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Colombia

Colombia: Con esos amigos… – por Ernesto Macías Tovar

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La referencia de haber sido Juan Manuel Santos -1997- quien propusiera una “zona de despeje” y una asamblea constituyente tras un diálogo con las Farc, hoy causa enorme preocupación su obsesión y el afán para firmar un acuerdo con ese grupo terrorista, al costo que sea.

En los testimonios del libro “Mi Confesión” el paramilitar Carlos Castaño narra que en una reunión suya con Víctor Carranza y Juan Manuel Santos acompañado del periodista Germán Santamaría, el hoy mandatario aceptó liderar un proceso de diálogo con las Farc y enfrentar políticamente a Samper -presidente de entonces-. Y que en aquella ocasión, afirmó en una rueda de prensa: “Presidente, la paz está de un cacho, apártese”.

Por eso no extrañan los calculados pasos que se están dando hoy desde la Casa de Nariño, los cuales vislumbran los incalculables alcances de esa obstinación presidencial.

Causa especial curiosidad la permisividad del gobierno con los shows de las liberaciones; un ejemplo reciente es el caso de Langlois o “invitado” de las Farc, episodio del cual no se ha explicado por qué fue transportado en helicóptero militar hasta el presunto secuestro ni el despeje de la zona para su regreso, lugar en donde ocho días después el mismo grupo asesinó también a un bebe y tres personas más.

Son elocuentes: los mensajes subliminales de Santos al reiterar que tiene las llaves de la paz en su bolsillo; las generosas concesiones que ofrece el ‘marco para la paz’ con vocería política; inhibirse de responsabilizar a las Farc de atentados terroristas; querer mostrar gestos de paz donde no existen; y vincular a ciertos personajes extranjeros conocidos por sus posiciones radicales anti estatales.

Es deshonroso que Santos a través del senador Barreras, cabeza visible del santismo coyuntural, acuda al señor Vivanco de Human Rights Watch para consultarle el texto del “marco para la paz”; Vivanco opina que solamente los Estados violan los derechos humanos y ha sido duro crítico de presuntos “crímenes de estado” y frío observador de actos terroristas de las Farc; pero Santos lo trata como amigo. Asimismo, admite asesorías en derechos humanos del español Baltasar Garzón, a quien el Tribunal Supremo de su país condenó e inhabilitó por 11 años por graves delitos; igual, desde un comienzo es otro amigote del gobierno.

Y, no sobra recalcar que Santos mantiene aparentes relaciones diplomáticas con su “amigo” Chávez, protector de las Farc, y con Correa quien recibió dinero del grupo terrorista para su campaña a cambio de permitir la instalación de campamentos en su país. Todo para lograr la firma de cualquier “acuerdo”.

Sin embargo, de esas amistades son más los perjuicios que recibe el país que los réditos personales que cree recoger Santos para sus propósitos. Y conociendo de antemano la respuesta de las Farc a los gestos dadivosos que en el pasado les han dado, no se requiere mayor esfuerzo para saber cuál será la réplica a la impunidad y otros regalos legales que hoy les quieren entregar. Luego, nada bueno le quedará al país de esas nuevas amistades del Presidente, las cuales tienen claro el beneficio que reciben. Aquí aplica el adagio popular: ‘con esos amigos para qué enemigos’.

Fuente: El Espectador (Colombia)

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