Las Farc no buscan hacer política mediante la demanda del voto ciudadano. Lo que piden son curules regaladas.
Nadie nos va a encontrar por el camino de los agravios. La señora Rueda y el médico Barreras pueden buscar en otros ambientes quién les acepte esa vieja y mala técnica del debate y quién se deje extraviar por aquellos vericuetos donde el discurso se pierde y la razón se ofusca.
Venimos sosteniendo que la impunidad total que reclaman las Farc es una monstruosidad política y un imposible jurídico.
Tampoco nos engañan con la mala historieta de la participación en política. Lo primero, porque supone un premio inconcebible para quienes siguen maltratando la nación con sus crueles acciones. Hablar de semejante tema con quienes tienen secuestrados miles de niños para convertirlos en monstruos criminales y en esclavos de los peores amos, es una ligereza verbal y una perversión axiológica. Y si son los mismos que destrozan dos personas por día con sus minas cobardes, y los que despedazan selvas y ríos para enriquecerse fabulosamente, y han destruido centenares de aldeas con sus bombas prohibidas, y mantienen en extorsión permanente al empresario y al campesino, muy mal podrían recibir el encargo de manejar los asuntos públicos, sagrados en cualquiera democracia.
Pero digamos la verdad, porque para mentiras no estamos. Las Farc no buscan hacer política mediante la demanda del voto ciudadano. Lo que piden son curules regaladas, para sumarlas a las que ganen con la intimidación de sus armas abandonadas en “dejación” y con las que vengan del vecindario moralmente afín. En pocas palabras, quieren el poder. Que es lo que no estamos dispuestos a entregarles. La Historia, madre y maestra, nos recuerda lo que pasa cuando unos aventureros doblegan a los pueblos.
Bajo las órdenes del presidente Uribe Vélez contribuimos a reconstruir el Ejército que había desmantelado cierto Ministro de Hacienda. Fue menester una Conmoción Interior y un impuesto al patrimonio que los colombianos pagaron, más que con dinero, con una nueva fe. Así le arrebatamos a las Farc medio país que tenían en sus garras. Y las condenamos a vivir como alimañas en las selvas más oscuras. De esas guaridas quieren saltar al poder sobre los hombros de ciertos vanidosos. Narciso se sigue mirando en las aguas del estanque.
Fuente: El Tiempo (Colombia)
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