Actualmente hay dos grupos de países en América Latina, a los que denomino “pasado y futuro” desde el punto de vista comercial-económico. Por un lado está el Mercosur, conformado por Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, y hace poco Venezuela, estancados hace años en eternas negociaciones de integración comercial; con gobiernos que, más–menos, quieren seguir en intentos fallidos de intervención estatal en la economía; siendo el ejemplo más dramático la dictadura venezolana, donde hay hasta escasez de papel de baño, inflación de más del 25% y es el país más violento de América Latina, según estadísticas. Parte de los países del Mercosur están, en mayor o menor medida, involucrados en el ALBA y su ideología socialista, cuyo brazo para “comprar” aliados más conocido es Petrocaribe.

Por el otro lado está la iniciativa de la Alianza del Pacífico, donde México, Colombia, Chile y Perú buscan avanzar rápidamente en una eliminación a las barreras al comercio —esperan hacerlo en un 90 % de sus productos este año, según notas de prensa—. Estas economías son las de mayor crecimiento económico en la región, a pesar de sus propias inestabilidades internas y la ola de inseguridad que asola a toda América Latina. Estos bloques —Mercosur y la Alianza del Pacífico— representan el “pasado” y el “futuro” respectivmante.

Por un lado el Mercosur, que por décadas ha estado negociando sin fin una integración económica, buscando mantener sus economías cerradas. Por el otro la Alianza del Pacífico, buscando integrar aceleradamente sus economías —35% del PIB de América Latina—, en parte, para estar listos ante las futuras negociaciones del Acuerdo económico geopolítico EEUU con la UE. De acuerdo con noticias de prensa, la Alianza del Pacífico busca “un nuevo modelo de integración regional, interesado en el fortalecimiento de las instituciones democráticas y orientado hacia la libre circulación de bienes, capitales, servicios y personas, y hacia los mercados de Asia”. Entre este “pasado” o “futuro”, el gobierno de Guatemala debe elegir.

Por un lado, el pasado —países cerrados en sí mismos, buscando crear, mantener o ampliar empresas estatales, con países dudosamente democráticos – ie. Venezuela donde no ha habido recuento de votos de las pasadas elecciones y golpean abiertamente a diputados de la oposición en el Congreso—, o el “futuro” —países abiertos al comercio, a fortalecer instituciones democráticas y con la intención de fomentar la libre circulación de capitales, servicios y personas.

No se debe de ser ciego para dejar de entender que detrás de estas alianzas comerciales hay alianzas geopolíticas. Si Guatemala se va por el camino del Alba-Petrocaribe, es elegir el pasado, endeudándonos y atrasándonos aún más. ¿O elegiremos el futuro? Es hora de que el Gobierno de Guatemala comience a definir claramente en qué grupo de países en América Latina quiere estar y a ser congruente en su actuar en relaciones exteriores. Vergüenza que pierdan el tiempo con Petrocaribe y no prioricen atender a los migrantes en EEUU.

Fuente: Prensa Libre (Guatemala)