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Colombia

Colombia: La Ley de Guerras – por Fernando Londoño Hoyos

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Nos pusimos a revolcar la memoria para tratar de encontrar un episodio histórico parecido al de “meterle pueblo” o “base social” a la Ley de Tierras, ahora promovido por el presidente Santos y sus compañeros de travesía populista en el Gobierno.

Y a fe que nos costó trabajo. Porque en la reciente historia de la democracia colombiana, los últimos 50 años para precisar, nunca hubo nada parecido. Los gobiernos hacen cumplir las leyes. Es lo que la Constitución les ordena y pone para ello a su disposición el vasto arsenal de poderes de los que dispone para doblegar recalcitrantes y vencer enemigos. Por eso, en tan largo trayecto histórico, no se nos atravesó fenómeno parecido. Los que protestan son los ciudadanos; los que se convierten en medio de presión a favor o en contra de las leyes, son ellos; ellos los que salen a los campos o a las calles para exigir determinado comportamiento del Estado. Pero el Gobierno, ¿qué hace moviendo gente, con recursos públicos y con toda la parafernalia de comunicación que posee para pedirse a sí mismo celeridad, eficacia, justa aplicación de la fuerza?

La Historia Universal es rica en tales actos de movimientos de masas, más frecuentes y agresivos mientras más débil parece el Estado ante la opinión pública y mientras menos dispuesta se muestra a seguir sus mesiánicos líderes. Mussolini era genio de estas demostraciones. No solo los “fascios” sino los ciudadanos más neutrales terminaron pidiéndole que conformara el Eje y le declarara la guerra a Occidente. Hitler era amo y señor de estas demostraciones, más agresivas mientras menos legítimas y espontáneas parecían. Fidel Castro llenaba la plaza 26 de julio con repugnante frecuencia, para probar cuán popular era la Revolución que arruinaba física y moralmente a los cubanos. Y por esta Suramérica nuestra, ¿quién sino Perón fue el soberbio impulsor de multitudes para justificar el único caso de milagro económico al revés, es decir, la conversión de un país rico en pobre país del tercer mundo?

Con razón nos quedaba difícil encontrar en la vida nuestra algo similar. Los gobiernos de Colombia han sido relativamente tímidos en el uso de las masas para buscar respaldos mentirosos. Y el pueblo colombiano es bastante díscolo en aquello de dejarse manipular por artificios y milagreros. Pero al fin, ¡Eureka! nos asistió el recuerdo. Fue el General Rojas Pinilla el que quiso meterle pueblo a sus desafueros y para aquello creó la Tercera Fuerza que nunca olvidaremos, así la viéramos tan niños, no por desatada y victoriosa, sino por abusiva y grotesca. Sí señores. Lo del presidente Santos no se veía por estos andurriales desde los lejanos años de 1956 y 1957. Con razón no se había repetido. Los populistas colombianos, cuando los hubo, sintieron miedo de repetir una historia tan lánguida, perversa y fracasada como la de Rojas. Por eso tuvo que aparecer Santos, que no vivió aquel desastre, aconsejado por muchachotes que tampoco lo vivieron y que no se han tomado el trabajo de consultar la historia, el que intentara una cosa semejante.

Las leyes no necesitan este tipo de defensas. Si el Ministro de Agricultura hubiera estudiado la Filosofía del Derecho que trató de enseñar, sabría que antes de su vocación coercible, las leyes se defienden por la justicia que encarnan, por el sentido común que las justifica, por las aspiraciones del pueblo que coinciden con sus mandatos.

Santos es el primero que no cree en la Ley de Tierras. Sabe que para quitarle le tierra a los bandidos, en lo que todos le haríamos barra sin concentraciones ridículas, no hacen falta estos alardes. Pero si se trata de quitarle la tierra al que es su legítimo propietario, para despojarlo con argucias jurídicas y el uso indebido de la Policía, jamás justificará esa iniquidad con marchitas o concentracioncitas como la de Barranquilla. Para eso necesita una dictadura tan insensata y destructiva como la de Chávez, su nuevo mejor amigo. ¿En tan malos ejemplos descansais, querido Presidente?

Fuente: La Patria (Colombia)

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