El problema para firmar una paz con una banda terrorista como las FARC que niega la evidencia y no está dispuesta a aceptar el primer crimen es que uno no sabe bien qué es lo que firma.
Piedad Córdoba fue la encargada de gestionar ante el SEBIN, no solo el apoyo para la realización de una campaña internacional de desprestigio contra el ex Presidente de Colombia, el Dr. Álvaro Uribe Vélez, sino que además se encargó de operar en contra de varios grupos económicos alegando “que apoyan al uribismo armado” a la vez que por el contrario se vio muy enfática a la hora de agilitar el otorgamiento de ciertos beneficios para “dos empresarios árabes que apoyan sin condiciones nuestro proyecto (bolivariano)…”.
El Alto Comisionado para la Paz de Colombia, Sergio Jaramillo, sorprendió al admitir que los acercamientos con la guerrilla de las FARC se iniciaron prácticamente desde que fue elegido el presidente Juan Manuel Santos.
Un importante grupo de uribistas inició el proceso de recolección de firmas para “solicitarle” al expresidente Álvaro Uribe Vélez que no dude a la hora de encabezar la lista al Senado por Centro Democrático.
Si las Farc representaran a unas “clases sociales” o a unos “estamentos sociales”, como pretende El País, la paz sería más fácil de conseguir: no sería sino satisfacer las demandas de esos “estamentos sociales” y el problema, o el meollo del problema, quedaría resuelto. Pero la cosa es más complicada pues las razones del “conflicto” vinieron del exterior y siguen en el exterior.
Como un “hecho diabólico” calificó el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, el atentado terrorista perpetrado ayer por las Farc, en el municipio de Miraflores, Guaviare, donde fallecieron un menor de 10 años y un uniformado de la Policía Nacional.
El país está confundido. Negociar con el terrorismo no trae paz. Distintos sectores de opinión, mal o bienintencionados, piensan que el “mal menor” de negociar la Ley para ponerle fin al conflicto a través de diálogo, es mejor que hacer cumplir los principios de nuestro Estado de Derecho. Abandonar la Ley como principio general del ciudadano ante el Estado. Por esta vía peligrosa, retornamos a la permisividad del delito para unos pocos, que aprenden que transgredir la Ley no genera consecuencias.
Es evidente que los diálogos de paz de La Habana con las FARC están repitiendo la receta mágica del fracaso, esto es, la receta del Cagúan: diálogos empantanados en la mesa, y violencia y terrorismo creciente en el país.
Terrorista es quien comete actos de terror para conseguir sus objetivos y narcotraficante es quien negocia con drogas ilícitas. Los comandantes de las FARC son terroristas y son narcotraficantes. Y criminales. El Gobierno les ha concedido una mesa de negociación y que se permita su reinserción a la sociedad. Las Farc no deberían abusar más de semejante concesión.
Uribe fue elegido con dos mandatos: por una parte restablecer la seguridad de los ciudadanos y por otra acabar con la politiquería. El sólo anuncio de que Uribe regresa a la política, empezó a producir buenos efectos. Los partidos están buscando mejores candidatos. Y los vicios clientelistas han alejado de Uribe a esos políticos que sólo son afectos al poder. Se trata de personajes que no tienen ideología, que limitan su labor parlamentaria a burdas transacciones con el Ejecutivo que les permitan reelegirse.