Con los salvajes y demenciales episodios del pasado 9 de marzo en Bogotá, quedaron en evidencia, no solamente, los graves problemas de cultura ciudadana y de gobernabilidad.
Cerca de un millón 200.000 votos pusimos en Antioquia para que el actual ocupante del Palacio de Nariño, a título de préstamo rigiese, con los principios de gobierno aplicados por su antecesor. Estamos verracos por el deterioro de la seguridad; el desmedro de las inversiones en Antioquia; y por las trabas a todo lo que aquí queremos emprender para el beneficio del departamento y el país.
Los generales Alejandro Navas y Sergio Mantilla, comandantes de las Fuerzas Militares y del Ejército, no tienen dudas al respecto: aseguran que un cese bilateral del fuego, como el que han vuelto a plantear las Farc para hablar de paz, solo le serviría a esa guerrilla y en cambio les saldría muy caro a los colombianos. Aseguran que no es seguro que los últimos mensajes llamando al diálogo sean en realidad de ‘Timochenko’, máximo jefe de las Farc, y advierten que en la cúpula de las FF.MM. hay plena unidad. Las Fuerzas Militares tienen un nuevo plan, ‘Espada de Honor’.
Estamos seguros que nuestro alcalde guerrillero Gustavo Petro la sacó del estadio con la manifestación que él mismo montó y puso en marcha para atacar el sistema de Transmilenio. Gustavo Petro quiere acabar o “renegociar” los contratos con los socios de Transmilenio por otra razón; una sencilla razón: No lo dejaron robar a él. Las administraciones pasadas –como se destapó recientemente- recibieron multimillonarias comisiones por las etapas de ese sistema que quedaron contratadas.
Mientras las Farc no declaren que abandonan la lucha armada -y actúen en consecuencia-, es un error que el Gobierno, cediendo a las presiones, eche en saco roto lo conseguido en la última década. El único camino de las Farc es la dejación de las armas y la violencia.
¿Será que no se da cuenta? ¿Estará dando lo mejor de él, pero no obtiene los resultados que se esperan? Al observar la crisis por la que atraviesa el país, algunos podrían plantear estas preguntas candorosas para tratar de entender la ausencia de liderazgo del presidente Santos. Utilizando el lenguaje presidencial, la locomotora del país se descarrila apresuradamente, mientras el maquinista se dedica a jugar póquer en el vagón de la tiranía continental.
El país prendió motores para negociar un acuerdo de libre comercio con este país de 7,5 millones de habitantes. El primer paso es un acuerdo bilateral para facilitar las conexiones aéreas. Los aspectos más destacados serán los temas agrícolas, tecnología e innovación.
No soy quién para opinar en voz alta sobre el misterioso viaje del presidente Santos a Cuba, cuando el pretexto de rematar unos acuerdos comerciales no parecía razón suficiente. No se le vio con Fidel Castro, sí con Raúl y, por supuesto, con Hugo Chávez, su enfermo mejor amigo, a quien también podía pensarse que viajó a visitar, dados los datos alarmantes que se transmiten a diario sobre su salud. Pero ir a la República de Cuba para visitar al presidente de la República de Venezuela sería diplomáticamente inapropiado.
Sin duda alguna, la jugada del Juan Manuel Santos, tiene dos escenarios: uno en el que hace una negociación, gana el Nobel y la presidencia de Naciones Unidas, mientras el pueblo colombiano pierde una senda de crecimiento y desarrollo a cambio de complacer a un grupo criminal. El segundo es en el que pierde, no logra la “paz”, pierde el capital político y pasa a los anales de la historia como un personaje insignificante; mientras el pueblo colombiano tambien pierde, por las razones descritas arriba.
Quienes no han pasado por las filas militares desconocen la realidad de los Ejércitos y alimentados por mitos y leyendas sobre la vida militar, terminan convencidos que la institución es una máquina de deshumanización del individuo y construcción de algo adverso a los principios de la civilidad.