras? Porque ya no solo es un tema de interpretación jurídica, sino ya ha pasado a convertirse en un problema de estabilidad económica. La desconfianza que genera en el empresariado actual y potencial, que tenga interés en invertir en el Perú, proviene en gran medida ya de la falta de definición del Gobierno sobre este tema.

Ya los que “se friegan” no son los curiosos periodistas, como entiende el Presidente. Los que “nos fregamos” somos todos si esa incertidumbre ya golpea a la tasa de crecimiento económico, porque simplemente los grandes capitales se rehúsan a venir ante la sombra de un totalitarismo encubierto o empaquetado en formato “democrático”. Que eso, y no otra cosa, sería el proyecto de reelección conyugal.

Y eso se refleja, tarde o temprano, en el pulso de la opinión pública. Si no, ¿cómo se explica que la popularidad de la señora Heredia haya decaído tan aceleradamente? Esconderla no es la salida. Al contrario, debe salir, pero a pronunciar estas siete palabras, lo que sería, en esta hora, su mejor contribución al país.

Fuente: Correo (Perú)