Decía el gran Friedrich A. Hayek, premio Nobel de Economía, que hay servicios, que ahora conocemos como “públicos”, pero que “aunque estos monopolios no se hayan instaurado en beneficio del público ni hayan redundado jamás en su favor… sino solo para incrementar los poderes del gobierno”. (En Derecho, Legislación y Libertad, Cap. XIV).

Y ahora que estamos en el debate del subsidio al transporte, bien cabe señalar el daño que tal política “financiera”, digo de financiar el transporte público trae a toda la ciudadanía, y, como argumenta Hayek, aumenta el poder de las autoridades y disminuye nuestra Libertad.

Primero, los efectos del subsidio no se ven, pero se pagan, y siempre pagan más; 1. quienes no usamos ese servicio; 2. el costo de oportunidad de esos recursos es muy alto, y la oportunidad muy baja; 3. es un juego corrupto entre Gobierno (corruptor) y corrompidos mañosos (transportistas) que se hacen pasar por dizque “empresarios”. (Esa gente tiene de “empresario” lo que yo tengo de astronauta).

Segundo, cuando digo que el precio lo pagamos quienes NO usamos ese servicio, no me refiero solo a los que tenemos carro, o tuk tuk, o moto, o bicicleta, sino a toda la población, sea de Chisec o de Chajul; sea de Chichicastenango o de Mazatenango; sea de Izabal o de San Juan Cotzal; sea de Yupiltepeque o de Sacatepéquez; sea de Zacapa o de Jutiapa, que con sus impuestos pagan el lujo del transporte público en la capital y alrededores. No se vale que un niño pobre, indígena, rural, desnutrido tenga que volar pata para asistir a la escuela, mientras el neneco bochinchero de la capital reciba “subsidio” para su transporte y vaya bien sentado a expensas de la niña pobre de Sayaxché o de Camotán.

Tercero, esa gente protegida de los transportistas no son “empresarios”, sino mantenidos, ya que la serie de privilegios que tienen sin haber puesto ni arriesgado capital inicial los hace unos vividores de las empresas que sí pagamos impuestos. Qué dialpelo que hasta exclusividad de rutas tienen.

Cuarto, la solución está: 1. eliminar de una vez por todas el subsidio; 2. liberar las rutas (porque hasta el monopolio de “rutas” tienen); 3. dejar que el Mercado funcione permitiendo que otros entren en iguales condiciones a prestar el servicio; 4. dejar que el Mercado “regule” los precios por simple relación de oferta y demanda.

Entre más se estudia ese servicio subsidiado, más ve uno que el tal cosa se convirtió en una “droga”, en una adicción, y que ahora que siquiera se piensa pararla, el “drogadicto” reacciona horriblemente. Qué casualidad que de 5:00 a.m. a 17:00 p.m. el subsidio funciona “bien”, ya entrando la noche entonces ahí sí, dejan “libre” el precio y sube a Q5 el pasaje. Eso es “monopolio con doblete”, pero porque no tienen competencia.

Monopolio, subsidio, protección, privilegio y descaro resultan en la tragedia de transporte que tenemos hoy en la capital, y la cual está siendo financiada por quienes NO usamos ese servicio, seamos de donde seamos, estemos donde estemos.

Fuente: Centro de Estudios Económico – Sociales (Guatemala)