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Latin America

Opinión: El mito del capitalismo salvaje – por Hernán Bonilla

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Es frecuente que ideas equivocadas sobre la historia o sobre el funcionamiento de la sociedad o la economía pasen a formar parte de la cultura, en tanto saberes comunes compartidos, a pesar de ser refutadas mil veces. Verbigracia, que la revolución industrial empeoró el nivel de vida de la gente común cuando en realidad fue el mayor salto hacia adelante en la historia universal, o que el capitalismo es intrínsecamente perverso cuando es el único sistema económico compatible con la dignidad del ser humano.

Vamos a concentrarnos en esta segunda idea, que es uno de los clichés favoritos de los anticapitalistas de izquierda y de derecha. Insulsos intelectuales criollos, autoridades religiosas, jefes de estado, escritores, opinólogos profesionales, entre muchos otros, suelen repetir en cansino sonsonete que el capitalismo y la globalización son los responsables de haber abierto la caja de Pandora y liberado todos los males del mundo.
En primer lugar esta falacia ignora que gracias al libre mercado la humanidad salió de su primitivo estado de pobreza generalizada y ha logrado ir reduciéndola a lo largo del tiempo. Lo excepcional en la historia humana mirada en el largo plazo son los últimos dos siglos largos de crecimiento de la riqueza. El “estado natural” del “buen salvaje”, tantas veces ensalzado, era la miseria, la violencia y el sálvese quien pueda, mientras que la cooperación libre y voluntaria (en breve, el mercado) es lo que ha permitido el desarrollo económico y social.

En segundo lugar, son los países con mayor libertad económica los que tienen los mejores indicadores sociales, menores niveles de pobreza, etc., como lo demuestran año a año los informes que elaboran institutos como la Heritage Foundation o el Fraser Institute.

En tercer lugar, hoy predomina un capitalismo que poco tiene que ver con el capitalismo liberal si uno mira las cifras de porcentaje de la economía que ocupa el Estado o la situación del comercio internacional, por ejemplo. De hecho, el libre comercio es excepcional en el mundo actual y no la regla y por eso son tan difíciles las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio (OMC) o entre bloques regionales. En un mundo en el que sólo el 3% de las personas son inmigrantes de primera generación y únicamente la quinta parte del producto se destina a las exportaciones ¿podemos hablar de globalización desenfrenada?
En cuarto lugar, ningún autor liberal jamás defendió lo que caricaturescamente se llama “capitalismo salvaje” como ninguno defendió el estropajo del “neoliberalismo”.

El capitalismo necesita para funcionar de sólidas instituciones identificadas con un Estado de Derecho garantista, por tanto nada más lejano a la “ley de la selva” que sí prima en el “estado natural” rousseauniano o en los países comunistas. Allí es dónde se ve lo peor del egoísmo y la codicia humana.

Por lo tanto, el discurso facilongo y populista que critica al “capitalismo salvaje” es un completo absurdo porque no existe y porque nadie lo defiende. Y justamente por eso es un recurso dialéctico ramplón y deshonesto.

Sería mucho más productivo buscar los medios de mejorar el funcionamiento de la democracia y la economía de mercado, fortaleciendo las instituciones, la separación de poderes y la igualdad de oportunidades. Ese es el desafío que merece nuestro mejor esfuerzo.

Fuente: El País (Uruguay)

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