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Latin America

Opinión: Una América Latina sin bancas centrales – por Antonella S. Marty

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BCRA13ZQuizás haya llegado la hora de reexaminar los supuestos beneficios de la existencia de las bancas centrales a lo largo del globo.

A lo largo de los últimos años, las críticas sobre el accionar de estos órganos se han multiplicado: como es de conocimiento, las bancas centrales inflan la masa monetaria y actúan de manera fuertemente irresponsable. Estas entidades –se contabilizan hoy más de 170 en el globo- aplican medidas incorrectas, en virtud de que su esencia es incorrecta de base: expandir el circulante o masa monetaria suele ser la medida que conduce al empeoramiento sostenido de toda situación macroeconómica.

El objetivo es lograr pensar “fuera de la caja”, y comprender que no es necesaria una banca central, como tampoco es necesario el aislacionismo nacionalista para lograr una cuota de crecimiento económico. La región latinoamericana viene implementando las mismas políticas desde hace décadas, con sus resultados a la vista. Lejos está de ser el camino correcto para alcanzar un verdadero desarrollo.

Resulta curioso preguntarnos cómo sería América Latina si lograra despojarse de estas entidades, en tanto confiesan un fin único de consentir gustos e intereses de los políticos populistas.

No quedará espacio para la duda: sin bancos centrales, la región lograría acercar economías a la solidez y la estabilidad. Por otro lado, las administraciones populistas carecerían del dinero necesario para financiar y luego llevar a cabo sus proyectos de corte demagógico, como tampoco dispondrían de una caja para la compra de votos y el fomento del clientelismo político. La responsabilidad, la confianza y la transparencia pasarían a ser, en tal caso, el motor de una economía capaz de eliminar la corrupción de cuajo, y que podría ahorrarse, a la vez, el pago de salarios de una importante cifra de burócratas que se desempeñan en estas bancas centrales. Teniéndose en cuenta que el populismo latinoamericano no permitirá jamás la referencia a “bancas centrales independientes”. La dirigencia política no vería otro sendero que recortar sus gastos, dado que ya no contarían con la posibilidad de emitir moneda para autofinanciarse. Por sí sola, esta situación llevaría a una alta estabilidad de los precios finales al consumidor y, por ende, a cuotas más elevadas de inversión privada a lo largo y ancho de la región. Los bancos centrales conducen numerosas operaciones innecesarias; son útiles para “robar”, aunque pocas personas se encuentren en posibilidad de percibirlo de esta manera.

Hoy día, es posible pensar a Latinoamérica sin las cadenas de la banca central. A pesar de que, desde hace ya varias décadas, se generara artificialmente una imagen que intenta asignar caracteres positivos a la idea del “Estado de gran tamaño”, del subsidio, los bancos gubernamentales y el canonizado proteccionismo que nos protege de “los males que los países desarrollados buscan causarnos al invadirnos con sus bienes y servicios”.

Asimismo cabe cuestionarnos por qué nuestra región tiene liderazgo histórico en lo que respecta a inflación. La respuesta es clara y se encuentra en las bancas centrales que abundan y nos rodean.

El punto clave aquí es que la emisión monetaria llevada a cabo por estas entidades genera lo que denominamos inflación, así los precios suben y el peso de la inflación recae con mayor fuerza sobre los ciudadanos de estratos sociales bajos, que cuentan con menos recursos para el sustento. Los gobiernos utilizan la emisión monetaria como herramienta principal para financiar sus gastos, y al momento en que una banca central imprime billetes, el dinero que los ciudadanos tienen consigo pierde cada vez más su valor, y cae el poder adquisitivo real. De este modo, la emisión incontrolada de billetes, destinada al financiamiento de déficits generados por el populismo, lleva a que los ciudadanos se vean obligados a pagar el “impuesto inflacionario”.

La República Argentina y la República Bolivariana de Venezuela figuran entre los países con los procesos inflacionarios con mayor crecimiento en el mundo. Mientras la economía venezolana se muestra completamente deteriorada, y su inflación bordea el 50% anual, su similar argentina parece seguir idéntico libreto, con un crecimiento anual de los precios lindante con el 30%.

Tradicionalmente, la tendencia latinoamericana nutrida por el populismo se ha ocupado de responsabilizar al “capitalismo” por esas insoportables tasas de inflación. Pero la percepción ciudadana tendrá que cambiar: las sociedades en América Latina que aún deben tolerar este tipo de gobiernos comenzarán a comprender que el desastre no es provocado por las ideas del empresariado, sino por quienes están a cargo del Estado. Aquí da inicio el problema de la emisión del dinero por parte del gobierno. Latinoamérica, al lograr hacerse eco de este diagnóstico, comenzará a transitar el camino correcto.

El economista austríaco Friedrich Hayek explicó oportunamente que “la inflación es siempre el resultado de la debilidad o de la ignorancia de aquellos que tienen a su cargo la política monetaria”. En igual sentido, este riesgoso apego hacia el nacionalismo monetario comporta la posibilidad de conducirnos rápidamente hacia la multiplicación de las crisis y el caos; tal como puede comprobarse no solo en la región latinoamericana, sino también en otras partes del mundo. Finalmente, hemos de consolidar la percepción sobre por qué una “banca central independiente” no es garantía suficiente de una reducción de la inflación, y allí comprenderemos la necesidad de la “desnacionalización del dinero”.

Fuente: HACER

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