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Argentina

Argentina y los fondos buitre – por Manuel Suárez Mier

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D11_097_139Al momento de escribir estas líneas no estaba claro cuál sería el desenlace del enfrentamiento entre el gobierno de Argentina y los llamados fondos “buitre,” tenedores de deuda pública del país austral que se negaron a aceptar el descuento arbitrario e injusto que les impuso su gobierno la década pasada.

El rechazo de la Suprema Corte Justicia de EU de enmendar la decisión de la Corte del Sur de Nueva York obliga a las autoridades argentinas a pagar lo que le deben a los tenedores de su deuda no renegociada más los intereses correspondientes, o a dejar de pagar a todos sus acreedores, lo que llevaría a Argentina a una nueva moratoria de consecuencias complicadas.

Las reacciones en Argentina han fluctuado entre el belicoso rechazo a negociar con lo “buitres,” a quienes la Presidencia acusa “de haber comprado los bonos (en suspensión de pagos) a precios obscenamente bajos… con el único propósito de hacer enormes utilidades” y un tono moderado que alienta a creer que un arreglo es viable.

Si la Presidente Cristina Fernández Vda. de Kirchner que con su hoy difunto esposo dirigió los destinos de Argentina por más de una década, hubiera estudiado más economía y finanzas que Marxismo, como lo hizo en su juventud, se habría enterado que las crisis económicas brindan buenas oportunidades para hacer fortuna.

Habría aprendido que al inicio de su vida independiente, Estados Unidos sufrió un capítulo aún más humillante que Argentina respecto a su deuda cuando su valor en el mercado secundario había caído prácticamente a cero simplemente porque, al igual que en el caso argentino, no se le estaba dando servicio a esos pasivos.

Se hubiera enterado que la grandeza financiera de EU tiene sus cimientos en las cenizas del desastre de las deudas doméstica y externa incurridas por órdenes del Congreso Continental que, sin embargo, carecía de las facultades necesarias para cobrar impuestos, condición indispensable para darle servicio a su deuda pública.

Sabría que gracias al genio financiero de Alexander Hamilton, primer secretario de Hacienda del nuevo gobierno de EU, se diseñó un plan que incluía absorber toda la deuda pública existente en esos momentos al 100% de su valor original y sumar los intereses no pagados, y no al enorme descuento con el que se cotizaba entonces.

Ello a pesar de la oposición de opiniones en contra, sobre todo de quienes objetaban –como lo hace hoy la señora Kirchner– que el grueso de la deuda ya no estaba en manos de sus dueños iniciales que la habían vendido pensando que nunca valdría su precio original, sino en manos de especuladores, como los fondos “buitre,” que tomaron el riesgo de comprarla precisamente con la esperanza de hacer utilidades.

Hasta los más severos detractores del secretario Hamilton reconocieron su éxito cuando apenas un par de años después del remplazo de la duda de EU por nuevos instrumentos debidamente respaldados por fuentes de ingresos públicos suficientes para darles servicio, la deuda de ese país pasó a cotizarse en los mercados europeos bastante por encima de su valor original, lo que implicó menores tasas de interés.

La situación de la deuda argentina hoy dependerá en buena medida del talento que despliegue su gobierno ante una situación insólita: las decisiones legales avaladas por la Suprema Corte de EU incluyen la prohibición para los bancos de ese país de actuar como intermediarios de Argentina, en caso de persistir en no dar servicio a la parte no renegociada de su deuda.

Además, esos bancos tienen la obligación adicional de hacer público su conocimiento sobre la ubicación de activos propiedad del gobierno argentino en cualquier parte del mundo, para que los acreedores “buitre” puedan cobrarse por la vía de apropiarse de esos activos.

A pesar de lo que aparenta ser un nuevo tono conciliador del gobierno argentino, el comportamiento de las administraciones Kirchner, Néstor primero seguido de Cristina, de ninguna manera permite ser optimistas. Esencialmente, se trata de un populismo silvestre, estatizante y demagógico, que tuvo la suerte de heredar condiciones enormemente favorables para el país en los mercados internacionales.

Sin embargo, todo parece indicar que su racha de buena suerte llega a su fin y que la época de las vacas gordas se acaba, lo que hará aún más difícil que el gobierno enmiende su camino y adopte políticas económicas más racionales, sobre todo al término de un gobierno que no puede reelegirse.

¡Ojalá que Messi gane el Mundial para Argentina pues pocas otras oportunidades de celebrar sobrevendrán en su futuro!

Fuente: Asuntos Capitales (México)

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