El auténtico fútbol es un juego que exige integridad, destreza, estética y pasión

Arranca la Copa Mundial de la FIFA y con ella se enardecen los ánimos de millones de aficionados. El fútbol es un deporte que se practica en todo el mundo y mueve a los pobladores de media humanidad. El fútbol es un deporte para todos: grandes y chicos, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Pero principalmente es un deporte divertido, para los niños de todo el mundo. Lo único que se necesita son once jugadores, dos porterías, una pelota y las reglas del juego. Para armar las porterías bastan un par de piedras y unos trapos enrollados pueden servir de pelota. Por eso me encanta el fútbol. Todos los niños pueden jugarlo.

Pero el Campeonato Mundial es otra cosa: está copado por la política deportiva de las grandes ligas y movido a veces por dinero mal habido. La FIFA es una entidad no lucrativa, con sede en Suiza, que no pocas veces ha sido criticada por actos de corrupción. Los alegatos más recientes nos advierten sobre el soborno que recibieron funcionarios de dicha organización para seleccionar a Catar como país sede de la Copa Mundial 2022. Solamente el abogado contratado por la FIFA para investigar los alegatos ha gastado, en un año de viajes y pesquisas, cerca de ochenta millones de quetzales. Por eso digo que se trata de grandes ligas, muy distantes de la alegría que reflejan los ojos de los niños que juegan al fútbol en los barrios pobres de Guatemala o en las favelas de Brasil.

Ojalá en vez de miopes nacionalismos y políticas sin principios, en el Mundial 2014 prevalezcan la integridad, el optimismo sano y el espíritu competitivo demostrado por un grupo de niños en Koh Panyee: se trata de un pequeño y pobre pueblo tailandés, construido sobre pilotes de madera en el cauce de un río. Inspirados por el Mundial de 1986, los niños, llenos de espíritu deportivo, construyeron, contra viento y marea, un campo de fútbol flotante. Al poco tiempo, su equipo se había convertido en uno de los mejores equipos juveniles del sur de Tailandia. Ese es el auténtico fútbol. Sin petate en que caerse muerto, pero con once jugadores, dos porterías, una pelota y la integridad deportiva del caso.

Fuente: Centro de Estudios Económico – Sociales (Guatemala)