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Book Review: “Perú y Chile: Desde las cenizas” – por Blasco Peñaherrera Padilla

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“Quien mira lo pasado, lo por venir advierte” Lope Félix de Vega y Carpio

El viejo refrán castellano que alude a la predisposición de los seres humanos para tropezar más de una vez con la misma piedra, pone de relieve la singular importancia que tiene, para las personas y aún más para las colectividades, mirar “lo pasado” -como dijera el inmortal autor de “Fuenteovejuna”- porque solo así es posible prever lo que está por venir. Lord Byron, entre otros de igual jerarquía, coincidió también con este aserto al decir que “el pasado es el mejor profeta del futuro”. Pero mirar el pasado no es cosa fácil, porque o está en la memoria de las gentes o en los archivos y los libros, y hay una gran diferencia cualitativa entre lo que se ve del uno o del otro modo. Los que “vivieron” tales o cuales acontecimientos y realidades los recuerdan con mayor nitidez  e intensidad que quienes los conocieron por referimiento. Más todavía. El  sociólogo alemán Karl Mannheim, uno de los pioneros de la llamada “Sociología del Conocimiento”, expresa que el impacto de las transiciones y de los eventos (los individuales y los socio históricos) en las personas, varía según el momento de la vida en que ocurren: Las personas recuerdan más los eventos colectivos importantes que vivieron entre la adolescencia y la temprana madurez, que aquellos de los que fueron testigos en las etapas posteriores de su vida, lo cual hace que la “visión del pasado” sea casi tan diversa y tan variable  como el conjunto de individuos que creen conocerlo; y que, por regla general, las colectividades no puedan tener de su pasado una visión suficientemente nítida, intensa y homogénea, como para deducir lo que les espera, si ese pasado se repite. Preocupante conclusión que, por cierto, explica que las colectividades y no solamente los individuos, cometan con lamentable frecuencia la torpeza de caer de bruces, a causa de un nuevo “tropezón”… con la misma piedra.

Y todavía hay algo más. Esta malhadada predisposición de los seres humanos en colectividad se acentúa, cuando quienes tienen la tarea de mantener vivos los recuerdos históricos, los alteran o modifican en función de sus propios intereses. Ese satírico genial que fue George Orwell, describió de modo insuperable, en su magistral novela “Mil novecientos ochenta y cuatro”, la tarea que cumplen en los regímenes totalitarios los “funcionarios” encargados de “reescribir” incesantemente la historia, a fin de que la gente oriente su comportamiento como el régimen lo desea. Y la perversa estrategia (que por estos lares la ponen en práctica los “intelectuales comprometidos”) es sumamente eficaz. Pruebas al canto: Tres décadas después de que algunos países de América Latina experimentaran, con diverso detrimento y duración, los calamitosos resultados de algunas de las variables del “populismo socialista” en la estructura institucional y las estrategias de gobierno y desarrollo, en buena parte de la región, como lo advierte Mario Vargas Llosa, “hay un claro retroceso de la democracia liberal y  un retorno del populismo, incluso en su variante más cavernaria: la del estatismo y el colectivismo comunista”. El presidente de Costa Rica Oscar Arias, en el cáustico y brillante discurso que pronunció en la llamada Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe realizada en Cancún, describió esta absurda situación al decir que en nuestra región “muchos quieren abordar un oxidado vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría”, por lo que América Latina “corre el riesgo de aumentar su insólita colección de generaciones perdidas”.

Y así es en efecto. Salvo contadas excepciones, en los países de la región vuelven a resonar las mismas proclamas “anticapitalistas” y “antiimperialistas” y los denuestos contra “la larga noche neoliberal” (que no se vivió jamás), al tiempo que se proponen y ponen en vigencia las mismas estrategias de la planificación central de la economía  y “el desarrollo hacia adentro”, que fueran desechadas por el más conspicuo de sus autores, el exitoso gobernante brasilero Fernando Henrique Cardozo. Y por si esto fuera poco, se estatizan las  empresas de los llamados “sectores estratégicos de la economía”,  mientras se incrementan las cargas fiscales y los costos laborales que llevan a la quiebra a las empresas privadas, y se incrementa desmesuradamente el costo operativo del sector público y la dilapidación de los recursos fiscales. Y todo esto mientras se destruye la institucionalidad democrática y la seguridad jurídica, se exacerban hasta el nivel de un enfrentamiento suicida las diferencias y los enconos sociales, y se maneja una política internacional que conduce al absurdo del aislamiento y hasta el enfrentamiento con el mundo desarrollado.

¿Cómo fue posible semejante “reincidencia”? Y sobre todo, ¿qué hacer para, al menos, evitar que sus consecuencias se tornen irremediables?  Pues entenderla, en gran medida, como consecuencia del olvido o la ignorancia de ese funesto pasado que se está volviendo a repetir y, por ende, contribuir a esclarecerlo. De ese modo se conseguirá, por lo menos, que en el sector más lúcido e influyente de la sociedad, no se cometa en adelante el trágico error de condescender, tolerar, adaptarse y vegetar, con la esperanza de rectificaciones gubernamentales que no se harán jamás.

Eso es lo que me propongo con este libro, en el que incluyo el relato documentado y fehaciente de los dos procesos más relevantes del “tropezón socio-populista” de los sesenta y setenta: el que se produjera en Perú a consecuencia del golpe militar que protagonizó el general Juan Velasco Alvarado, y el que ocurrió en Chile, luego de la elección del Presidente Salvador Allende. De lo que  aconteció fui una especie de “testigo de excepción” porque, en enero de 1970 el Presidente de la República doctor José María Velasco Ibarra, me pidió asumir, adicionalmente a las funciones que desempeñaba como Presidente de la Junta Nacional de Planificación y Coordinación Económica, la compleja tarea de organizar la Secretaría Nacional de Integración, dependencia creada para la coordinación administrativa y la representación oficial de nuestro país en el proceso de integración subregional andino, de conformidad con lo dispuesto por el Acuerdo de Cartagena, suscrito el 26 de mayo de 1.969. Luego, a título personal, colaboré en el inicio de actividades de la Corporación Andina de Fomento, en la que presté mis servicios como  Director de Promoción, desde 1971 a 1973. En tales condiciones me mantuve en contacto permanente con las autoridades, los sectores académicos, políticos, empresariales y laborales de los  países entonces miembros del Grupo Andino: Bolivia, Colombia, Chile y Perú, los que visité y en los que laboré continuamente, mientras en los dos últimos se vivían los impactantes acontecimientos antes indicados, desde el júbilo y la euforia de sus  momentos iniciales hasta lo desastroso de su desenlace. Años más tarde (1977) relaté mis vivencias en una serie de artículos que se publicaron en la revista “Vistazo” y se reprodujeron luego en el libro “Controversia”.

Más de tres décadas han transcurrido desde entonces, durante las cuales he seguido con especial interés la evolución histórica de estos países hermanos que, por coincidencia, fueron capaces de “volver desde las cenizas”, a un nivel promisorio de estabilidad política y progreso, imperio de una auténtica democracia y solución positiva de los problemas endémicos de nuestra América mestiza. Durante este mismo lapso he percibido también el modo sutil con el que nuestros “reescribidores” de la historia han logrado difuminar el recuerdo de aquellos acontecimientos, hasta el extremo de recrearlos casi integralmente. Hoy, el común de las personas, si es que recuerdan al general Velasco Alvarado piensan que fue “un hombre bien intencionado” (como probablemente lo fue), al que “no se le dejó gobernar como el deseaba”, pero que no obstante realizó “grandes transformaciones”. De igual manera se considera que el Presidente Allende fue “un gran estadista y un mártir”, sacrificado porque pretendió implantar en Chile “la justicia social”, por lo que sobrevino una verdadera tragedia. En cuanto al cómo y al por qué pudieron estos países  “retornar desde las cenizas”, se conoce poco o nada. Del Perú se tiene una idea muy vaga y confusa porque, no siendo “políticamente correcto” incluir a Fujimori entre los gestores de esta ímproba tarea, no se entiende realmente que es lo que sucedió. De Chile en cambio, la imagen “recreada” parece ser muy simple y muy clara: el “retorno es obra de los gobiernos de la Concertación”,  y más exactamente de la señora Bachelet y el Presidente Lagos. Y punto. Todo lo demás, no existe.

Por cierto, no pretendo que con la lectura de las páginas que vienen se consiga modificar a cabalidad esta percepción. Deseo y me propongo, simplemente, suscitar el debate sobre estos temas, porque creo que al cabo del mismo, se logrará un nivel de esclarecimiento que nos permita percibir, cuan absurdo es que se pretenda obtener resultados diferentes con políticas y estrategias de desarrollo que inexorablemente condujeron, en todos los países en los que se las puso en práctica, al empobrecimiento, la violencia y el irreconciliable fraccionamiento de las sociedades. Y que complementariamente se aprecie, la abrumadora magnitud de los esfuerzos y sacrificios que se deben realizar para retornar, “desde las cenizas”.

Fuente: HACER

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Discussion

2 comments for “Book Review: “Perú y Chile: Desde las cenizas” – por Blasco Peñaherrera Padilla”

  1. Estimado Sr. Blasco Peñaherrera:
    Al leer su excelente artículo, recuerdo una conversación de calle ocurrida en un puesto de venta de “hot dog” o como decimos aquí “perro caliente”. Un ciudadano se quejaba de las poíticas erradas del estado en cuanto a las “expropiaciónes” que relaizaba el estado, lo que redundaba al final en encarecimiento o escaces del producto. Al punto otro comensal le responde, algo así: “Compañero, la economía es algo así como este hot dog. Si hay suficiente producción de salchicha, del pan, de todos los ingredientes de este alimento, lo más seguro es que los precios serán más accesbles al consumidor. Y si hay suficiente producción quiere decir que hay muchos puestos de empleo, los que a su vez provocan con su salario un mayor comercio al adquirir bienes y servicios, lo que provocará una situacuación de economía positiva para el pueblo”.
    El estado no debe ser un actor-productor. Debe ser un vigilante de la ctividad economica y un promotor de políticas de producción, y para ello se requiere de una mayor o definitiva TRANSPARENCIA en la ejecución de los presupuestos destinados a la ejecució de obras. Todo ello de la mano de una mejor “seguridad social”,para que la población que no productiva directamente (niños, jovenes, amas de casa, etc…), la productiva, y la ya no productiva (cesantes, ancianos, etc…) tenga un mejor servicio de salúd.
    Por otra parte, como dijo alguien: “Debemos conducir hacia adelante, sin dejar de mirar al espejo retrovisor y los de los lados. Pero conducir hacia adelante, mirando el retrovisor, es suicida”. Exorto, porque se escriban muchos libros de “como conducir hacia adelante, mirando hacia adelante”.
    Espero tener la posibilidad de leer su libro y comentarlo con mis amigos y congeneres.

    Posted by Romulo Eramo | October 1, 2010, 6:19 am
  2. Que buen libro,desmitificador sobre todo. Creo que aquí en el Ecuador debe ser leído de forma urgente y antes de las elecciones del 2013,para salvar lo poco que queda.

    Posted by Dinosaurio | June 7, 2011, 10:44 am

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