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México: Separar educación y Estado – por Santos Mercado

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“Por la fuerza de la costumbre hacemos cosas que parecen buenas, pero son malas, muy malas”

Desde la conquista española, el poder político asentado en la Nueva España estaba decidido a crear una nación semejante a la madre patria. La Corona Española nombraba a las autoridades generales y locales. Prácticamente se gobernaba según fueran los dictados de los reyes de España. Así, desde la península ibérica se ordenaba la construcción de iglesias y palacios. Si los peninsulares o criollos pensaban en una nueva catedral, tenían que pedir la autorización de los reyes de España, igual si deseaban formar una nueva institución necesitaban el permiso y la autorización de las autoridades españolas.

En esta tesitura es que se forman las primeras instituciones educativas. La Real y Pontifica Universidad de México fue creada por decreto de las autoridades políticas y religiosas. Los seminarios y otras instituciones “para educar a los recién convertidos”. Todo por decisión de la autoridad.

Con la Revolución Mexicana se acentúa esta costumbre y se plasma en la Carta Magna que el Estado es el responsable de educar al pueblo (ESTADO EDUCADOR). El gobierno debe dar educación laica gratuita y de calidad. Se funda la Secretaría de Educación Pública y con ello un amplio programa de alfabetización, construcción de escuelas primarias, secundarias, preparatorias, normales, universidades, tecnológicos, institutos de investigación, maestrías, doctorados. Toda una amplia labor estatal con un gasto enorme e insuficiente. Paralelamente se forman los sindicatos de maestros con más de un millón de afiliados y también los sindicatos universitarios.

Toda esta actividad estatal ha parecido que es normal, buena y necesaria. Normal porque así lo han hecho otras naciones, incluidos los Estados Unidos de América, Francia, Inglaterra; buena porque nadie puede negar la necesidad de tener un pueblo educado; y necesaria para preservar y desarrollar las habilidades de la población.

Pero veamos cuál ha sido el resultado del Estado Educador. A cien años de iniciados los programas de alfabetización, tenemos muchos analfabetos. De cada cien niños que ingresan a la educación básica menos de tres terminan con un título universitario; sólo el 30% de los graduados ejercen en lo que estudiaron; el costo por formar a un graduado en una universidad pública es superior si a ese graduado se le hubiera enviado a Harvard y pagándole todos sus gastos; profesionistas desempleados; escuelas conflictivas, huelgas, paros, marchas, bloqueos de carreteras, profesores guerrilleros, sindicalismo destructivo, desinterés por la enseñanza, investigación intrascendente y así se pueden seguir señalando vicios y enfermedades de un sistema educativo que se ha convertido en obstáculo para el desarrollo de México.

¿Qué fue lo que hicimos mal?

Bueno, ya podemos adelantar que fue un error haber dejado en manos del gobierno toda la educación del pueblo. No había fundamento para pensar que la gente que llega el poder a sombrerazos y codazos se transforman en genios capaces de decidir lo que el pueblo debía aprender. Aun cuando el gobierno hubiera reunido a los hombres más doctos para formular los planes y programas de estudio, era del todo inconveniente aplicarlos a todos por igual, pues se perdía diversidad. El control estatal de la educación terminó por crear un monopolio educativo pues hasta las llamadas escuelas privadas tienen que aplicar los planes de gobierno. La construcción del Estado Educador borró del mapa a la sociedad, a los individuos externos al estado y que pudieran tener ideas mejores de educar. Además, la monopolización estatal de la educación fue acompañada de un gasto enorme de recursos que fácilmente se esfumaban por las manos de una burocracia insaciable.

Si fue un error haber dejado la educación en las manos de políticos y funcionarios del gobierno, ¿acaso habría sido mejor dejarla en manos de la iglesia? Estoy convencido que un monopolio educativo eclesiástico no nos habría llevado a mejor puerto. Tampoco habría sido correcto haber dejado todas las escuelas y universidades en manos de Carlos Slim, el hombre más rico de la tierra.

El quid es que la educación no debe ser monopolio de nadie, éste el centro de la discusión. Mao Tse Tung decía, “que se abran mil flores y compitan cien escuelas de pensamiento” y aunque lo dijo un hombre malvado, son palabras correctas.

El mejor sistema educativo es el que permite que se expresen todas las ideas, corrientes de pensamiento, enfoques, teorías y visiones del mundo y esto nunca se logra con los monopolios y menos con el control del Estado.

Retirar las manos del Estado requiere una propuesta mejor a fin de garantizar un sistema sustancialmente mejor pues no se trata de eliminar físicamente todas las escuelas y universidades del país; sería del todo insensato.

PROPUESTA

Es necesario, urgente y pertinente separar educación y Estado. Ningún gobierno debe tener escuelas, ni formar planes, ni pagar a profesores, ni dar para mantenimiento del plantel, ni decir quién tiene derecho de estudiar y quién no, ni debe dar títulos o grados académicos. No es papel del Estado todo esto. Esto se logra con las siguientes políticas:

  1. Todas las escuelas de gobierno se deben vender, de preferencia a los profesores que allí laboran.
  2. En educación básica, aplicar el SISTEMA DEL VOUCHER a los alumnos cuyas familias no pueden pagar la colegiatura.
  3. Cada escuela debe gozar de autonomía total para decidir los planes y programas de estudio y para distribuir en sueldos y salarios lo que reciben por concepto de colegiaturas.
  4. Cada escuela decide las contrataciones de personal académico y administrativo.
  5. Se deben dar todas las facilidades para abrir nuevas escuelas privadas.
  6. Toda escuela y/o universidad debe estar exenta de pagar impuestos. Los ingresos de los profesores también deben estar exentos de impuestos.

Con estas políticas se rompería el monopolio estatal de la educación, florecerían diversas culturas y se crearían espontáneamente tantas escuelas como se necesiten. Además, los alumnos recibirían educación de calidad en virtud de la sana competencia entre instituciones y, por primera vez, los recursos se estarían usando de manera más eficiente.

Fuente: Asuntos Capitales (México)

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