El presidente Humala no puede con su genio. O con su boca. Persiste en la insana manía de convertir, cual antípoda de Midas, el oro en basura. Así, Humala borra su toque de campana en la bolsa de Nueva York con su relanzamiento soterrado de Nadine Heredia a la Presidencia. Ahora, borra el diálogo que se había abierto entre el Gobierno y los partidos de oposición así como su participación en APEC, con la perlita de despotricar contra Alan García. Y se equivoca. Porque, como se les dice a los niños, si le jalas la cola al león, en algún momento te morderá.

¿Gana algo relevante Humala al descalificar a García? Solo en un escenario: si pretende todavía llevar por delante su proyecto de reelección conyugal. De otra forma, no gana absolutamente nada. Él no podría postularse inmediatamente, ni su más cercano socio, Alejandro Toledo, que le podría significar una reentrada al poder, tiene la más ligera posibilidad. Tampoco está guardando sitio para alguien de su partido, simplemente porque sus mejores “cuadros políticos” son Abugattás, Otárola e Isla, todos ellos sin la más remota probabilidad de ser presidenciables de aquí a 2016. Incluso si García se postulara y ganara, su gobierno no iría a contracorriente de lo fundamental que ha mantenido Humala. Y por si esto fuera poco, el propio Alan está hoy tercero en las encuestas, a varios puntos porcentuales de la candidata que encabeza las encuestas y con una minibancada congresal, que encima, anda con la mitad de la capacidad instalada realmente encendida.

Como telón de fondo, el Gobierno le montó el circo de la megacomisión de investigación, que en la práctica, no ha investigado para esclarecer manejos de gobierno, sino para encontrar “recutecus” legalistas para inculpar, de lo que sea, a Alan García. En cristiano, eso significa que se convirtió en la “megacomisión de la persecución”. Hasta tal punto ha llegado la vehemencia de esta megacomisión, que hasta han hecho olvidar a Olivera y su maletín, cuando en los 80 decidió que su carrera política la haría colgado de los dientes del cuello de García. Quizás los actuales miembros de esa megacomisión buscan hacerse famosos “a la Popy”, pero en su apresuramiento han llegado al ridículo de no respetar el debido proceso y ya les enmendó la plana, como a chiquitos que rompen un vidrio con una pelota, los señorones del Poder Judicial. Ni Popy llegó a tamaña payasada.

Pero nada de esto es claro para Humala, que ganaría más si habla menos de García. Cada vez que lo hace, Alan García se frota las manos, se relame los labios, esboza una sonrisa, hace conejos con los dedos y se dispone a escribir un tuit o a declarar a algún medio. Y entonces, tenemos como resultado que Alan sale todos los días en los medios, aunque sea para comentarle su tuit o su llamada telefónica, o quizás su conferencia académica en el instituto que dirige, o la conferencia de prensa que arma para lanzar un plan de gobierno alternativo, o para presentarle tecnócratas que le ayuden en el trabajo de gobernar a Humala.

En otras palabras, gracias al Presidente y sus legión de sobones, necesitados, blindados y protegidos de “ángeles de la guarda” presidencial, García viene haciendo campaña hace más de un año gratis, sin gastar un sol y utilizando los medios de comunicación públicos y privados “sin medida ni clemencia”. Y todo por jalarle la cola al león.

Fuente: Diario Correo (Perú)