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Mundo: Las cabezas nucleares iraníes y el dilema de Israel – por Yoaz Hendel

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Aunque la administración Obama no se ha convencido de la inutilidad de doblegar las ambiciones nucleares de Teherán por medios diplomáticos, la mayoría de los israelíes ha renunciado a la esperanza de que las sanciones internacionales puedan disuadir a la República Islámica de adquirir el medio de asesinar a millones.

La cúpula israelí se enfrenta a la decisión trascendental de aceptar un Irán nuclear o iniciar un ataque militar preventivo.

La doctrina Begin

Las intenciones genocidas de Irán han sido manifestadas una y otra vez por líderes de Teherán presentes y pasados, y es inteligente por parte de la cúpula israelí tomar en serio la retórica — combinada con los hechos objetivos del recurso nuclear de Irán.

Cuando las fuerzas aéreas israelíes destruyeron el reactor nuclear iraquí de Osirak hace 30 años, suscitando la condena internacional casi universal, el ejecutivo del primer ministro Menachem Begin anunció “la determinación israelí de evitar que los estados hostiles… tengan acceso a armamento nuclear”. El entonces ministro de defensa Ariel Sharon explicaba: “Israel no puede permitirse la aparición del arma nuclear en Oriente de Próximo. Para nosotros no es una cuestión de equilibrio de miedos sino una cuestión de supervivencia. Impediremos, por tanto, una amenaza de tal naturaleza desde el principio”.

Esta doctrina de contraproliferación preventiva se apoya en la lógica geoestratégicas y en la memoria histórica. Un pequeño país del tamaño de Nueva Jersey, con la mayoría de su población concentrada en una única región central, es altamente vulnerable a un ataque nuclear. Además, la profundidad de la hostilidad hacia Israel en el Oriente Medio árabe es tal que sus enemigos vienen estando muy predispuestos a correr riesgos y hacer apuestas. Teniendo en cuenta la larga trayectoria de crímenes colectivos contra el pueblo judío, la mayoría de los israelíes se encuentra profundamente incómoda al afrontar la amenaza de la aniquilación de nuevo.

Si bien la presunta destrucción en 2007 del reactor nuclear sirio de al-Kibar subrayó la disposición de Jerusalén a tomar medidas militares a la hora de impedir a sus enemigos desarrollar armas nucleares, sus iniciativas de contraproliferación han confiado en la diplomacia y las operaciones encubiertas. La incursión de Osirak se producía solamente después del fracaso de los esfuerzos israelíes por disuadir o impedir que Francia pusiera el equipo necesario. De igual forma, los israelíes han sido responsabilizados de la muerte de varios científicos nucleares iraníes en los últimos años. Presuntamente ayudaron a crear el gusano informático Stuxnet, considerado por el New York Times “el arma informática más sofisticada utilizada nunca”, que provocó importantes retrasos en el programa de enriquecimiento de uranio de Irán en 2009. Sin embargo, estos métodos pueden frenar los avances de Teherán, no detenerlos ni invertirlos.

La amenaza iraní

Teherán ha alcanzado ya lo que el General Shlomo Brom ha llamado “el punto de irreversibilidad”, momento en el cual el agente proliferador “deja de depender de la ayuda exterior” para obtener la bomba. La mayoría de los funcionarios israelíes están seguros de que no existe ninguna combinación de incentivos externos que pueda persuadir a los iraníes de abandonar el programa. El régimen iraní tiene todos los motivos para perseverar en su búsqueda del arma definitiva. Aunque el mundo condenó el desarrollo de armas nucleares por parte de Corea del Norte, no estuvo dispuesto a imponer las penas suficientes para disuadir a Pyongyang de construir la bomba.

El régimen cuenta con un imponente programa balístico para trasladar armas de destrucción masiva. Los iraníes comenzaron a dotarse de proyectiles SCUD durante la guerra Irán-Irak de 1980-88. Después, acudió a Corea del Norte para obtener tanto los proyectiles como la tecnología para montar sus propias instalaciones de investigación y producción. Teherán ha fabricado cientos de misiles Shahab-3, con un alcance de casi 1.600 kilómetros capaces de trasladar cabezas de entre 500 kilos y una tonelada. En el año 2009, Teherán probó con éxito un proyectil de dos fases y combustible sólido nuevo, el Sejil-2, que tiene un alcance superior a los 2.000 kilómetros, lo que coloca parte de Europa dentro de su alcance.

Existe cierto desacuerdo en torno al tiempo que tardará Teherán en obtener un arma nuclear. Aunque el gobierno de Israel ha manifestado que Irán está a un año o dos de su objetivo, en enero de 2011, el responsable saliente de la Mossad, Meir Dagán, anunciaba que Irán sería incapaz de tener una hasta 2015.

Las intenciones iraníes

Gran parte del debate en Israel se centra en la cuestión de las intenciones iraníes. El hecho de que Teherán haya destinado cantidades sobrecogedoras de dinero, de trabajadores y de empresas al desarrollo nuclear — a expensas de la fuerza militar convencional, que tiene muchas lagunas, y ya no hablemos de la economía iraní en general  — constituye en sí mismo un indicador preocupante de sus prioridades. El Primer Ministro Benjamin Netanyahu y muchas otras importantes figuras políticas y militares de Israel consideran que la República Islámica está tan fanatizada que “todo lo demás palidece” en comparación con la amenaza que plantea su empresa de armamento nuclear.

Los partidarios de esta opinión se apoyan en las amenazas vertidas de forma reiterada por el Presidente Mahmoud Ahmadinejad de borrar a Israel del mapa, y en el apoyo iraní a los grupos radicales palestinos y libaneses que aspiran a su destrucción. También señalan la variante milenaria radical de islamismo chiíta de Ahmadinejad. Los chiítas están convencidos de que el duodécimo sucesor de los imanes directamente descendientes del Profeta Mahoma se ocultó en el siglo IX y un día volverá al mundo tras un período de guerra catastrófica para desatar una era de estabilidad y paz.

Ahmadinejad  parece convencido de que esta jornada sucederá durante su vida. En el año 2004, siendo  edil de Teherán, ordenó la construcción de una gran avenida en el centro de la ciudad, supuestamente para dar la bienvenida al Mahdi el día de su venida. Siendo presidente, asignó 17 millones de dólares a una mezquita estrechamente vinculada al Mahdi  en el municipio de Jamkaran. En lugar de tranquilizar al mundo con las intenciones pacíficas de Teherán durante su discurso en 2007 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Ahmadinejad  se embarcó en un discurso altisonante acerca de las maravillas del Duodécimo Imán: “Vendrá un tiempo en el que la justicia reinará en todo el mundo… bajo el gobierno del hombre perfecto, el último ser divino de la tierra, el Mahdi”.

El miedo en Israel es que alguien firmemente convencido de que es inevitable, y está divinamente programado, un enfrentamiento entre el bien y el mal, no sea fácilmente disuadible por la amenaza de una guerra nuclear. “Hay llamamientos al exterminio del estado judío”, advertía Netanyahu  durante una visita en enero de 2010 al museo israelí del Holocausto, Yad Vashem. “Es desde luego nuestra preocupación, pero no es solamente nuestra”. Para Netanyahu,  un Irán nuclear es una amenaza existencial patente y clara.

Los que discrepan de esta opinión señalan que el pueblo iraní no es particularmente hostil a los israelíes;  de hecho, ambos países disfrutaron de relaciones estrechas antes de la revolución iraní de 1979. Aducen que el antisionismo militante del régimen iraní es un vehículo para ganar influencia en el Oriente Medio árabe mayoritariamente sunita, pero no algo que conduzca a sus líderes a cometer suicidio. “No estoy subestimando el significado de un Irán nuclear, pero no deberíamos dar tintes de Holocausto como intentan hacer los políticos”, decía el anterior jefe del estado mayor del ejército israelí Dan Halutz,  que encabezó al ejército durante la guerra del Líbano en 2006. El Ministro de Defensa Ehud Barak afirmó en una entrevista de septiembre de 2009 ampliamente divulgada que Irán no es “una amenaza existencial” para Israel.

La cuestión de si Irán es o no un riesgo existencial es más retórica que sustancial. Incluso si no llega a dispararse ningún arma nuclear iraní, su simple existencia sería un importante golpe a la sensación israelí de seguridad. En un sondeo, el 27% decía considerar abandonar el país si Teherán desarrolla capacidad nuclear. La pérdida de confianza del inversor perjudicaría a la economía. Esto podría augurar el fracaso de la misión del sionismo de proporcionar una patria judía, dado que los judíos buscarán refugio en la diáspora. Esta es justamente la razón de que a los enemigos de Israel se les haga la boca agua ante la posibilidad de una bomba iraní.

Incluso si la perspectiva de destrucción mutuamente asegurada elimina en la práctica la posibilidad de un primer ataque israelí, la adquisición de armamento nuclear por parte de Teherán va a seguir alterando enormemente el equilibrio de la zona. Irán está proyectando su influencia por todo Oriente Próximo por medio de aliados y de satélites, como el ejército iraquí de  Muqtada al-Sadr, Hamás en Gaza, el régimen Assad en Siria y Hezbolá en el Líbano. El paraguas nuclear iraní consolida sus posiciones. La próxima vez que un soldado israelí sea secuestrado en una incursión transfronteriza obra de Hezbolá o de Hamás, Jerusalén tendrá que considerar los riesgos de una escalada nuclear antes de responder. También existe la posibilidad de que Teherán pueda proporcionar un artefacto nuclear a alguno de sus satélites terroristas.

Una apuesta iraní por hacerse con la bomba dará comienzo a una carrera armamentística sin precedentes en toda la región. Los países árabes como Egipto, Arabia Saudí, Jordania o los Emiratos Árabes Unidos querrán crear sus propias políticas nucleares de garantías frente a la beligerancia y las ambiciones regionales de Teherán. Turquía acaba de tramitar un proyecto de ley en su parlamento que despeja el terreno a la construcción de tres reactores nucleares antes del año 2020.

La mayoría de los responsables israelíes están convencidos de que Israel no se puede permitir los riesgos de vivir en las inmediaciones de un Irán nuclear. Los que discrepan públicamente de Netanyahu  en esta cuestión están preocupados sobre todo porque esté explotando el miedo popular para sacar réditos políticos, pero acaban opinando igual que la opinión pública. La gran mayoría de los israelíes son partidarios de un ataque militar a las instalaciones nucleares de Irán como último recurso, y una mayoría simple (el 51% según un sondeo de 2009) es partidario de un ataque inmediato a Irán como primera maniobra.

La opción militar

La valoración general es que el ejército israelí tiene la capacidad de destruir parte de las instalaciones nucleares iraníes y retrasar su programa nuclear un par de años, pero no de destruirlo por completo — de una única incursión no, por lo menos. Varios factores hacen el programa nuclear de Irán mucho más difícil de anular que el programa del iraquí Saddam Hussein.

Mientras que la mayor parte de los activos nucleares vitales de Irak se concentraban en las instalaciones de Osirak, “las instalaciones nucleares de Irán están repartidas”, destaca el antiguo jefe del estado mayor israelí Moshe Ya´alon, ubicadas algunas en las inmediaciones de centros de población. La distancia hasta los objetivos en Irán sería considerablemente mayor que en el caso de Osirak, y sus instalaciones están mucho mejor defendidas. Irán ha dominado la tecnología nuclear de manera más integral que Irak, y por tanto puede reparar gran parte de los daños sin ayuda exterior.

De las instalaciones nucleares conocidas, cinco instalaciones serían objetivo casi seguro de ataque preventivo. La primera es el reactor de Bushehr, ubicado a lo largo de la costa suroeste de Irán. La segunda es la planta de agua pesada en construcción en las inmediaciones de Arak, que sería accesoria en la obtención de plutonio. La siguiente es la instalación de enriquecimiento de uranio de Isfahán. Según las imágenes vía satélite, las instalaciones son subterráneas, aunque algunos informes sugieren que hay túneles que comunican el complejo.

La cuarta es la instalación de enriquecimiento de uranio de Qom, que los iraníes ocultaron a la Agencia Internacional de la Energía Atómica antes de septiembre de 2009 y mucho después de que las agencias de espionaje occidentales tuvieran conocimiento de ella. Las instalaciones, que albergan unas 3.000 centrifugadoras, se construyeron excavadas en la montaña, haciéndolas difíciles de destruir. El ministro de defensa israelí Barak las considera “inmunes a las bombas estándar”.

El quinto objetivo preferente y el más protegido son las principales instalaciones de enriquecimiento de uranio iraní ubicadas en Natanz. El enclave consta de dos grandes estancias, de unos 27.000 metros cuadrados cada una de ellas, excavadas a una profundidad de entre 200 y 800 metros de la superficie y cubiertas por varias capas de cemento y metales. Las paredes de cada estancia tendrían un grosor de unos 70 centímetros. Las instalaciones están rodeadas por baterías de misiles tierra-aire TOR-M de corto alcance y fabricación rusa.

Los estrategas militares pueden sentirse obligados también a atacar las plantas de fabricación de centrifugadoras ubicadas en Teherán, puesto que su destrucción obstaculizaría los esfuerzos por volver a construir su programa nuclear. Sin embargo, se sabe que los iraníes han dispersado algunas centrifugadoras en instalaciones subterráneas no declaradas a la Agencia del Energía Atómica. Dista mucho de estar claro que el espionaje israelí lleve una relación completa de su paradero.

Los israelíes podrían elegir bombardear también los puestos de radar y las bases aéreas iraníes para mermar la capacidad de Teherán de defender sus cielos, sobre todo si hacen falta múltiples pasadas. Ya´alon calcula que en total habría que atacar varias docenas de lugares.

La operación 

Las fuerzas aéreas israelíes son capaces de alcanzar los objetivos necesarios con dos o tres escuadrones enteros de cazas con escolta para abatir los aparatos enemigos; sin embargo, la mayoría de la escolta exigiría de reaprovisionamiento para atacar los objetivos necesarios en Irán. Además, los israelíes pueden hacer uso de proyectiles balísticos y misiles de crucero desde sus submarinos clase Delfín.

Las fuerzas aéreas han llevado a cabo misiones de largo alcance en el pasado. En 1981, cazas F-16 israelíes destruían el reactor de Osirak sin repostar en vuelo. Los aparatos de reaprovisionamiento fueron utilizados para la misión israelí de mayor alcance hasta la fecha, la destrucción en 1985 de la sede de la Organización para La Liberación de Palestina en Túnez, a 2.400 kilómetros de distancia. El publicitado vuelo en 2009 sobre Gibraltar fue considerado un ensayo general con vistas a un ataque a Irán. En 2009, las fuerzas de defensa instituyeron un nuevo régimen de instrucción que incluía el repostaje de aparatos en vuelo con los motores apagados y el despegue vertical sin combustible pocos segundos después de iniciarse el despegue.

Las fuerzas aéreas cuentan con munición especializada diseñada para traspasar objetivos blindados, incluyendo bombas antiblindaje GBU-27 y GBU-28 guiadas por láser y diversos aparatos fabricados nacionalmente. Los pilotos israelíes tienen formación en ataque sucesivo para destruir ubicaciones blindadas. “Incluso si no basta una bomba para entrar, podemos guiar otras directamente al agujero creado por la primera y con el tiempo destruir cualquier objetivo”, explica el General Eitan Ben-Eliyahu,  que participó en el ataque a Osirak.

Los sistemas bélicos avanzados de Israel tendrían éxito probablemente a la hora de eliminar las defensas aéreas iraníes, aunque fueron significativamente adaptadas por Moscú a principios del siglo XX. Además, mientras que hace 30 años los pilotos israelíes tuvieron que volar directamente sobre Osirak  para liberar sus bombas, hoy pueden volar a mayor altitud y lanzar misiles guiados por satélite o láser desde una distancia más segura. Los 160 cazas iraníes en activo, aparatos franceses y estadounidenses anticuados en su mayoría, no supondrán probablemente ninguna amenaza para los pilotos israelíes.

Posibles rutas de ataque 

El principal problema que se encuentra Jerusalén para atacar las instalaciones nucleares de Irán es fruto de lo alejado de los principales objetivos. Puesto que mayor distancia se traduce siempre en qué más cosas puede salir mal, las pérdidas y la eficacia israelí dependerán en última instancia de las tres posibles rutas que se sigan para llegar hasta Irán.

La vía del norte discurre a lo largo de la frontera entre Siria y Turquía hasta Irán y se calcula en torno a los 2.100 kilómetros. Esta vía entraña diversos riesgos y habría que tener en cuenta la defensa aérea siria y la oposición turca a atravesar su espacio aéreo. Aparatos israelíes sobrevolaron Turquía cuando las fuerzas aéreas bombardearon las instalaciones de al-Kibar en el año 2007 y hasta dejaron caer los depósitos de combustible vacíos sobre suelo turco. Sin embargo, el reciente deterioro de las relaciones entre Ankara y Jerusalén hace extremadamente improbable que el gobierno turco permita el paso.

La vía central sobre Jordania e Irak es la más directa, al reducir la distancia entre las instalaciones nucleares de Natanz y la base aérea israelí de Hatzerim a unos 1.600 kilómetros, pero entraña obstáculos diplomáticos importantes. Jerusalén tendría que coordinarse con los jordanos o con los americanos o volar sin advertencia. Aunque Israel tiene un tratado de paz con Jordania, Ammán no querrá ser considerado cooperante israelí contra Teherán y afrontar de esta forma probablemente una represalia iraní. Washington puede no querer verse implicado tampoco, dado que necesita de la supervisión de Teherán para replegar sus fuerzas de Irak con éxito. Aunque Jerusalén puede limitar el riesgo de fuego hostil notificando a los dos aliados de un ataque inminente, habría un considerable coste diplomático.

La vía por el sur llevaría los aparatos israelíes por Arabia Saudí y luego hasta Irán. Aunque es más larga que la vía central, hay informaciones que dicen que los saudíes habrían dado permiso a Jerusalén para utilizar su espacio aéreo para una operación de estas características.

Las dificultades también dependen del objetivo preciso del ataque aéreo. Una degradación a corto plazo económicamente cara del programa nuclear iraní puede hacerse en una oleada de ataques, pero los analistas de la defensa israelí han calculado que un golpe decisivo exigiría alcanzar hasta 60 objetivos diferentes  durante hasta dos jornadas.

Los cálculos en Israel oscilan en lo referente a las bajas que podrían sufrir las fuerzas aéreas en una operación así. Algunos cálculos afirman que con sus sistemas de defensa aérea avanzada proporcionados por los rusos, los iraníes podrían abatir a un pequeño número de aparatos. Pero incluso si solamente unos cuantos pilotos son abatidos y capturados por Irán, sería una tragedia sobrecogedora para los israelíes. Para preparar este terreno, las fuerzas aéreas iniciaron en 2009 un programa de entrenamiento psicológico para sus pilotos haciendo hincapié en los conocimientos de supervivencia.

Muchos antiguos Generales de alta graduación y responsables del espionaje han arrojado dudas sobre si Jerusalén puede tener éxito a la hora de invertir de forma clara el programa nuclear de Teherán. Dirigiéndose a una audiencia en la Universidad Hebrea de Jerusalén en mayo de 2011, Meir Dagan decía que la idea de atacar enclaves nucleares iraníes era “lo más estúpido” que había escuchado nunca, y que una tentativa así tendría una posibilidad de éxito de cero prácticamente.

La repercusión 

Las consecuencias estratégicas de un ataque israelí serán significativas probablemente. Hezbolá iniciaría hostilidades al otro lado de la frontera libanesa. Durante la guerra de 2006, el grupo islamista chiíta disparó más de 4.000 proyectiles contra Israel, provocando graves daños y matando a 44 civiles. En la actualidad, su arsenal es considerablemente mayor e incluye proyectiles capaces de llegar a la capital.  Dagan calcula que los iraníes pueden disparar misiles contra Israel durante un período de meses, y que Hezbolá puede lanzar cientos de miles de morteros.  Hamás podría atacar Israel también con proyectiles lanzados desde Gaza. No es inconcebible que el presidente sirio Bashar Assad se una a las hostilidades, si está todavía en el poder, con la esperanza de desviar parte de la indignación de la opinión pública contra su régimen.

Irán también ha desarrollado una amplia red terrorista del extranjero, cultivada en coordinación con Hezbolá. Esta red fue responsable de los dos coches bomba contra la comunidad judía de Argentina que dejaron 114 muertos a principios de los 90.

El pasado año, Israel repartió máscaras de gas para preparar a la población de cara a la posibilidad de que Irán o Siria desplieguen armamento químico o biológico mientras que el departamento de Interior del ejército vio subir su presupuesto para preparar refugios antiaéreos y enseñar a la población lo que hay que hacer en caso de emergencia. Los sistemas de detección se mejoraron entre las sirenas antiaéreas y los sistemas de detección de misiles, incluyendo radares de diseño especial que pueden predecir con exactitud el lugar exacto del aterrizaje de los proyectiles que llegan. Puesto que nadie está seguro de lo precisos que son los misiles iraníes Shahab y Sajil, Jerusalén empezó a reforzar sus defensas en el reactor nuclear de Dimona en el año 2008.

Jerusalén no se quedaría cruzado de brazos permitiendo que su ciudadanía fuera atacada sin piedad. Puesto que el Líbano sería probablemente la principal plataforma de cualquier ataque iraquí, la represalia israelí aquí sería seguramente fulminante y generalizada. En caso de que Siria ofrezca cualquier forma de participación directa en el conflicto, también puede ser objeto de ataque israelí. Los israelíes podrían llegar a bombardear los yacimientos petroleros de Irán y las infraestructuras energéticas. Puesto que las terminales del crudo suponen el 75% de los ingresos del régimen iraní y al menos el 80% de los ingresos del comercio exterior, el golpe a nivel político de perder esta fuente de ingresos podría conducir al régimen a pensar detenidamente en su postura nuclear, así como erosionar su apoyo entre la opinión pública y dificultar la financiación de las reparaciones de las instalaciones nucleares alcanzadas.

Por otra parte, Teherán podría rizar el rizo enviando sus propios efectivos al Líbano o siria para unirse a la batalla contra Israel. Esto arrastraría a las monarquías del Golfo Pérsico árabe, en particular si el régimen de Assad sigue enfrentándose a la oposición desde su población de mayoría sunita.

El tiempo que dure este conflicto es imposible de predecir. La doctrina de defensa israelí consiste en conflictos cortos, de forma que iniciaría probablemente una campaña diplomática con respaldo occidental para poner fin a la guerra en cuanto fuera posible. Sin embargo, los iraníes pueden ceñirse al largo plazo, como hicieron durante los ocho años de guerra Irano-iraquí.

Si la solución militar no puede garantizar el éxito a un precio razonable, hay quien sostiene en Israel que la esperanza con más probabilidades de éxito de plantar cara a la amenaza de las armas nucleares iraníes es el cambio de régimen. “La cuestión nuclear se resolverá sola una vez el régimen cambie”, afirma Uri Lubrani, antiguo embajador israelí en Irán y asesor del ministro israelí de la defensa hasta el pasado año. Según Lubrani, la principal prioridad para Israel y Occidente debería ser reforzar la posición de las masas iraníes que se levantaron en protesta multitudinaria tras las elecciones fraudulentas de junio de 2009.

“Un ataque militar aplazará en el mejor de los casos el programa nuclear de Irán, pero lo que es peor, volverá al pueblo iraní hacia la defensa del régimen”, dice Lubrani. Afirma que es mejor dejar que las sanciones consuman la legitimidad del régimen incluso si no conducen a un cambio de sentido en su programa nuclear.

Sin embargo, no está claro que Lubrani tenga razón en su evaluación de que la guerra beneficia al régimen. Aunque la mayoría de los iraníes son en general partidarios de las ambiciones nucleares del país, los ataques devastadores israelíes podrían hacer impopulares las provocaciones innecesarias de su régimen igual que pasó en las últimas etapas de la guerra entre Irán e Irak. Es improbable que haya muchos dispuestos a sacrificar el bienestar de su país en aras de la bomba.

Si un ataque israelí unirá a la opinión pública a favor o en contra del Presidente Ahmadinejad y el Líder Supremo Alí Jamene no lo sabe nadie. Mucho dependerá de los daños colaterales que produzcan los ataques aéreos. Las instalaciones de Bushehr, Isfahán y Natanz albergan hexafluoruro de uranio (UF6)  e incluso bajas cantidades de uranio enriquecido, sustancias cuya liberación al medio ambiente causará probablemente inquietud entre la opinión pública.

Conclusión 

Los israelíes tendrán que elegir en última instancia entre iniciar un ataque que provocará probablemente un conflicto regional a gran escala o permitir que Irán sea nuclear con crudas implicaciones a largo plazo. Con independencia de las discrepancias en torno a lo inmediato de la amenaza y la probable repercusión, la gran mayoría de los israelíes es partidaria de la intervención militar antes que vivir con la amenaza omnipresente de la aniquilación nuclear.

Con una votación de la independencia de los palestinos en las Naciones Unidas amenazando con erosionar la legitimidad internacional de Israel todavía más, atacar a Irán podría demostrar ser peligrosamente aislante para Israel hasta con las bendiciones de Washington –seguir adelante sin ellas sería un paso a lo desconocido. Mucho, por tanto, depende de que los legisladores de Washington respalden a Jerusalén cuando llegue el momento oportuno.

El pueblo estadounidense es cada vez más consciente de la amenaza a la paz mundial planteada por Irán. Mientras que el 6% de los estadounidenses nombraba a Irán en 1990 como país que constituye la amenaza más grave para Estados Unidos, en 2006 Irán encabezaba la lista con el 27%. Sin embargo, aunque la postura oficial de Washington es que se siguen contemplando todas las opciones, es improbable que Obama emprenda la intervención militar directa para impedir que Irán construya la bomba, y puede ser reacio a apoyar de forma tácita la intervención israelí.

Esa es la razón de que en última instancia la decisión dependa de Israel, o más bien de su primer ministro, que se enfrentará a un dilema Churchilliano, sin precedentes en la historia del pueblo judío.

*Yoaz Henderl es miembro del Centro Begin-Sadat de la Universidad Bar-Ilán y del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos; asesor de comunicación del Primer Ministro Benjamin Netanyahu desde noviembre de 2011.

Fuente: El Diario Exterior (Spain)

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