Juan Montalvo Fiallos

No podemos imaginar a los “socialistas del siglo XXI” leyendo “Las Catilinarias” de Juan Montalvo Fiallos. ¿Y, porqué la duda? Pues, sencillamente porque de haber tenido inquietudes literarias, sabrían que la primera parte de esa obra fue publicada en 1.880 gracias al apoyo de Eloy Alfaro Delgado, utilizado arbitrariamente como referente histórico por la misma pandilla que también mancilla el ideario de Simón Bolívar.

También sabrían que la duodécima y última Catilinaria se publicó en 1.882 y que dicho esfuerzo intelectual pone de manifiesto el desprecio que sentía el novelista ambateño por todos los dictadores, especialmente por Ignacio de Veintemilla a quien consideraba inculto, salvaje y corrupto.

El título de esa obra de Montalvo lo toma de Cicerón (letrado romano del siglo I a.C y su famosa perorata hacia Catilina, político inescrupuloso de dicha era, ¿Hasta cuándo Catilina, abusarás de nuestra paciencia?). ¿Hasta cuándo Ignacio, abusarás de nuestra paciencia?

Si hubiesen leído tan famosa obra, los “sociolistos” quedarían atónitos y ofendidos, ya que llegarían a conocer que Montalvo en su primera catilinaria, financiada por el héroe de Montecristi, trata de la libertad. Que la segunda define lo que es tirano y tiranía. Que la tercera instiga a que el pueblo, especialmente el de Guayaquil, se levante y deponga al gobierno. En la cuarta acomete contra otros gobernantes no tan virtuosos. La quinta es moralista por lo cual señala que “Cada vicio es una caída del hombre”. En la sexta discute el concepto de civilización y barbarie. En la séptima catilinaria, con espíritu didáctico, presenta las ventajas de la educación para el desarrollo libre del pensamiento. En la octava recalca sobre los bienes de la cultura. En la novena se refiere a los centros de educación donde no se debe uniformar el conocimiento. En la décima y undécima embiste contra el expresidente Borrero, coterráneo del inimitable “Corcho”.

En la segunda catilinaria, Montalvo distingue entre los tiranos y los simples malhechores, afirmando que Veintemilla perteneció a este segundo grupo, por las canalladas que hizo y sus cualidades de bribón. Luego se refiere a los pecados capitales, indicando que Veintemilla sufrió de cada uno de ellos: soberbia, avaricia, ira, gula, lujuria, envidia y pereza.

Miguel de Unamuno, una de las figuras de la generación literaria española del 98, llegó a asegurar que un pasaje de la sexta catilinaria le hizo temblar hasta las últimas raicillas de su alma, al extremo de que se asomaron las lágrimas, “Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano, donde los estudiantes no hacen temblar al mundo”.

¡Si leyesen los “sociolistos”…!

Fuente: HACER