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Argentina

Argentina: Vigencia Actual de Felipe Varela – por Marcelo Martin

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Felipe Varela es, tal vez, uno de los caudillos provinciales más conocidos de nombre, pero a la vez menos conocidos por su actuación.  Fue un bandido asesino, del cual la historia nos cuenta acerca de su azarosa vida, que comenzó el 11 de Mayo de 1821, con su nacimiento en el Departamento de Valle Viejo, Provincia de Catamarca.

Terrateniente en Guandacol (Provincia de La Rioja), a los veinte años de edad combatió contra Juan Manuel de Rosas, cuya persecución lo obligó a exiliarse en Chile, y allí se incorporó al ejército trasandino.  Luego de la caída de Rosas en la batalla de Caseros, Varela regresó al país e ingresó al ejército de la Confederación como segundo jefe de frontera en Río Cuarto.

En 1861 luchó a las órdenes de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón, y tras su derrota, se alejó de las fuerzas regulares uniéndose a las filas del Chacho Peñaloza, que se había sublevado contra las autoridades nacionales.  Combatió en diversas batallas hasta la muerte del Chacho, tras lo cual, buscó la protección de Urquiza, en Entre Ríos, de quien llegó a ser edecán en la gobernación. Pero un año más tarde, regresó a su exilio chileno.

En aquel país Varela se dedicó a organizar su ofensiva contra el gobierno de Mitre, para lo cual recibió el apoyo no oficial de unos 150 soldados equipados con armas automáticas. A ellos se unieron un par de batallones de exiliados y se sumaron combatientes chilenos afines a esa causa. Varela vendió sus propiedades para financiar la campaña, y en noviembre de 1866 aprovechó una sublevación, en Mendoza, de las tropas que debían partir a tomar parte de la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, y regresó a la Argentina al frente de su nuevo ejército.

En Mendoza, Varela se unió al Coronel Juan de Dios Videla, jefe de los sublevados en la llamada Revolución de los Colorados, y tras liberar a los presos, en pocos días tomaron el control de toda la Provincia y avanzaron sobre San Juan, donde derrotaron y expulsaron al gobernador, y el Coronel Videla ocupó su lugar a principios de enero de 1867.  Luego atacaron y derrotaron al Coronel Julio Campos, gobernador de La Rioja, en la batalla de Rinconada del Pocito.  El mando militar de la revolución quedó en manos del Coronel Felipe Saá, que tomó la Provincia de San Luis. Los rebeldes habían conquistado el poder en todo Cuyo, y contaban con el apoyo del gobernador de Córdoba, Mateo Luque.

Varela convocó en todo el país a las milicias residuales de otros caudillos muertos, bautizó a sus tropas como montoneros,  y se dispuso a avanzar sobre las provincias restantes. La Rioja había caído tras una rebelión militar contra el Comandante Irrazábal, tras lo cual, varios caudillos menores se unieron a las fuerzas de Varela.  Desde La Rioja volvió hacia el oeste y ocupó los departamentos occidentales de Catamarca, y su ejército alcanzó a reunir 5.000 montoneros, convirtiéndose en la fuerza más importante puesta en armas bajo la invocación de “federales” desde la batalla de Pavón.  Varela ofreció el mando a Urquiza, invocando su relación anterior en Entre Ríos, pero éste, conocedor de la conducta de su antiguo edecán, le dispensó una fría acogida y declinó el ofrecimiento.  En tales circunstancias, Varela se recluyó en su cuartel general de Jáchal -San Juan- para planificar sus futuras acciones.  Desde Jáchal lanzó su Proclama Revolucionaria, que serviría como máscara política para ser invocada como justificativo de sus tropelías.

El ejército gubernamental había asestado una grave derrota a los insurrectos y a sus aliados ranqueles -que habían aportado 500 lanzas- en la batalla de San Ignacio, a orillas del Río Quinto, pero Varela estaba demasiado lejos para enterarse de lo que ocurría.  Sus montoneros avanzaban sobre la ciudad de Catamarca; allí se enteraron que el caudillo santiagueño Taboada había ocupado La Rioja, y cometieron el error de encarar la contramarcha para hacerle frente.

La táctica de combate de Varela se basaba en el terror que su solo nombre provocaba en sus víctimas, las que trataban de huir antes que hacerle frente.  Sus tropas no tomaban prisioneros, sino que mataban, saqueaban, violaban e incendiaban los pueblos que invadían.

Así fue que avanzó sobre La Rioja con sus 4.000 montoneros, pero no previó el aprovisionamiento de agua en ese vasto desierto, cuya primera fuente -y única entre Catamarca y La Rioja- se encontraba en el denominado Pozo de Vargas.  Taboada, al frente de sus 2.000 hombres, aprovechó esa circunstancia, y se ubicó allí para esperar a Varela.

Se libró entonces, el 9 de abril de 1867, la batalla del Pozo de Vargas, tal vez la más cruenta de nuestra organización nacional, que dejó un saldo de 1.200 montoneros muertos y 1.000 más prisioneros, y otros 200 muertos en las filas del gobierno.  Con ese combate se derrotó la última y mayor rebelión de las provincias del norte contra el gobierno nacional.  El hecho es recordado en la “Zamba de Vargas”, que relata : “Atacó Varela, con gran pujanza, tocando a degüello, a sable y lanza”.

La carga inicial de los montoneros fue encabezada por el chileno Estanislao Medina, y fue exitosa.  Los combates se prolongaron durante ocho horas.  La zamba lo cuenta diciendo : “Se oyen los alaridos en el estruendo de la carga, y ya pierden terreno los santiagueños de Taboada.  Bravos santiagueños -dijo Taboada- vencer o la muerte, vuelvan su cara, por la tierra querida, demos la vida para triunfar”.  Las tropas estaban exhaustas, y Taboada necesitaba un último y supremo esfuerzo de sus hombres para dar vuelta el resultado de la batalla.  Recurrió entonces a la apelación de los valores sentimentales del terruño, a través de una vieja tonada santiagueña sin nombre y de autor desconocido.  Y continúa la zamba : “Y ahí no más a la banda la vieja zamba mandó a tocar. En el entrevero se alzó esta zamba, llevando en sus notas bríos al alma. Y el triunfo consiguieron los santiagueños y este cantar. Para eterna memoria Zamba de Vargas siempre será.”  Se supone que esta zamba es la pieza más antigua de nuestro folklore, y aunque su compositor sigue siendo desconocido, desde la batalla del Pozo de Vargas cuenta con letra y nombre.

Tras la derrota  en la batalla de Pozo de Vargas, Varela huyó hacia la Puna con una tropa residual de 200 montoneros.  Sin esperanza alguna, sus batallas se limitaban a los saqueos.  Con el refuerzo de algunos hombres dispersos, logró recomponer un poco su fuerza,reapareciendo en los Valles Calchaquíes, y dirigiéndose a la ciudad de Salta.  Allí sus habitantes, conocedores de las versiones sobre la crueldad de Varela, levantaron barricadas en las principales calles de la ciudad, y se aprestaron para la defensa.  Otra zamba, posterior a la de Vargas, se refiere a este hecho, casi como si la música fuera la relatora de su sanguinario camino.  “La Felipe Varela” cuenta  : “Felipe Varela viene por los cerros de Tacuil, el Valle lo espera y tiene un corazón y un fusil.  Se acercan los montoneros que a Salta quieren tomar, no saben que en los senderos valientes solo han de hallar”.  Este verso se refiere lógicamente a los habitantes del Valle de Lerma, que se aprestaban a defender la ciudad de Salta.  Y continúa : “Galopa en el horizonte tras muerte y polvaredal, porque Felipe Varela matando llega y se va”.  Explícitamente, la letra de esta popular canción se refiere a que Varela mataba cuando llegaba y mataba cuando se iba, pero siempre mataba.

Las dos horas y media de heroica defensa por sus pobladores no fueron suficientes, y el 10 de octubre de 1867, Varela ocupó y saqueó la ciudad, pero en su cometido perdió más de la mitad de sus hombres.  “La Felipe Varela” lo relata diciendo : “Mañana del diez de octubre, de sangre por culpa de él: entre ayes al cielo sube todo el valor por vencer”.   Con claridad expresa los ayes de la muerte de los defensores cuyas almas suben al cielo.

Cuando Varela supo que se acercaban en su búsqueda fuerzas nacionales desde el sur, encabezadas por el coronel Octaviano Navarro, un viejo aliado del “Chacho” Peñaloza, se alejó de Salta hacia el norte, y así lo cuenta “La Felipe Varela” : “Ya se va la montonera, rumbo a Jujuy esta vez, la echarán a la frontera, de allá no podrá volver”.

En efecto, Varela ocupó, por breve lapso, y saqueó, la ciudad de San Salvador de Jujuy, y en los primeros días de noviembre entró en Bolivia, donde se asiló temporariamente en Potosí.  Pero Varela era un huésped indeseable, y en diciembre de 1868 debió regresar al país, haciéndolo al frente de un par de centenares de hombres.  El 12 de enero de 1869 un pequeño contingente del ejército nacional lo derrotó en Pastos Grandes, en la Puna, dispersando de manera definitiva su tropa.

Carente de todo tipo de apoyo, Varela se refugió otra vez en Chile y se asentó en Copiapó, donde falleció el 4 de junio de 1869.

Resumiendo, tenemos el caso de una banda denominada montoneros,organizada para el saqueo en beneficio propio, invocando una presunta ideología política.

Para finalizar, recordemos que, como tributo a sus ¿méritos?, el 4 de junio del año 2012, al cumplirse 143 años del fallecimiento de Varela, el Poder Ejecutivo firmó el decreto Nº 850/12 promoviendo al grado de General del Ejército post mortem a Felipe Varela, colocándolo así en un pie de igualdad con Martín Miguel de Güemes, con Manuel Belgrano, y con José de San Martín.

Si pasamos por alto este tipo de cosas… después,  ¡no nos quejemos!

Fuente: HACER

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