Lo más importante después de la trágica explosión de ayer es organizar y concluir con las tareas de rescate. Pero una vez que esa labor esté concluida llegará el momento de determinar las causas que la provocaron, que con los datos que se conocen hasta ahora parece estar relacionada a una práctica equivocada de mantenimiento. O, para decirlo más directamente, a una mala praxis.

La explosión afectó a quienes vivían en el edificio, pero también a gente que no tenía nada que ver con él: a vecinos y transeúntes. Pasarán días hasta que sepamos a cuántos. Es una secuela inaceptable, porque no puede ser que una operación de mantenimiento rutinaria termine con tantas víctimas y daños.

Hasta ahora hay pocos datos precisos sobre lo que ocurrió, pero de a poco el rompecabezas se irá armando. Después será el momento de preguntarnos quiénes intervienen en los edificios y quiénes se ocupan del mantenimiento. Y también quiénes son los responsables de controlarlo.

En Argentina nos acostumbramos a vivir con el riesgo, lo aceptamos. Es cultural. Un ejemplo es el uso del casco para los motociclistas: pocos cumplen con esa norma y no se los controla, pero cuando ocurre una tragedia todos lo lamentamos y se lo atribuimos a la fatalidad. En este caso ocurre lo mismo.

Hablar de riesgo es como hablar de una ruleta rusa: si el arma tiene un proyectil, en algún momento se disparará. Lo mismo sucede cuando aceptamos cosas que no deberíamos: si no hay medidas de prevención adecuadas, en algún momento algo sucederá.

Fue lo que le dije a un colega que caminaba conmigo ayer a la mañana, en el momento de la explosión, a tres cuadras de ese edificio: “Llegó el día”. Habíamos aceptado el riesgo de que ocurriera.

Por si fuera poco, en Argentina no existe una legislación específica sobre la seguridad de las instalaciones en los edificios. Hay reglamentos y recomendaciones, pero no tienen fuerza de ley. Lo peor es que la Municipalidad de Rosario, por ejemplo, ni siquiera tiene recursos humanos suficientes para controlar que sus recomendaciones en esa materia se cumplan.

Eso es lo que debemos cambiar para que esta tragedia no se repita. También hay que optimizar la respuesta frente a una contingencia como la de ayer. Cuando llegué al edificio siniestrado tuve la sensación de que esa respuesta era precaria. La organizada tardó una hora y media en armarse.

Lo mismo sucedió con los bomberos: su intervención fue inmediata e incluso llegaron dotaciones de otras ciudades y pueblos, pero actuaron sin un plan que los organizara. También debemos mejorar eso: hay que elaborar planes de contingencia para intervenir en casos de desastre.

Necesitamos cambiar, aprender de otras tragedias, dejar de aceptar el riesgo y prepararnos mejor para las emergencias.Nos debemos como sociedad.

Fuente: La Capital (Argentina)

Escuche la entrevista a Rubén Benedetti en el programa radial “La marca de la almohada” del 7/08/2013: