Me decía un amigo que se consideraba a sí mismo liberal que a él le gustaría una sociedad donde hubiera libertad, que no se metieran con él y muchos menos pagar más impuestos, pues ya pagaba demasiado, pero a la vez el quería que el Gobierno controlara más y tuviera una mayor injerencia en la sociedad como ocurre en varios países de Europa, donde hay una seguridad social estatal enorme, seguros estatales de paro y mucha regulación y control estatal.

Le dije que todo sonaba muy bonito, pero si no quería que se metieran con él y pagar más impuestos, entonces cómo es que el esperaba que el Gobierno pudiera hacer tantas cosas. Le comenté que él no era liberal sino socialista, pues estaba pidiendo que el Gobierno hiciera tantas cosas que minaban su propia libertad y la de los demás. Él estaba confundido al igual que considero que muchas personas bienintencionadas lo están, pues trabajan duro, pagan bastantes impuestos, pero a la vez quieren que el gobierno haga tantas cosas que no se dan cuenta de que al final están perdiendo su libertad a cambio de toda esa seguridad que esperan recibir del Gobierno.

No conforme con lo que le afirmé y ya un poco molesto, me preguntó qué era el liberalismo y por qué decía que él era socialista. Simple y sencillamente le respondí que liberalismo es la línea de pensamiento que antepone la libertad del ser humano como un valor superior a otros valores, libertad que siempre va acompañada de responsabilidad y el respeto a los derechos individuales a la vida y la propiedad como parte fundamental del ser humano. Las decisiones son descentralizadas.

El liberalismo compatible con la economía de libre mercado, que es el sistema de división del trabajo basado en la propiedad privada de los medios de producción. El Gobierno debe estar al servicio del ser humano y no al revés; es un gobierno mínimo basado en un estado de derecho en el que todos sean iguales ante la ley, un estado que debe dedicarse única y exclusivamente a garantizar esos derechos individuales del ser humano; es decir, la libertad, la vida y la propiedad.

Los menos afortunados en una sociedad liberal se benefician de la mayor creación de oportunidades y de la solidaridad y caridad privadas. La gente solidaria y caritativa es la que voluntariamente y por convicción propia, con sus propios recursos, decide apoyar a alguien que están en urgente necesidad. Es una sociedad que se basa más en la persuasión y que en la coerción.

Contrario al liberalismo está el socialismo y, peor, aún el comunismo. El socialismo no le da ese valor preeminente a la libertad ni a la vida ni a la propiedad sino a la igualdad y seguridad. Es un sistema centralizado donde la coerción domina a la persuasión.

El socialismo es, en términos económicos, el sistema de división de trabajo que no se basa en la propiedad privada de los medios de producción. Por ello, es un sistema que no puede economizar recursos, que no es eficiente. El despilfarro es su característica, pues para economizar recursos debe existir la propiedad privada y debe permitirse el libre intercambio de la misma, que es donde surgen los precios y el mercado. Sin esos precios verdaderos no puede haber economización de recursos.

Si queremos que el Gobierno tenga más injerencia en la sociedad en vez de que nosotros seamos los artífices de nuestras vidas, en libertad, con verdadera solidaridad y caridad, entonces, perderemos nuestra libertad en aras de más seguridad, pero tampoco funciona así la cosa pues como bien dijo Benjamín Franklin: “Aquellos que están dispuestos a sacrificar la libertad a cambio de seguridad, no merecen ninguna de las dos y están condenados a perder ambas”.

Fuente: Centro de Estudios Económico – Sociales (Guatemala)