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Colombia

Colombia: Política sin identidad de patria – por Jaime Castro Ramírez

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La herramienta fundamental de trabajo para los gobiernos es la política, pero entendida como verdadera política de programas de gobierno y de dirección del Estado. Un gobernante jura cumplir la responsabilidad constitucional de dirigir el buen destino del país para bien de sus gobernados, y dirigir también con mucho acierto la nave de la institucionalidad para mantener la solidez del Estado de derecho.

La democracia, como gobierno de la mayoría, tiene como característica relevante que el pueblo toma las decisiones colectivas por medio del mecanismo indirecto de representación, es decir, a través de personas a quienes extiende la autorización de legitimidad en las urnas para ser sus representantes. El pueblo es entonces por principio el origen de la política, con lo cual convierte la política en el origen del poder. En consecuencia, la política como tal tiene su propia identidad natural, sin vicios de fondo ni de forma; sin embargo, su éxito no depende de su originalidad sino de la visión y honestidad de quien la ejecuta, es decir, del gobernante, o representante de la sociedad.

La política actual en Colombia

Es, por decir lo menos, desafortunada la acción de la política colombiana en manos de los personajes que dicen ser los líderes de los partidos políticos, pues estos no tienen en mente una plataforma programática de defensa de políticas públicas, cuyo objetivo sea converger en un proyecto de cambio de estrategias para beneficio social, sino que se han dedicado a la “política rastrera” de preocuparse solo por reclamar posiciones burocráticas, es decir, que lo que prima para ellos son los intereses personales, y en consecuencia, con mucha facilidad han confundido la política con la politiquería clientelista. Definitivamente demuestran que su pobreza en cultura política es total, que la filosofía política y sus postulados de acción no les interesa conocerlos, y por lo tanto consideran que no es materia de su profesión.

Claro está que este escenario perverso de la política actual, ha sido liderado por el propio presidente de la república, pues así canaliza sus pretensiones personales a través de centralizar las fuerzas partidistas en un monólogo político, al que ha llamado “mesa de unidad nacional”, donde solo se identifican como “hechos políticos” lo que diga el presidente, y lo cual es aprobado sin reparo alguno, sin el análisis político requerido. Valga decir que invalida el ejercicio de la oposición para evitar el debate de las ideas, lo que equivale a prescindir del control político y desvirtuar esta parte fundamental de la democracia. Y si quien ejerce la cabeza de la administración da por hecho que los medios justifican el fin, y no dirige la acción de gobierno con visión de estadista, pues es muy improbable lograr que el país obtenga la reciprocidad de buen gobierno a la que aspiran los colombianos al acudir a las urnas a elegir.

La historia debiera ocuparse de registrar hechos de lógica política, léase ponderar la actuación de gobernantes y dirigentes políticos en su misión que les corresponde de mostrar gestión social y por consiguiente mostrar resultados de beneficio general. Sin embargo, son muchos los que se distinguen es por incursionar en escenarios mezquinos donde encuentran el beneficio a su infortunada conducta individualista.

La buena política es además la materia prima con la que se construye el progreso de las naciones, pues en base a ella se toman las decisiones de gobierno que impulsan el fortalecimiento de las economías, y el consiguiente progreso general; es decir que se puede llegar a una fácil y obvia conclusión: si hay buena política, hay buena economía y bienestar social. Y se puede concluir también en que los países llamados tercermundistas permanecen en la condición de economías emergentes porque generalmente adolecen de las dificultades políticas aquí mencionadas, lo que conlleva también a graves problemas de corrupción que conducen a un estado de postración económica, pues no crean riqueza, sino que a cambio lo que hacen es consolidar grandes déficit fiscales, con lo cual contribuyen a incrementar la pobreza en la población. El dinero que desaparece por actos de corrupción es el dinero de las obras sociales (salud, educación, recreación, vías de acceso, transporte masivo, etc.), o dicho de otra forma, es el dinero de la gente pobre, que luego se queda en el bolsillo de unos bandidos.

Política a ritmo reeleccionista

El artificio presidencial de convocar la coalición o alianza política que dio origen a la mencionada “mesa de unidad nacional”, por el perfil burocrático que maneja, pareciera orientada, no a la aprobación de grandes temas, como por ejemplo la reforma de fondo que requiere la justicia colombiana, reforma al sistema pensional poniéndole un límite razonable a las pensiones más altas, darle cuerpo cierto institucional a la justicia penal militar, etc., sino que lo que persigue es a beneficiarse con la mecánica electoral clientelista, seguramente pensando en la instancia de la reelección presidencial.

Esto tiene una explicación, y es que el capital político que eligió a Santos era totalmente ajeno, y ahora, por deslealtades con su benefactor político, ya no tiene ese apoyo, y entonces tiene que buscar los votos a través de maquinaciones políticas alimentadas por las concesiones burocráticas. Infortunadamente, a esto se reduce el talante de la política colombiana, al cálculo electoral para beneficio personal.

De tal manera que no puede ser más preocupante el vacío de buena política de gobierno al que estamos enfrentados los colombianos. Esto significa, ni más ni menos, que aquí no se cumple lo que dijo alguna vez el general y líder político Benjamín Herrera: “La patria por encima de los partidos”, sino que ahora este principio se cambió por “política sin identidad de patria”. Se ha llegado a un maquiavelismo donde se urden pasiones políticas desprovistas de buena fe y de sentido social.

Y por si algo faltaba a propósito del tema electorero, en Colombia ha ocurrido tal vez lo impensable para quienes analizan razonablemente temas políticos. Es normal que la gente se organice motu proprio en manifestaciones de reclamo al gobierno por el no cumplimiento de compromisos con la sociedad; sin embargo, ahora es el propio presidente de la república quien cita a manifestaciones populares, presididas por él (como ocurrió en el primer caso en el estadio de Barranquilla, y las demás que dice va a organizar), dizque motivadas por la ley de víctimas y restitución de tierras. Lo que tiene que hacer como gobernante es cumplir lo que ordena dicha ley, y no hacer política con ella. Esto se le puede convertir posteriormente en lo que dice el dicho: “ir por lana y salir trasquilado”, pues ya veremos qué ocurre cuando la gente vea que no le cumple con la indemnización en dinero, o que tampoco le cumple la promesa de protegerle la vida de los campesinos reclamantes de tierras. A partir de un posible escenario de esta índole, veremos entonces qué pasará con la tergiversación de la política, reemplazándola por la premeditada estrategia politiquera de la “mesa de unidad nacional”.

AL MARGEN: Del apaciguamiento al regreso del terrorismo es el resultado de haber cambiado en Colombia lo que estaba funcionando con eficacia en defensa de la seguridad nacional.

Fuente: Atrabilioso (Colombia)

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