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EEUU: Barack Obama y su discurso colectivista – por Virginia Tuckey

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Hace poco más de una semana, el presidente Barack Obama asumía su segundo y último mandato. Su discurso de asunción ha dejado de manifiesto que las segundas vueltas son liberadoras, al menos para quién asume el cargo. Esta característica se notó particularmente en el presidente americano, quién sin vueltas ni disimulo dejó claro que, según su visión, los principios fundacionales de Estados Unidos están ya obsoletos, que el debate no está entre sus opciones y que el cambio será inminente.

Para quienes seguimos sus políticas de cerca, la poca simpatía que el presidente demuestra en sus actos por los principios del mundo libre es notoria y evidente. Sin embargo, nunca lo había expresado de manera tan explícita en sus palabras ante una audiencia de tamaña magnitud.

Enfrentarse a la Constitución, a la Declaración de Independencia, es también querer refutar a quiénes fueron los filósofos políticos más brillantes y exitosos que la historia de la humanidad y el mundo libre ha conocido: los Padres Fundadores de Estados Unidos.

El discurso al asumir su cargo fue la reafirmación de las ideas que el presidente Obama expresó mucho antes de llegar a ocupar el Ejecutivo más importante del mundo.

En el año 2001, en un programa de la radio pública de Chicago, se debatía sobre los derechos civiles y la esclavitud. Fue entonces cuando le preguntaron a Obama qué pensaba de la Constitución, a lo que él contestó “es… es… es un documento notable”, para luego agregar “pero creo que es un documento imperfecto, y creo que es un documento que refleja algunos defectos profundos en la cultura americana, la cultura colonial naciente en ese momento”. No conforme con eso y como para complementar la idea, agregó: “Creo que podemos decir que la Constitución refleja un enorme punto ciego en esta cultura que continúa hasta el día de hoy, y quienes la redactaron contemplaban ese mismo punto ciego. No creo que los dos puntos de vista sean contradictorios, o sea, decir que es un notable documento político que allanó el camino para llegar adónde estamos ahora, y decir que también refleja el defecto fundamental de este país que continúa hasta nuestros días.”

Tomando en consideración que estas palabras fueron expresadas por quién alguna vez fue profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Chicago, no podemos calificar sus declaraciones como un descuido sino como parte de su verdadera apreciación acerca del “documento notable”.

Este es sólo un solo fragmento de los tantos que reflejan la esencia de la ideología de Obama y que seguramente lo habrán hecho sentir incómodo a la hora de jurar el cargo y tener que “preservar, proteger y defender la Constitución de Estados Unidos”.

Sin embargo, uno puede reflexionar y cambiar. Ronald Reagan, por ejemplo, se inició políticamente en el Partido Demócrata y terminó siendo pesidente por el Partido Republicano. No es este el caso del actual presidente. Obama no ha sólo no cambiado de idea, sino que se han fortalecido con el paso del tiempo. Eso no sólo lo podemos apreciar en sus políticas de los últimos cuatro años, sino en el discurso que dio para asumir su segundo mandato.

En el mismo, comenzó recitando el fragmento esencial de la Declaración de Independencia y que fuera eje fundamental sobre el que giraría la redacción de la Constitución Americana: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas; que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre ellos están la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad.”

Recitarlo hizo que sonara muy patriota, pero no era eso lo que él buscaba reflejar. Luego de repetir las maravillosas palabras de Jefferson y de enumerar los logros que el pueblo americano ha conquistado a lo largo del tiempo, expresó un contundente “sin embargo”. La alta carga de individualismo y libertad encerrada en la frase “búsqueda de la felicidad” viró bruscamente hacia la idea de “acción colectiva”, la cual hace referencia a la premisa que la interacción individual es menos eficiente que la mano estatal. Eso refleja que no reconoce la autoridad de la Constitución sobre la de cualquier mandatario.

Las palabras exactas de Barack Obama fueron: “Sin embargo, siempre hemos entendido que, cuando los tiempos cambian, nosotros también tenemos que hacerlo; que la fidelidad a nuestros principios fundamentales requiere nuevas respuestas a nuevos retos; que preservar nuestras libertades individuales, eventualmente, requiere una acción colectiva.  Pues el pueblo americano no está más capacitado para satisfacer las demandas del mundo actual actuando por sí solo que lo que pudieran haber estado los soldados americanos para hacerles frente a las fuerzas del fascismo o el comunismo con mosquetes y milicias.  Ninguna persona por sí sola puede capacitar a todos los maestros de matemáticas y ciencias que necesitaremos para equipar a nuestros hijos para el futuro, ni construir las carreteras y las redes de informática y los laboratorios de investigaciones que traerán nuevos empleos y negocios a nuestras costas.  Ahora más que nunca, tenemos que hacer estas cosas juntos, como una sola nación y un solo pueblo”.

No sólo podemos apreciar que hace énfasis en el colectivismo, sino que intenta desmantelar los efectos de la interacción individual apelando a una idea ridícula dónde sugiere que bajo un sistema de individuos libres, sólo uno de ellos se ocuparía de capacitar a cientos de miles de maestros, lo cual sería imposible en la práctica.

Estas afirmaciones que parecen ilógicas, en realidad tienen un objetivo. Se pretende ridiculizar el sistema, desmantelar una idea enredándola en una maraña de afirmaciones sin sentido, para lograr que los ciudadanos se dejen de interesar por estas cuestiones y así dejar la vía libre a los legisladores de turno, quienes prometen que, bajo la tutela del Estado, se arreglará lo que nunca se rompió.

En esta declaración, además, el Presidente pareció olvidar los más de doscientos años de historia que lo preceden y los éxitos que el individualismo, ese que el mandatario critica, produjo en materia educativa, cultural, tecnológica e institucional.

Lo que también podemos observar en ese párrafo es una sugerencia sobre una idea de filosofía política que supera a la que establecieran los legisladores fundacionales. La idea a la que Obama se refiere como innovadora, superadora y exitosa es, nada más y nada menos, que el socialismo más rancio pintado con tintes demócratas. El mismo socialismo que llevó a Europa a la debacle económica y a los europeos a la incertidumbre que provoca no poder emprender y planificar la propia vida.

Siguiendo en su línea colectivista, el presidente Obama advirtió que aquellos que no sufren necesidades en su país, son aquellos que tuvieron “suerte”. Al poner esta falaz etiqueta a aquellos que consiguieron su fortuna con gran esfuerzo, intentó justificar las dádivas del gobierno. Obama afirmó: “No pensamos que la libertad esté reservada para quienes tuvieron suerte o la libertad para los pocos en este país. Reconocemos que cualquiera de nosotros, sin importar cuán responsablemente nos conduzcamos en nuestras vidas, puede sufrir la pérdida del trabajo o una enfermedad súbita, o perder la casa a causa de una horrenda tormenta. Los compromisos que nos vinculan el uno al otro a través de Medicare, Medicaid y Seguridad Social, estas cosas no minan nuestra iniciativa, sino que nos fortalecen.  Estos programas no nos convierten en una nación de aprovechados, sino que nos liberan para asumir los riesgos que engrandecen a este país.”

Luego destacó: “Rechazamos la idea de que Estados Unidos deba escoger entre cuidar a la generación que edificó este país o invertir en la generación que construirá su futuro”.

Nuevamente, el presidente hace caso omiso de la realidad. El sistema sanitario en Estados Unidos está quebrado. Las generaciones futuras no tienen asegurada la salud, pero sí tienen asegurada una deuda inmoral que deberán pagar por algo que nunca van a poder obtener a menos que se lleve a cabo una reforma.

Con estas apreciaciones, el presidente Obama demuestra un inmenso desconocimiento de sus compatriotas y de las raíces del carácter que formó la nación que hoy preside él. Olvida que las bases de la libertad en Estados Unidos no sólo fueron cimentadas por el intelecto de los Padres Fundadores sino, fundamentalmente, por la generosidad que caracterizó al pueblo americano desde los inicios de la gran nación.

Ser generoso hace creer en la generosidad de los demás, y es la raíz de creer en el ser humano, el individuo y sus acciones. Ser generoso y creer en la generosidad de los demás, permite forjar una nación de hombres libres que no abandonan a sus pares ante los infortunios de la vida.

Luego, como era de esperar, no faltó su enfática alusión a los movimientos ecológicos.  Expresó: “seguiremos respondiendo a la amenaza del cambio climático sabiendo que, si no actuamos, traicionaríamos a nuestros hijos y a las generaciones futuras. Algunos todavía negarán el dictamen abrumador de la ciencia, pero ninguno puede evitar el impacto devastador de los incendios pavorosos, las sequías catastróficas y las tormentas más potentes”.

Observamos aquí que los “dictámenes abrumadores de la ciencia” de hoy no son los mismos que los “dictámenes abrumadores de la ciencia” de hace unos años, por lo cuál el Presidente tuvo que modificar su vocabulario. En su libro La Audacia de la Esperanza: Reflexiones sobre el Sueño Americano, el mismo Obama expresa que “cree en el calentamiento global” y no hace referencia alguna a lo que ahora se refiere como “cambio climático”.

Manifestó también lo siguiente: “No podemos ceder a otras naciones las tecnologías que pondrán en marcha nuevos empleos y nuevas industrias, debemos adueñarnos de la promesa que ofrecen dichas tecnologías.”

Esto lo dice mientras la tecnología estadounidense está siendo robada por China y utilizada estratégicamente contra la seguridad americana sin control alguno.

Prometió que “está llegando a su fin una década de guerra”. Pareciera que las guerras no se ganan ni se pierden, sino que se dictamina el fin por capricho. Pareciera que mientras arde Medio Oriente, la frontera sur del país es invadida por los señores de la droga y Latinoamérica acoge guerrillas y pactos con países cómplices del terror, Obama no se entera de que las guerras comienzan antes de pegar el primer tiro y que Estados Unidos y sus libertades son blancos de estas redes criminales.

Pero hubo más. Una de las frases más increíbles de este discurso fue la siguiente: “No podemos confundir el absolutismo con los principios, ni sustituir la política con el espectáculo, ni tratar los insultos como un debate razonado”. Esto lo dice el presidente que acaba de acusar a los medios críticos con su gobierno de trabar las políticas que él es incapaz de llevar a cabo, es el mismo Obama que estaba en Las Vegas con Eva Longoria de campaña presidencial mientras cuatro diplomáticos fueron asesinados en Libia por la falta de seguridad que él les negó. Es el mismo que hace deferencias al absolutismo al romper la libertad religiosa y al hacer oídos sordos al golpe de Estado llevado a cabo en Venezuela en diciembre pasado.

Barack Obama tiene cuatro años más por delante. Su discurso inicial del segundo mandato reveló ideas que encierran gran peligro. Al no mencionar los problemas económicos dejó entrever que no cambiará su fallida visión.

Obama dijo que la Declaración de Independencia contiene muchos “sin embargos” y que la “vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” deberían depender de una acción colectiva, porque los tiempos cambian y el individualismo está fuera de moda.

Barack Obama no ha cambiado. Imagina el futuro de la misma manera que lo hizo la primera vez que llegó a la Casa Blanca hace cuatro años cuando pedía aprobación a su “Ley de Recuperación y Reinversión de 2009”, que sería la herramienta para lograr en cuatro años, según prometió, un desempleo de 5.6% y una recuperación económica eficiente y sin daños colaterales.

Hoy el déficit presupuestario de Estados Unidos es cada vez mayor, la deuda tocó el récord histórico de 16 billones de dólares y el desempleo no ha bajado del 7.8% durante todo el período de la primera administración Obama.

El presidente, sin embargo, nos dejó una frase en su discurso que difícilmente podrá olvidar el mundo. Prometió “la paz en nuestros tiempos”, idéntica frase que en el año 1938 pronunciara ingenuamente el primer ministro británico Neville Chamberlain para referirse a la paz con Hitler.

Por el bien del mundo y por la libertad que está en juego, es el deseo de quién les escribe que la “paz en nuestro tiempo” sea un verdadero objetivo y no una visión torpe del mundo y sus tiranos. La única manera de lograrlo es preservando y defendiendo las libertades que los Padres Fundadores han legado a los americanos. Como bien dijo Ronald Reagan: “Si perdemos la libertad en Estados Unidos, no habrá lugar para escapar. Esa será la última batalla en la Tierra”.

Fuente: Espacio Republicano (Argentina)

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