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Latin America

Opinión: La Revolucion Ha Muerto. Viva La Revolución! – por Francisco Delich

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“La revolución es un sueño eterno” tituló Andrés Rivera un libro bello y conmovedor aproximándose a la vida de J. J .Castelli, alumno de la Universidad de Córdoba y del Deán Funes.

Es cierto la revolución es un sueño eterno desde los comienzos dela historia que conocemos, un sueño que encontró incontables soñadores y predicadores durante cuatro mil años y la voz de un profeta cuyo eco resuena en la tradición de occidente.

No, no me refiero a Marx profeta del socialismo a mediados del siglo XIX cuyo voz resuena aún con tonalidades distintas. El sueño de Marx era un sueño de la razón.

Me refiero al profeta que Isaías recogía la voz de Jehova y así se puede leer en al antiguo testamento, denunciando la miseria moral, las injusticias sociales, el dolor de unos y la rapacidad de otros para concluir recordando que la ira de Dios castigará sin piedad. “…hasta la total destrucción como necesario preludio a la total felicidad” ” (Barrington Moore Jr “Privacy” 1984:182)

El sueño es la eternidad del instante, de muerte súbita de un orden borrado de la faz de la tierra y el súbito nacimiento de otro orden reconciliado con los valores que Dios ordena, un orden justo. La imagen de la felicidad del nuevo orden Isaias lo transmite en una metáfora de reconversión “entonces morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se echará y el ternero y el leoncillo yacerán juntos y un muchachuelo podrá conducirlos” (ibídem) La perfecta convivencia del género humano posible porque no habrá malos (lobos) ni buenos (corderos)

Acaso el último sueño revolucionario lo vivió un profeta argentino asesinado en Bolivia el siglo pasado que recogió la voz y el tono de Isaias (también el de Marx) imaginando la destrucción del capitalismo en el planeta para que amanezca un hombre nuevo.

La revolución es un sueño eterno que despierta en el poder y allí comienza su agonía. El poder es una trituradora implacable de sueños. Lo comprendió Ernesto Guevara que lo abandonó sin pena apenas el sueño se rindió a la razón de estado.

Cuando Stalin ordenó asesinar casi todos sus camaradas de la revolución para lograr el poder absoluto que ejerció por treinta años, cuando ordenó asesinar a Trotzki no está enterrando a sus enemigos sino a la propia revolución. La Unión Soviética colapsó en 1989.

Me digo y escribo estas líneas pensando en nuestros propios sueños generacionales, pensando en América Latina que lleva dos siglos de sueños castigados y a propósito de la revolución bolivariana que movilizó diez años atrás los sueños de otra generación.

Si el asesinato de Trosky marcó el final de sueño bolchevique, si el asesinato de Guevara marcó el final de sueño cubano, el asesinato de estudiantes indignados marca también un punto de inflexión en la práctica política, en el discurso y en la trama del poder bolivariano.

Cuando comienza la represión criminal en cualquier lugar del mundo, en Siria, en Caracas o en Ucrania no cuentan los sueños sino el poder -el puro poder- capaz de pasar por encima del mayor de los derechos recuperados por la democracia, los derechos humanos.

La revolución es un sueño eterno y lo seguirá siendo. Pero tal vez la emancipación no esté al final sino al comienzo, no esté en el paraíso que necesita el apocalipsis previo sino en la tarea cotidiana de construcción de un sujeto de la democracia. Es el sueño de una revolución humana.

Fuente: Carta Política (Argentina)

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