En el camello fiscal (definición de camello: caballo diseñado por los legisladores; Guillermo Valdés dixit), aparece el concepto de balance fiscal estructural. La idea detrás de éste es que si el PIB corriente se encuentre por debajo del PIB potencial, el gobierno implementaría una política fiscal contracíclica, incurriendo en un déficit y contratando por lo mismo deuda y, por simetría, cuando el PIB esté por arriba del potencial, el gobierno tendría un superávit y amortizaría tal deuda, de forma tal que en promedio el déficit de largo plazo sería cero y la deuda pública se mantendría en un nivel sostenible y financiable. Y además se esperaría que, de ser instrumentado correctamente, el ciclo del PIB tendría una menor amplitud.
Este esquema es un avance sobre lo que hasta ahora se tiene, en el cual si la economía entra en una etapa de desaceleración o inclusive recesión, al disminuir los ingresos tributarios, dada la obligación de mantener el déficit económico en cero, el gobierno se ve forzado a reducir su gasto, profundizando aún más la desaceleración y/o recesión, es decir, una política fiscal procíclica.
Aunque el concepto es simple, su diseño e instrumentación no lo son y hay varios elementos que entran en juego.
Primero, es necesario estimar el PIB potencial o de tendencia, lo cual no es sencillo. Una posibilidad, muy imperfecta, es tomar una serie histórica del PIB, sacar la tendencia y simplemente proyectar. Este método, sin embargo, adolece de que la estructura de la economía mundial y de la economía nacional están cambiando continuamente, por lo que la participación de cada sector de actividad económica en el PIB está continuamente cambiando. Más aún, durante este último año, se ha modificado significativamente el arreglo institucional de la economía con las reformas laboral, educativa, telecomunicaciones y fiscal, más las que faltan: financiera y energética de forma tal que la estructura de la producción será hacia futuro totalmente diferente de la que ahora tenemos.
Segundo, en el cálculo del PIB potencial es necesario estimar las elasticidades ingreso de demanda de prácticamente todos los bienes ya que el impacto sectorial del crecimiento es diferente, lo que altera el cálculo del PIB, más las elasticidades gasto sectorial del gasto público.
Tercero, muy relevante para México, es lo relativo al petróleo dada la alta dependencia de los ingresos públicos en este sector y aquí hay, a su vez, dos aspectos: la plataforma de explotación y el precio. La plataforma de explotación, en la situación actual en que se encuentra el sector de hidrocarburos es notoriamente incierta ya que por una parte se están agotando los yacimientos de fácil explotación como Cantarell y por otra la extracción de petróleo de aguas profundas y yacimientos no convencionales es un volado. Y en cuanto al precio, el que Estados Unidos se vuelva un exportador neto de energía dentro de los próximos años, alterará estructuralmente este sector, lo que hace difícil predecir su evolución.
Tomando en consideración al menos estos tres aspectos, el cálculo del PIB potencial tiene que ser hecho por un consejo técnico o en su defecto por el INEGI y el Banco de México, excluyendo a la Secretaría de Hacienda que no puede ser juez y parte.
Finalmente, tiene que haber reglas muy claras y precisas de instrumentación: qué magnitud del déficit o superávit dependiendo de en qué parte del ciclo nos encontremos, el agregado fiscal correcto, el cual tiene que ser los Requerimientos Financieros del Sector Público, etcétera. Y todo eso no está. ¡Grave!
Fuente: Asuntos Capitales (México)
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