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Colombia

Colombia: Santos, ¿el troyano de las FARC? – por Raúl Lombana Hernández

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Santos parece haberse convertido en el troyano que fue inoculado al interior de la sociedad colombiana a través de una falsa imagen que se usó como fachada y que poco a poco ha empezado a ralentizar y destruir a Colombia. Igual que los troyanos informáticos, Santos ha infectado con el virus de las FARC a la sociedad colombiana y amenaza con formatear la historia política colombiana al permitir en un plazo muy corto sentar en el Solio de Bolívar a un cabecilla de las FARC.

El presidente Santos, sin lugar a dudas, está obsesionado con ocupar sitiales de honor en la historia política colombiana y para lograrlo parece no escatimar gasto alguno. El sequito que rodea al mandatario parece estar imponiéndole una agenda mezquina que solo busca catapultarlo a escenarios internacionales a un costo elevadísimo para la seguridad y el bienestar de los colombianos.

Para el pueblo colombiano era impensable hasta hace dos años que el estado de zozobra y terror invadiera de nuevo a la sociedad. Hoy, por cuenta de la deplorable actuación del mandatario y sus colaboradores, el terror ha vuelto hacer parte de la cotidianidad de los colombianos. El gobierno ha permitido que de nuevo los narcoterroristas de las FARC le impongan la ración de dolor a este pueblo martirizado durante décadas, pero que tuvo ocho años de tranquilidad. La seguridad durante los ocho de gobierno Uribe se había convertido en un activo vital para el resurgir del bienestar de Colombia.

Por la forma como Santos cambió de agenda tan rápidamente una vez logró obtener los votos del Uribismo y alcanzar la presidencia de la república ratifica que el actual mandatario tenía una carta marcada que se la jugaría a favor del grupo terrorista de las FARC.

Durante su labor como ministro de defensa del gobierno Uribe, Santos ocultó su interés y afinidad por el destino de las FARC llevado por la presión del pueblo colombiano quien le clamaba al gobierno acabar de una vez por todas con la presencia de la estructura terrorista de suelo colombiano. Los golpes propinados por las fuerzas armadas colombianas a los cabecillas de esa banda narcoterrorista aplazaban los planes que tenía Santos para las FARC.

Ahora bien, la decisión de Santos de girar drásticamente y echar al tinaco la política de seguridad democrática del gobierno Uribe era un plan previamente diseñado por sus más cercanos amigos quienes durante décadas han sido proclives, por no decir aliados, de las FARC desde la civilidad.

No se puede ocultar que miembros de la clase política bogotana y otros sectores de la sociedad capitalina en el pasado fraguaron y contribuyeron con la creación de grupos al margen de la ley con los que buscaban amedrentar a sus contrincantes políticos. Antes de la conformación del Frente Nacional, la lucha entre conservadores y liberales llevó a que estos últimos crearan escuadrones armados a su servicio que actuaban como brazo militar.

Es de rumor público la afinidad del hermano del presidente Santos, Enrique, con los grupos de izquierda y de los movimientos guerrilleros que se gestaron en Colombia en el pasado. Incluso, hay fotos que circulan por las redes sociales y las que muestran las reuniones clandestinas entre Enrique Santos y Jacobo Arenas, uno de los fundadores de las FARC.

Lo anterior explica porque desde la llegada de Santos a la Casa de Nariño, las FARC han tomado una bocanada de aire después de ocho años de asfixia en la que las tuvo el gobierno de Uribe.

Las muertes de los alias Mono Jojoy y Alfonso Cano durante el gobierno Santos se debieron exclusivamente a la dinámica que traían las fuerzas armadas colombianas, es decir, ya eran planes preparados y los cuales no tenían marcha atrás. El presidente Santos lo que hizo después fue frenar esa dinámica al anunciar que las operaciones militares se harían sobre los mandos medios y no sobre los lideres.

Las fuerzas armadas están siendo maniatadas desde el mismo gobierno. Su capacidad bélica está siendo diezmada. De forma intempestiva los militares han pasado de la ofensiva a la defensiva de manera inexplicable. Todo lo anterior ratifica que la agenda previamente diseñada por Santos y su sequito está siendo puesta en marcha.

El cambio de posición frente al gobierno venezolano no fue más que un punto de esa agenda. El restablecimiento de las relaciones con Venezuela, a pesar de que el gobierno de ese país sigue amparando y financiando a las FARC, fueron un pretexto para ocultar la verdadera intención del gobierno de Santos que no era otra que bajar la presión internacional sobre las acusaciones hechas por el gobierno de Uribe ante la OEA sobre la presencia de las FARC en Venezuela.

Las conversaciones que mantienen de manera clandestina con los hermanos Castro no puede tener otro fin diferente que la de permitirle a las FARC que retomen sus acciones militares en contra de las fuerzas armadas colombianas y del pueblo colombiano. Los ataques sistemáticos que han venido realizando las FARC durante el gobierno de Santos ratifican que las relaciones internacionales de los aliados de esta estructura terroristas con el actual gobierno han dado los frutos esperados.

Nada de lo que está sucediendo en Colombia en cuanto al orden público es casual. Todo parece confirmar la estratagema que han diseñado las FARC en complicidad con miembros de la clase política colombiana, y que cuenta con el respaldo internacional de Cuba y Venezuela, y que busca que sus cabecillas se afinquen en el poder en Colombia. Alias Iván Márquez y Timochenko son los beneficiarios directos de la cruzada internacional de los aliados de las FARC que han logrado que el gobierno apoye y financie con “mermelada” una reforma constitucional, que han bautizado sus ponentes como “Marco legal para la paz”, que busca exonerarlos de todos los delitos cometidos, incluso de delitos de lesa humanidad. Para lograrlo, será a través de la aplicación de la justicia transicional.

La estrategia implementada por el gobierno Santos no es más que lograr la paz negociada con las FARC a costa de los millones de victimas de ese grupo terrorista. Santos parece querer sellar su vida pública con honores untados de sangre de millones de colombianos que fueron violentados durante décadas por el grupo narcoterrorista de las FARC. Para él, poco parece importarle el dolor y sufrimiento de miles de familias colombianas. Para él, lo único que parece importarle es ser recordado como el presidente que logró sellar la paz en Colombia a costa de sentar en el Solio de Bolívar a un cabecilla de las FARC y él coronado con un premio internacional.

Así que, Santos, sin lugar a dudas, se ha convertido en el presidente más útil que han tenido las FARC durante los últimos cincuenta años. Incluso, se ha convertido en el alfil de la estructura terrorista que les abre las puertas del poder en Colombia.

Fuente: CPPC (Colombia)

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