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Mexico

México: Se fueron los Penachos, llegaron los Napecos – por Ricardo Valenzuela

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En diciembre de 1988 un hombre de pequeña estatura pero de gran  inteligencia, enorme ambición y un ego incontrolable, se montaba decidido en la  celestial silla de la presidencia de la República. Durante los siguientes seis  años provocaría una revolución con efectos más impactantes que la cantada en  las odas de los demagogos durante las últimas décadas la cual habían utilizado  como espada, escudo y bandera para el saqueo y la destrucción del país del cual  se habían apropiado y controlaban mediante una estructura similar a la de la  Cosa Nostra.

Salinas rompe con todos los rituales del pasado y, aprovechando la  consigna partidista; “todos con el Presidente,” de inmediato desaparecen los  nacionalistas, populistas, revolucionarios y se abre el cascarón de los  neoliberales. Los mismos congresistas que rabiosamente aplaudieran la  expropiación de la banca, ahora con júbilo incontrolable celebraban su  privatización. Los mismos que adoraban el elegante término “substitución de  importaciones,” ahora se babeaban aprobando el TLC. Los que antes le rezaban a  Zapata, aprobaban con roncos gritos la cirugía y extirpación del tumor  canceroso cargado por el agro mexicano; el ejido.

Pero luego del naufragio neoliberal, el rescate Zedillista sin populismo,  ya sin nacionalismo revolucionario y el inicio de la debacle de la dictadura  perfecta, los políticos profesionales se quedaron sin caponera y sin línea. Con  el derrumbe del Pacto de Calles se produce uno similar al de la torre de Babel;  la desbandada de la muda tropa y el derrumbe del borreguísimo con su ideología  de todos con el Presidente. Libertad y arrebatinga gritaron los compasivos, los  reformadores, los progresistas, los agraristas, mercantilistas, empresarios  estatistas, los curas, economistas con responsabilidad social—y de esta  capirotada semejante al potaje del Dr. Frankestein, nacía un nuevo estadista  mexicano.

Nacía este emergente estadista que de nuevo se define como creyente y  devoto del Estado Salomónico, Goliático, Hercúleo, Todólogo pero obediente de  los deseos de la plebe—no del pueblo que son diferentes—y pretende gobernar  “democráticamente” acudiendo a la sabiduría colectiva de los maestros para  definir el futuro del país, de los Zapatistas para darle verdadera autonomía, y  a base de plebiscitos hasta para decidir como lo afirma uno de sus más  brillantes exponentes; si hay o no “el mañanero” tan importante y necesario  para nuestra convivencia política y la paz social.

Este fenómeno político de arrebatinga ha creado una nueva casta en  México; los llamaremos penachos; pendejos, nacionalistas y nacos  (intelectualmente) los cuales ahora se dedican solamente a jugar a la  política, pero ya no aquella de todos con el jefe hacia el desfiladero, sino a  una nueva forma que han inventado aparentemente inspirada por la filosofía de  Cantinflas. Hace años el gran escritor sonorense Oscar Monroy publicó un  excelente libro describiendo los mapas mentales, psicológicos, sociales que  definen a los mexicanos y lo bautizó con gran sabiduría: “El Mexicano Enano.”  Estos mapas son los que nos han forjado de forma tan especial y sobre todo, son  los que nos mantienen en un vergonzoso atraso, miseria y subdesarrollo. Los  Penachos son sus mejores exponentes.

Pero ahora regresando al poder emerge otro tipo de estadista: los  NAPECOS, nacionalistas, pendejos y copetones. Son más jóvenes, mas estilizados,  más bien vestidos. Son chaparros pero se empinan.

Los NAPECOS piensan que defendiendo lo viejo, lo nuevo emergerá por arte  divino. Al igual que sus colegas los Perfectos Idiotas Latinoamericanos, sufren  de masoquismo imaginario y culpan a los gringos hasta de la sequía que azotó el  norte del país. Hablan de monopolios necesarios como el de la CFE para  “realmente resolver” el problema que durante 50 años no se ha resuelto. En  reuniones populares gritan “la patria no se vende,” cuando si echamos un ojo a  la contabilidad nos daremos cuenta de que ya no queda nada que vender; lo que  sí hay son problemas que endosar. Se ofenden profundamente cuando alguien que  según ellos no se quedó en el país para “partírsela,” los critica; pero con  júbilo reciben los 25,000 millones que esos despatriados les envían.

Hay también por supuesto NAPECOS en los negocios y  sus organizaciones. Estos odian la competencia pero adorna los blindajes contra  esos bárbaros violadores extranjeros. Añoran con tristeza la línea ahora que la  única que permanece es la profunda línea que marca sus frentes cuando se  sienten como los becerros lepes; destetados. Odian el superpeso por  anticompetitivo y abusón, pero añoran al super secretario de Comercio con su  caja de dulces para la piñata. Explotan de rabia cuando escuchan “precio  internacional” en lugar de precio de garantía de Conasupo. Son los que en sus  empresas continúan manteniendo Departamentos de Negocios Oficiales en lugar de  Investigación y Desarrollo.

Los NAPECOS intelectuales nos afirman que no hay que apanicarnos; esto es  el proceso natural de las democracias nacientes. Luego nos explican la  sabiduría colectiva de ese nuevo electorado al producir el gran balance de  poderes; tan balanceado que los prometidos cambios y reformas avanzan a la  velocidad de un luchador de sumo tratando de robarse la segunda base. Cuando se  les pide su opinión del aborto de reforma fiscal aprobado por nuestro  honorable; responden afirmando; “los ricos también lloran.” Otros, como dice  Ricardo Medina, escriben de “economía moral” suplicando la intervención de la  visible, inepta y corrupta mano del Estado contra la invisible del mercado,  confundiendo moral con el morral—la tragedia de la mano amiga, la economía  responsable.

Pero una tragedia aun mayor es que la invasión de los NAPECOS es ya  masiva; en la media, en las iglesias, en las organizaciones empresariales,  sindicatos, en las Universidades, en el Congreso, y lo más grave, en el  gabinete de lujo. Estamos viviendo un apenachamiento del país que a veces cruza  la línea para achangarse. Sin embargo, ante este siniestro panorama de  promoción de economía moral mediante la imploración de la fraudulenta mano  amiga, creímos tener la tranquilidad de que las finanzas del país no habían caído  en manos de los NAPECOS; qué equivocada nos dimos. Un NAPECO especial nos  arropa de impuestos….y eso que no es copetón, más bien es calvito.

Finalmente, como afirmaba también Ricardo Medina: “La tragedia de la mano  amiga de quienes quieren corregir el mercado a golpes voluntariosos: Generan  miseria y más tarde la usan para “demostrar” que los mercados no sirven y se  requiere la intervención de esa mano amiga (con cargo al erario).” Esa es la  verdadera inmoralidad de los NAPENAS—y ya llegaron y lo peor; son un chingo.

Fuente: Asuntos Capitales (México)

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