Tras el iluminador ensayo de hace algunos años, “Bolívar en llamas”, sobre el destino del continente, el escritor Héctor Carbonell, que ha sufrido las traumatizadoras experiencias del presidio político cubano y la fuga del país en bote, acaba de escribir el que en el fondo puede pensarse como una continuación, “Corruptocracia y neocomunismo”, que según dice el autor en entrevista con DIARIO LAS AMERICAS, “es una apelación a la conciencia latinoamericana del peligro que sigue siendo Cuba, a cuyo ´máximo líder´ se le rinde pleitesía sobre todo por Chávez, como nunca se le rindió a un líder de la URSS.

El libro es resultado de una seria investigación de la corrupción en los países que hacen causa común con Castro, y cómo se le señala a los gobiernos de América Latina, la imposibilidad de terminar la corruptocracia, mientras Fidel Castro gobierne en Cuba.

La corrupción ha cobrado impunidad y cuerpo a través del narcotráfico, el contrabando, el lavado de dinero, el nepotismo, el tráfico de influencias. Y el autor la estudia en los escenarios de Ecuador, Venezuela Bolivia, Perú, Colombia y Cuba.

La corrupción –en sus distintas manifestaciones—es la gran señora que gobierna en América Latina, por así decir. Por eso, no obstante sus inmensos recursos naturales continúa a la zaga de casi todas las regiones del mundo, dando lugar al caudillismo, a que se insista en mantener a los pueblos en la ignorancia, así como la ostensible desigualdad en los ingresos económicos entre la clase pudiente y el resto del pueblo. Esto da lugar a la asunción del poder por los “Salvadores de la patria”, que trepan a él prometiendo, pero para incumplir todo lo que prometen y arrasar en su beneficio con cuanto significa valor material. A ello contribuye la ignorancia de los pueblos contra la que es esperanzadora la nueva tecnología de la comunicación.

El autor cita los casos de Arocena, Santiago Alvarez y Osvaldo Mitat como ejemplo de los que no transigen con las componendas que benefician a la tiranía y la diferencia de actitud con los contemporizadores.

Fuente: Diario Las Americas