Lo que puede estar pasando es que exista la preocupante posibilidad de que el alcalde Petro tenga una doble personalidad.

“Valiente, inteligente, creativo”, dice sobre Gustavo Petro uno de sus mejores amigos, Daniel García- Peña, en su carta de renuncia al cargo de la alcaldía. Pero, enseguida, ese mismo mejor amigo le recomienda al Alcalde que no se vuelva un déspota de izquierda, y lo previene sobre su terrible fama de funcionario impuntual, “lo cual revela un profundo irrespeto por los demás”.

Eso se lo habría podido decir a Petro, con idénticas palabras, uno de los miles de colombianos seriamente aterrados con el estilo del Alcalde, que comienza a sugerir la posibilidad de que la persona que está a cargo de las riendas de Bogotá no sea un hombre completamente cuerdo.

Especialmente en la última semana se nos han empeorado esos temores. Removió a la mitad de su gabinete e informó de su reemplazo a través de los medios. Lanzó un confuso plan de reacomodo del pico y placa (que incluye partir a Bogotá en dos, como separadas por un semimuro de Berlín, entre una zona transitable siempre y otra solo en días pares o impares), que el propio Petro es el primero en advertir que “puede fallar”. Redujo la inauguración del SITP a que el 30 de junio los buses rojos tendrán dos paraderos. Y canceló de manera autoritaria y avasalladora las corridas de toros en la ciudad, desconociendo que las minorías a las que les fascina ir a toros son tan minorías como las que protestan en la calle porque les repugna que maten al toro en el ruedo. El resto de colombianos es una mayoría silenciosa ante las corridas, por ignorancia o por indiferencia. Pero que en una encuesta de opinión -en las que se recuesta Petro- esa mayoría probablemente se exprese contra el sufrimiento de un animal: poca gente a la que le pregunten si le gusta lo contrario (que un animal sufra) diría que sí. Ahora. No es que el destino de un toro que no es de lidia sea morir de muerte natural. A todos los acuchillan, sin anestesia, sin misa, solo que sin aplausos a su casta. ¿Petro usará cinturones y zapatos de cuero elaborados con el sacrificio de estos otros toros? Si fuera Gandhi el que dijera que hay que prohibir las corridas, lo apoyaría, por su coherencia con la ‘ahimsa’ (filosofía de la no violencia de pensamiento, palabra o acción). Pero algo va de Gandhi a Petro. Y no lo digo por enrostrarle su pasado guerrillero. Jamás. Soy una firme convencida de la política de la reconciliación nacional. Si Petro mató o no mató, es algo que el Estado colombiano ya le perdonó. Lo que me preocupa no es que haya sido guerrillero, sino lo que ha revelado que piensa después de haber sido guerrillero. En una entrevista para Semana dijo el 4-12-2010: “… Si me volvieran a poner una Constitución como la del 86, pues me toca volver a ser sedicioso”. Según el diccionario de la academia, sedición es el “alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar”. Es decir, este hombre que defiende la vida del toro no descarta volver a empuñar las armas si llegara a considerar que no le gusta una reforma constitucional futura. En otra entrevista con Semana, del 7 de enero de este año, Petro tiene esta sorprendente reflexión: “¿Era necesaria la fase armada en los años del Estado de Sitio? Es difícil responder esa pregunta”. No, Alcalde. La pregunta no es difícil de responder. A usted se le dificulta porque aparentemente cree que, cuando a Colombia la gobernaban con facultades extraordinarias de Estado de Sitio durante las crisis del país, autorizadas constitucionalmente por el entonces artículo 121, usted justificaba la lucha armada de unos colombianos contra otros colombianos. ¿Es este el mismo hombre que no quiere que maten a los toros?

Lo que puede estar pasando es que exista la preocupante posibilidad de que el alcalde Petro tenga una doble personalidad.

Había una vez… Cuando contábamos entre nosotros con ese ser humano excepcional que fue Camilo Durán Casas.

Fuente: El Tiempo (Colombia)