Ha fallecido James Buchanan, Nobel de Economía 1986, el economista más cercano a Friedrich Hayek y Milton Friedman en el resurgimiento del liberalismo económico moderno. Sus espectaculares desarrollos sobre el análisis económico de la política -conocido como escuela de la “public choice” – son el gran testimonio de cuánto este gran científico social entendió la pétrea vinculación entre economía y política, algo que muchos economistas prefieren obviar.

El reconocimiento de tal nexo coloca a Buchanan en la selecta galería de economistas que comprendieron tal relación, desde Adam Smith hasta Hayek y Friedman. Y que hicieron de esa relación el corazón del entendimiento de la ciencia económica. No por gusto la economía nació como economía política.

La “public choice” puso el centro de atención en una idea central: el aparato estatal funciona como resultante de una suma de voluntades personales, y no a base de una presunta función objetivo altruista que busca el “interés general”. Esas voluntades interactúan en complejas relaciones de intercambio. Y esta forma de funcionar es lo que define las políticas públicas. “La política como intercambio”. Así de crudo.

Al plantear así el tema, desnuda la verdadera naturaleza de las decisiones de los agentes políticos, partiendo de la premisa de que el comportamiento de estos agentes es maximizador de sus propios intereses, lo que deviene ineludiblemente en extender al máximo los presupuestos fiscales y expandir el tamaño y poder estatal, después de lo cual quizás puedan buscar el “interés general”. Era “la política sin romance”, en el decir de Buchanan.

Como extensión de esta teoría, buscó analizar las condiciones racionales para desarrollar un marco institucional que establezca reglas para un juego limpio y para el límite del gobierno, con miras a una adecuada convivencia sostenida. Por eso son tan fundamentales las constituciones y tan crucial lo que defienden. ¡Cuánta vigencia de Buchanan para el Perú de hoy!

Buchanan es el campeón de los “fallos del gobierno”, en contraposición a quienes justificaban la amplia intervención estatal debido a los “fallos del mercado”. A él le debemos el análisis positivo y desapasionado de cómo funciona el Estado y del porqué es preciso limitar su acción, sin apelar a cuestiones normativas ni morales. Y el desenmascaramiento de la falsa moral de que los que manejan el gobierno tienen un “halo de santidad” que los hace preocuparse por nuestro bienestar y comportarse altruistamente.

Gracias, profesor Buchanan, por abrirnos los ojos.

Fuente: Diario Correo (Perú)