// you’re reading...

Colombia

Colombia: Tengo el corazón roto – por Fernando Londoño Hoyos

Compartir esta publicación:

Estas palabras que hoy dirijo a ustedes, queridos oyentes de La hora de la verdad, tienen la muy especial autoridad de quien vuelve desde las orillas de la muerte. Por supuesto que mi recuperación no es aun total, pero es suficiente como para que en estas notas editoriales diga lo que tengo que decir en estos momentos solemnes.

Si quienes tramaron este acto brutal, indecente, grotesco en todos sus aspectos, se jugaban la carta de que si yo llegara a sobrevivir – lo que parecia altisimanente improbable – me dejaran por lo menos roto el corazón, en eso alcanzaron éxito: Tengo el corazón roto.

La muerte del sargento Rosemberg Burbano, y de mi conductor Ricardo Rodriguez ha sido una de las pruebas más duras que emocionalmente he podido vivir, porque ellos eran mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis confidentes; y tenian conmigo esa especial relación que surge entre quien sabe que está todos los dias sentenciado a muerte y quienes dan su vida por impedir que esa sentencia se cumpla. Recordando una vieja frase que me llega desde la novela Risaralda de Bernando Arias Trujillo diria “que A ellos y a mí, en cierto modo, nos unia la tragedia”.

Qué corazones más grandes, qué almas más generosas, qué alegría y qué puntualidad en el trabajo, y qué desdén por todo lo que fuera calculado, secundario o ruín.

El sargento Burbano y Ricardo Rodriguez eran- como casi todos los colombianos- hombres maravillosos, creiblemente capaces; enfrentaban con alegría su destino, que servian su causa con destreza pero con inmensa generosidad.  ¡Cómo no me va a doler su partida!. Y como no me va a doler, que con esta nueva técnica del terror que pusieron en práctica las farc en este caso, no les hubieran dejado ninguna oportunidad para la defensa. ¡Ninguna!, era lo que, cuando menos, hubieran esperado de cualquier peligro o de cualquiera desventura.

El terror es cada vez más sucio, cada vez más tecnificado en la hipocresía, en el desconocimiento de todos los límites y en la perfección de sus ejecutorias.

Los colombianos tenemos que darnos por notificados de que está entre nosotros una nueva formulación del terror, que probablemente no sea de nuestra cosecha, que venga embasada en los odres nuevos o viejos de las acciones de la ETA y de otros partidos internacionales. Que no se nos olvide ese detalle.

Efectivamente tengo el corazón partido de dolor por la muerte de mis grandes amigos, de quienes fallecieron en últimas al pie de su deber. Qué emocionante es el espectáculo de un colombiano que lo da todo por el cumplimiento de las obligaciones de su trabajo, y de lo que considera grande y legítimo.

Pero si los autores de este atentado, tuvieron en eso la razón, una razón que se multiplica por el dolor que siento por los muertos y los heridos que el atentado dejó en otros colombianos desprevenidos, cuya suerte quedó ligada a la mía, por los destrozos que sufrieron tantas viviendas y tantos negocios, y por esa sensación de pérdida que deja siempre el terrorismo; la Verdad, la última Verdad, la que me jure decir costara lo que costara desde hace más de ocho años, es que la carga sentimental que padezco es muy alta, pero que aquí estaré en esta trinchera, cumpliendo estos designios, librando estas batallas.

Dios ha querido, en un acto milagroso suyo- como cualquiera lo puede comprobar con la visión de los hierros retorcidos en que quedó convertida la camioneta que me llevaba- que yo tenga una nueva oportunidad sobre la Tierra. Y esa oportunidad no es para la fuga, esa oportunidad no es para el silencio cobarde, esa oportunidad no es para una claudicación que venga a sumarse a tantas. Levantamos nuestra bandera con la misma ilusión con que lo hicimos ocho años atrás, cuando Radio Super nos abrió sus puertas para la Hora de la Verdad, y con  la misma fe con que lo haciamos hace apenas dos días cuando estabamos al pie de los designios de estos salvajes.

Eso significa queridos amigos, que seguiremos nuestra tarea, que re-emprenderemos la ruta iniciada, y que fieles a un estilo de periodismo que puede no ser mejor que ningún otro, pero que es distinto de todos los demás, vamos a continuar en la lucha por lo que nos parece Grande y Bueno.

Vamos a continuar la lucha por la Libertad, que no solamente es la nuestra, porque la libertad de prensa salió gravemente maltrecha de la jornada de este martes doloroso. ¡No! la Libertad es la de ustedes queridos amigos, para escuchar lo que hemos venido a saber en este inumerable plebiscito que hemos recibo desde nuestro lecho de dolor; que ustedes quieren en ejercicio de esa libertad oir cosas distintas de otras que pudieran oir; que ustedes quieren que se hable de una Patria Grande  y Digna; que ustedes quieren oir que se repita que solo la Libertad construye mundos nuevos; en todos los campos, en los muy afinados de la cultura, en los muy exigentes de la economia, o en el campo mismo de la sútil relación de los unos para con los otros y de todos para con el Estado que nos rige.

¡Y como aman la Libertad, aqui la seguiremos defendiendo! Defenderemos los altos valores por los que vale la pena vivir, por los que vale la pena arriesgar la vida si ese es el precio que halla que pagar en un país donde el salvajismo y el terror quieren sentar de nuevo sus reales. Esos valores tienen  que ver con la vida trascendente del Hombre, es decir con el Amor y el Temor de Dios.

Con el Amor y el Respeto por los demás seres de la Creación y especialmente por los demás seres humanos. En la Hora de la Verdad nunca hemos ofendido la Dignidad Humana, y nunca lo haremos. Defenderemos la dignidad del pueblo colombiano, que a veces quieren considerar algunos como su coto de caza para sus caprichos personales o para sus aventuras inconfesables.

El Pueblo colombiano merece respeto y es digno. El pueblo colombiano no puede ser sojuzgado; ni por la vía de la amenaza, de la violencia, ni por la via del halago, de la mermelada que le riegen sobre toda la tostada.

El colombiano es digno, el colombiano cree en su destino, el colombiano cree  en ese otro altísimo valor que es el de la Justicia. Esa justicia tan maltrecha entre nosotros, esa justicia que puede suponer tranquilamente el que nuestro caso siga la ruta tristísima que han seguido otros mucho más significativos, pero no menos impactantes en la conciencia ciudadana: el de Alvaro Gómez Hurtado o el de Luis Carlos Galán o el de tantos otros colombianos que murieron hace mucho tiempo y que nunca se sabrá – al menos en los estrados judiciales- quienes los mataron y por qué los mataron.

Los colombianos no quieren eso. Los colombianos, el más humilde todos ellos, el más desprevenido, cuando ve algo que le parece mal en las relaciones humanas dice: ¡Clamo por Justicia! Y en la Hora de la Verdad defenderemos la Justicia. La justicia de los más ricos, claro; pero sobre todo, la justicia de los más pobres, de los desvalidos; de la afligida clase media colombiana. Por esa justicia seguiremos luchando.

Y hay otro valor; en cuya prosecusión, en cuya realización no desmayaremos: el valor fundante de la Seguridad. Este país esta yendo por los abismos a los que llegó en el año de 2002. Estamos perdiendo a Colombia, estamos perdiendo la Patria, en un proceso continuo de disparates de los violentos y de inacción del Estado.

No estamos de acuerdo con las formulas de impunidad que se prometen, como las que pudieran conseguirnos la Paz. La injusticia, la claudicación nunca han llevado a la Paz, si acaso a una tregua indecente, a un apaciguamiento que es la antesala de un cataclismo moral y político.

Por esos valores volveremos a tomar nuestra bandera, queridos amigos. Esto puede ser muy pronto, será por supuesto lo que Dios disponga y lo que nuestros médicos ordenen, pero muy pronto estaremos al aire. Muy pronto como manana o como cualquiera de los proximos dias del mes de mayo. Y lo haremos con alegría, con fe, con decisión; sin que nos tiemble la voz, y sobre todo sin  que nos tiemblen los principios sobre los que se edifica esta aventura maravillosa que se llama la Hora de la Verdad.

No puedo dejar pasar estos minutos conmovedores sin decirles a todos ustedes que los amo y que aprecio infinitamente las manifestaciones de solidaridad y de respaldo que he recibido en estos momentos de dura prueba. Aquí todo colapsó, colapson el telefono, colapso el internet, colapsaron todos los medios tecnológicos modernos. Ha sido, no una simple manifestación multitudinaria, ha sido una verdadera oleada de simpatia y sobre todo de Amor, por la Hora de la Verdad, que nos compromete en grado sumo.

De esas manifestaciones, que han expresado con puntualidad y con generosidad que tenemos que reconocer, enemigos fundamentales o contradictores de nuestro punto de vista en la política o en los distintos escenarios de la vida social y de la vida humana. Gracias a ellos.

Que un personaje como Hugo Chávez desde Venezuela; o una persona tan duramente criticada por nosotros como el padre de Roux Provincial de la Compañia de Jesus; el que el Polo Democrático, que desde luego está en las antípodas de nuestro pensamiento; el que periodistas que no fueron leves con nosotros cuando estuvimos en el manejo de los asuntos del Estado, y que han sido muy duros compitiendo con la Hora de la Verdad; el que los representantes máximos de este gobierno – con el que dolorasamente no estamos de acuerdo en muchas de sus ejecutorias- nos hagan llegar su afecto, su solidaridad sincera, casi dijeramos que su camaderia encendida en las hogueras de la defensa de los derechos fundamentales del Hombre como se llamaron desde la Revolucion Francesa y en la defensa de los principios tutelares de la Cultura Moderna, nos obliga a mucho, a tanto, que en este momento de crisis personal y burlando un poco la voluntad de nuestros medicos, hemos dedicado un espacio inusitadamente amplio para hacerles llegar con este editorial, nuestra voz de congratulación y de respeto por este pueblo maravilloso y por todas las instituciones que amigas, o nada cercanas, nos hicieron llegar sus parabienes en momentos tan difíciles.

Es tan grande este plebiscito que no puede significar menos. La Hora de la Verdad sufre, ha sufrido mucho, pero no se rinde; nuestra palabra no se va desvanecer y sabemos que no se pierde en el tiempo. Esa fue la suprema certeza a la que llegamos en estos momentos de crísis cuando todos ustedes, queridos oyentes, nos hicieron llegar una palabra de afecto, y más que de afecto, una palabra de Amor.

¡Gracias a Todos! Y hasta muy pronto.

Fuente: La Hora de la Verdad (Colombia)

Escuchar el editorial completo en audio aqui.

(Total: 99 - Today: 1 )

Discussion

One comment for “Colombia: Tengo el corazón roto – por Fernando Londoño Hoyos”

  1. ESPECTACULAR!!!! OJALÁ LOS PERIODICOS DE ACÁ TUVIERAN PERIODISTAS ASÍ DE CLAROS.

    Carta abierta a los colombianos:
    Regresan a la putrefacción de un régimen político y judicial cómplice del terrorismo y la mafia.
    Por Jacques Thomet
    Blog Un Journalisme d’Investigation, Paris
    http://www.jacquesthomet.com/
    En el histórico repunte de los años de Álvaro Uribe, ustedes reencontraron el orgullo de enarbolar la bandera colombiana en sus ventanas, su dignidad de hombres y mujeres finalmente liberados del miedo, pero sobre todo su libertad de ir y venir por su país sin arriesgar la vida.
    Por desgracia eso sólo fue un sueño hecho realidad durante un Eldorado de ocho años (2002-2010), bajo la mano férrea de Álvaro Uribe, un paréntesis primero mutilado y luego minado antes de su inminente destrucción por el régimen político-judicial actual, bajo la presidencia de una “mano negra”: la de su jefe de Estado, Juan Manuel Santos.
    Para sobrevivir, vivir bien y evitar los obstáculos, como un caballo ante la barra en una competencia equina, su presidente se amancebó, sin decirlo, pero haciéndolo, con todos los enemigos de vuestra democracia. Los terroristas de las FARC, animados por la debilidad del gobierno ante sus cómplices, han reanudado sus brutalidades en todo el país. Bajo la bota del nuevo presidente, los jueces se regodean poniéndole fin a la persecución de los cómplices de los guerrilleros, en Colombia y en el extranjero.
    Algunos ejemplos: el abandono de la investigación contra un vasallo de las FARC, Wilson Borja; la ausencia de inculpación de Piedad Córdoba, una cómplice activa y probada de esos mismos criminales (ver mis archivos); y la decisión de Bogotá de no solicitar la extradición de un agente de las FARC en Chile, Manuel Olate. ¿La razón? Las pruebas contra esa gente, encontradas en los computadores de Raúl Reyes –ex número dos de las FARC, muerto el 1 de marzo de 2008– no pueden ser invocadas como pruebas porque ese decomiso fue considerado como “ilegal” por los jueces cómplices de los asesinos, por haber sido éste realizado a un kilometro dentro del Ecuador, a pesar de la presencia allí de los terroristas colombianos.
    Yo puedo testimoniar de esa realidad ecuatoriana, pues mis entrevistas con Raúl Reyes en marzo de 2004, publicadas por la AFP, se llevaron a cabo en esa área dentro de Ecuador, y no en Colombia.
    En un discurso de esta semana, ante los productores de café, Santos denunció la existencia de una “doble mano negra” en Colombia, una de extrema izquierda y otra de extrema derecha. Esta última serían los periodistas que tienen el valor de criticar su deriva en favor de los terroristas.
    Si hay una “mano negra” en este bello país, famoso por la competencia, la dedicación, la amabilidad y la pasión por el trabajo de su pueblo, que yo conozco bien, esa es la de Juan Manuel Santos. Este heredero del poderoso grupo mediático El Tiempo, nacido con cucharita de plata en la boca, y formado por su familia para que fuera presidente un día, es la copia exacta de los Presidentes de pacotilla, entre serios e irresponsables, que vacilan entre dos aguas, que los 46 millones de colombianos se han dado en la historia reciente, con la excepción de Álvaro Uribe, quien confirma esa regla no escrita.
    Una verdadera mafia dirige de nuevo este país, como en los tiempos de Ernesto Samper, el presidente liberal (1994-1998), que fue financiado por el cartel de Cali por la suma de seis millones de dólares. Su cómplice fue “suicidado”, su ministro de Defensa, Fernando Botero (hijo del famoso pintor y escultor), fue condenado a 30 meses de prisión antes de partir al exilio en el extranjero, y una gran cantidad de testigos liquidados.
    El Magistrado Arrubla y Juan Manuel Santos
    Exceptuado de condena por un Congreso a su servicio, este siniestro corrompido, que sigue campante en Bogotá, tiene prohibida la entrada a los Estados Unidos pero conserva su poder de hacer daño, como lo demuestra el nombramiento de gente suya a altos cargos, como Viviane Morales, nombrada Fiscal General de la Nación en 2010 por Santos.
    Los próximos días nos dirán si esa mujer (amante de Lucio Pabon, ex-M19), la primera que llega a esa responsabilidad en Colombia, abraza o no la causa de una justicia independiente, en un país donde los jueces de la Corte Suprema están al servicio de la mafia y de los terroristas, como lo he demostrado en mis innumerables artículos.
    Las dudas me asaltan a priori. Durante casi dos años, al final de su segundo mandato, Uribe sufrió un golpe de Estado jurídico de parte de esa misma Corte Suprema, que se negó a elegir, a pesar de lo que exige la Constitución colombiana, a uno de los tres magistrados propuestos por el presidente para el cargo de Fiscal General. Recién elegido, Santos se arrodilló ante el dictado de esos magistrados y aceptó presentarles una nueva terna. Así fue como fue designada Viviane Morales.
    Pero no descarto que haya una buena sorpresa, si esa alta funcionaria, francófila, francófona y, por lo tanto, imbuida de las virtudes de la independencia judicial, llega a poner fin al suplicio del coronel Alfonso Plazas Vega.
    Este héroe de la lucha contra el M-19 fue condenado el año pasado a 30 años de prisión por una juez, con pruebas falsas, por la supuesta desaparición de once sobrevivientes de la masacre causada por ese grupo terrorista, contra casi un centenar de magistrados que fueron tomados como rehenes y asesinados por los asaltantes del Palacio de Justicia de Bogotá, que los terroristas incendiaron para destruir los archivos contra los barones de la cocaína que estaban a punto de ser extraditados a los Estados Unidos. El jefe de los traficantes, Pablo Escobar, le pagó seis millones de dólares al M-19 para que realizara esa operación.
    Las revelaciones de esta semana del periodista independiente Ricardo Puentes, quien ha sido amenazado de muerte, confirmaron el montaje hecho contra el coronel Plazas. El principal testigo de cargo, Edgar Villamizar, acaba de declarar ante el Procurador General, Alejandro Ordóñez, que nunca estuvo presente durante el ataque al Palacio de Justicia de Bogotá en 1985, y que su presunta confesión no había sido firmada por él.
    Esta dramática revelación confirma todo lo que he escrito sobre este tema desde hace dos años. Una justicia corrupta en manos de la mafia y de los terroristas, sigue haciendo de las suyas en Colombia, con la “bendición” de las autoridades, incluido Juan Manuel Santos.
    Traducido del francés por Colombian News

    Posted by jose perez | July 14, 2012, 11:15 am

Post a comment

Connect to HACER.ORG

FB Group

RECOMMENDED BOOKS

Support HACER today!

HACER is a tax-exempt organization under Section 501 (c)(3) of the Internal Revenue Code, our supporters will find their donations to be tax-deductible. Donate online now!