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México: El fantasma del control de precios – por Godofredo Rivera

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Con relativa frecuencia se escuchan hoy quejas contra el alza de los precios de productos como el limón. El limón ha rebasado con creces su precio normal que usualmente oscila entre los doce y los quince pesos por kilo; hoy dicho precio ha llegado a superar incluso los cincuenta y sesenta pesos (¡en casos excepcionales ha llegado a los ochenta pesos!) lo que ha hecho que más de uno se escandalice.

El gobierno mexicano ha reaccionado y declarado que sancionará todo abuso con el precio del limón, incluso ha clausurado distintos comercios y tiendas en donde se ofrece limón. A su vez algunas agrupaciones de productores y campesinos han señalado como culpables del alza en el precio del limón a distintos “acaparadores” o “especuladores”.

Antes que nada hay que aclarar cuál es el papel de los precios en una economía para terminar con una serie numerosa de leyendas urbanas que se tejen en torno al limón.

Un precio es una señal de qué tan escaso o abundante es un bien. Así, si un bien es escaso (como lo es un diamante), su precio será alto. Obvio, a mayor escasez, mayor precio. Viceversa, cuando hay abundancia de un bien (como podría ser el agua), su precio puede ser relativamente bajo. Ojo, los precios no me dicen si un bien es más valioso que otro (es obvio que el agua es más importante para la supervivencia humana que un diamante), sólo me indican la disposición a pagar de los consumidores dada la oferta y la demanda de millones de compradores y vendedores en el mercado. Así las cosas, los precios constituyen una señal esencial para productores y consumidores sobre qué tanto cuidar los bienes escasos ó qué métodos productivos menos costosos adquirir para producir dichos bienes.

El actual alza en el precio del limón se debe a un problema de oferta. El alza en el precio de este producto tiene que ver, fundamentalmente, con la plaga conocida como dragón amarillo de los cítricos, que ha afectado a alrededor de 40 mil hectáreas, y a un factor estacional, por las pocas lluvias en noviembre y diciembre, que redujeron la producción actual en estados limoneros como Tabasco, Veracruz, Michoacán y Colima (en otros estados la causa fue el exceso de precipitación pluvial en diciembre).

La decisión económicamente correcta pasa porque el consumidor racione el uso del limón y/o busque bienes sustitutos. En todo caso la autoridad lo que puede hacer es cooperar con los productores de limón y ayudar a superar el problema de la plaga que acecha al limón y con ello la producción se recupere y nuevamente bajen los precios para los consumidores (de manera correcta, por haber mayor abundancia).

Lo peor que puede hacer la autoridad es establecer un control de precios, es decir, ordenar un precio “justo” supuestamente para beneficiar al consumidor. Tal es el caso del llamado precio máximo.

Ya en el pasado el gobierno mexicano decretó precios máximos y el resultado fue un rotundo fracaso que se manifestó en incrementar la escasez de bienes y servicios.

Cuando el gobierno “ordena” un precio máximo ó tope, lo que está haciendo es que el sistema de precios transmita señales equivocadas, lo que origina que la asignación de recursos no sea la óptima. Y la razón es sencilla, si alguien me dice (u ordena) que algo escaso es barato (cuando debería ser caro), entonces asigno recursos para comprar dicho bien, lo que ocasiona dos cosas: un aumento en la cantidad demandada que agudiza la escasez y dos, al oferente no le da incentivos para producir u ofrecer más (con el precio máximo ó tope no cubre sus costos), lo que presiona -agrava- aún más la escasez. Al final el resultado también pueden ser dos: uno, la creación de mercados negros, en donde los precios estarán muy por encima de los que habrían prevalecido en un mercado competitivo (sin distorsiones como los precios tope) que sólo estarán al alcance de los más ricos. Y dos, la peor consecuencia, que los mercados se destruyan, es decir, que la medida de controles sea tan dura, que origine que la rentabilidad para el oferente sea tan negativa que terminen por desaparecer. Esto es el extremo, como ocurrió con las pequeñas unidades productivas comerciales como los kulaks en la unión soviética, en donde al suprimirse los precios, el intercambio se vio tan mermado que el resultado fue una espantosa hambruna que provocó la muerte de millones de personas.

Hoy Venezuela, por ejemplo, vive una crisis espantosa debido al control de precios impuesto por el gobierno del presidente Maduro. Otra vez, la lección se olvida, si se “controlan” los precios de los alimentos, el resultado será de una escasez terrible, como la que hoy padecen los venezolanos. Vaya, ni el papel sanitario se salvó del control gubernamental venezolano y hoy escasea dramáticamente. Según el gobierno venezolano, la causa de las protestas callejeras son los fantasmas como el “imperialismo yanqui”, la “ultraderecha”, el “Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional” y un larguísimo etcétera de pretextos para ocultar el desastre económico causado por el mismísimo gobierno socialista venezolano que viola una y otra vez las leyes básicas de la economía. Y de la inflación, qué decir, la irresponsable emisión de dinero del gobierno de Maduro tiene a los venezolanos hundidos en un deterioro alarmante de su poder adquisitivo que amenaza con convertirse pronto en hiperinflación. De seguir las cosas así, Maduro correrá con la misma suerte de Salvador Allende en Chile, que fue derrocado por su irresponsable política económica que hundió al país en estatismo enfermizo e hiperinflación.

Jamás hay que olvidarlo, controlar precios no funciona y si no vean a Venezuela. Ojalá el gobierno mexicano no caiga en la misma trampa con sus nuevos organismos reguladores todopoderosos que me temo, perseguirán controlar precios.

Ojalá tampoco se caiga en la trampa de “regular” el precio del limón, pues lo único que se conseguiría es escasez, mercados negros y mayores precios.

Jamás un burócrata desde un escritorio puede imponerse al mercado (a millones de seres humanos que formamos los precios), y dictar los precios “justos”, eso no existe, lo que hay es un sistema de precios promedio dado por oferentes y demandantes. Ojalá aprendamos la lección.

Fuente: Asuntos Capitales (México)

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