“Hasta ahora las cosas le han salido bien al presidente electo. Aun antes de tomar el poder se han empezado ya a hacer las reformas de fondo. EPN ha obtenido una reforma crucial sin pagar un costo político.”

Las cosas le están saliendo bien, quizá sorprendentemente bien, al presidente electo de México, Enrique Peña Nieto. Es verdad que su triunfo electoral fue controvertido, que Andrés Manuel López Obrador no reconoció su derrota, que hubo movilizaciones en su contra y que surgió incluso un movimiento llamado #Yosoy132 para hostigarlo. Pero una vez que el Tribunal Electoral declaró válida la elección, López Obrador sorprendió al no declararse de nuevo presidente legítimo y al empezar a formar un nuevo partido político con el que fragmenta más a la izquierda. Con esto parece haberle evitado a Peña Nieto la “campaña contra el espurio” que marcó los primeros meses del sexenio de Felipe Calderón.

Peña Nieto ha podido reunirse abiertamente con los gobernadores de izquierda. Si bien nadie pretendió el 24 de octubre que no había diferencias, juntos lanzaron el mensaje de que están dispuestos a trabajar de común acuerdo como lo hacen los mandatarios de distintos partidos en cualquier democracia.

El presidente electo se ha encontrado también en varias ocasiones, y durante horas en cada caso, con el presidente Calderón y su equipo de trabajo para sacar adelante los temas de la transición. El deseo de colaboración del presidente Calderón quedó de manifiesto en el hecho de que el mandatario le prestó al presidente electo el avión presidencial para su gira por Europa.

En buena medida el éxito del gobierno de Peña Nieto dependerá de las reformas estructurales que hagan más competitivo al país. Pero el propio presidente panista adelantó el esfuerzo con una iniciativa de reforma laboral que ha sido aprobada en la Cámara de Diputados y en el Senado. Peña Nieto tuvo incluso la suerte de que la parte de democracia sindical y rendición de cuentas de los líderes fue impulsada por los panistas. Él no tuvo que pelearse con los líderes sindicales. Éstos, aunque a regañadientes, terminaron votando en el Senado cuando menos parcialmente por una serie de medidas que perjudican sus intereses personales. Peña Nieto ha obtenido así una reforma crucial sin pagar un costo político.

La reforma laboral demostró que los legisladores del PAN están dispuestos a apoyar al presidente priista en cuando menos algunos temas. En esto también Peña Nieto tiene una ventaja sobre sus predecesores. La actitud de los legisladores de oposición en los últimos años ha sido la de bloquear reformas para evitar que el país avance y salgan beneficiados el presidente en funciones o su partido. Así el PAN, aliado con el PRD, frenó la reforma fiscal y la energética que propuso el presidente Ernesto Zedillo en el último sexenio del PRI, mientras que los priistas, aliados con el PRD, frenaron esas mismas reformas cuando las promovieron los presidentes panistas Vicente Fox y Felipe Calderón. La colaboración en la reforma laboral sugiere que esos tiempos de bloqueo pueden haber llegado a su fin.

Hasta ahora las cosas le han salido bien al presidente electo. Aun antes de tomar el poder se han empezado ya a hacer las reformas de fondo. Quizá haya llegado el momento en que se destraben de forma definitiva los nudos que han impedido un mayor desarrollo de México.

Fuente: Asuntos Capitales (México)