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Argentina

Argentina Post 27/10: Más preguntas que respuestas – por Carlos Mira

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CarlosMiraFinalmente las elecciones han pasado. La reacción del gobierno ha sido más o menos la esperada: negar lo que ocurrió. ¿Es inteligente esta reacción? Nadie lo sabe. Simplemente es la que hay, la que el gobierno está acostumbrado a utilizar, con la que ha hecho vivir al país durante 10 años.

Durante gran parte de ese tiempo la sociedad pareció tolerar esa escenografía. El país se pareció a un autista que prefería no ver, no escuchar, no hablar. Privilegiaba creer un cuento y vivir feliz dentro de una burbuja irreal.

Ese cuento se ha quebrado. La ilusión se ha chocado contra una realidad patética. Diez años de recursos abundantes derrochados en la construcción de una enorme actuación han terminado por arrojar a la gente a enviar un enorme aviso de hartazgo.

Frente a ese aviso el gobierno ha decidido decir: “Ganamos. Somos la primera minoría; el partido más votado a nivel nacional”.

Esa definición puede adelantar algo de lo que vendrá: más de lo mismo; encierro sobre sí mismos, desprendimiento de la realidad, reforzamiento del relato verbal.

Frente a esas presunciones surgen algunas dudas. Nadie sabe a ciencia cierta qué le ocurre a la presidente y cuándo podrá retomar sus funciones, ni tampoco en qué condiciones. Tampoco se sabe por cuál de los grupos del gobierno se inclinará la presidente: si por el sector más racional y recomponedor de las relaciones financieras internacionales o por el que sigue sosteniendo el asilamiento.

Qué ocurrirá con el dólar que, según la presidente del BCRA, no está sujeto a un cepo sino a un “programa soberano de regulación cambiaria” es otro de los grandes interrogantes  que el gobierno deberá definir.

Sin embargo es posible que no haga nada en ese frente. Marcó del Pont definió su “programa” como una utilización de las divisas que generan los trabajadores argentinos para dedicarlas a las actividades productivas. Más allá de que esas palabras son la admisión lisa y llana de que luego de diez años de supuestos éxitos resonantes el país debe aplicar una suerte de libreta de racionamiento para decidir en qué usa los pocos dólares que tiene, resulta obvio que la gestión kirchnerista ha terminado con la moneda en el país. Ese dato sume a la sociedad en el desasosiego de no tener un vehículo de intercambio ni de ahorro;  los argentinos nadan en un océano de pesos sin respaldo que se imprimen a destajo para financiar un gasto estratosférico.

La dinámica política cambiará seguramente de ahora en más. El gobierno se aferra a una verdad a medias: sus voceros dicen “seguimos teniendo mayoría en ambas cámaras”. Pero todos conocemos la diferencia que el peronismo hace entre la teoría y la práctica.

Ayer aparecía Luis D’Elia en el escenario del “festejo” en el bunker del FPV. Quizás sea ese un mensaje indirecto  de cómo el gobierno interpreta lo que ocurrió ayer: concentrarse sobre el núcleo duro y no dar el brazo  a torcer.

Si esa fuera la interpretación que se consolidara, quizás se produjera una enorme retrospección a 40 años de historia: la juventud maravillosa de los ’70 también era una minoría  que se creía iluminada y que tenía la convicción de ser más iluminada que minoría, por eso no dudó en echar mano a la violencia para imponer lo que creía porque estaba convencida de que todos los demás estaban equivocados y que, si era necesario, había que matarlos.

Ahora una nueva terquedad, sin balas, pero con la misma altanería parece decir “no estamos dispuestos a escuchar nada que nos diga que estamos equivocados, porque no estamos equivocados, nosotros somos la verdad”

Contra esa tendencia aparece Scioli, demudado en ese “festejo”, con una cara que decía todo lo que los demás callaban. El gobierno perdió en todos los territorios que definen una elección nacional: la Capital (en donde hasta se quedó sin senador), en Buenos Aires, en Santa Fe, Córdoba y  en Mendoza.

El gobierno cree que asegura la gobernabilidad cuando es el principal responsable de haberla puesto en riesgo casi al minuto siguiente de ganar la elección de 2011.

No es posible delinear hoy el futuro. Pero algunas cosas del pasado no son trasladables al hoy.

La dinámica de la derrota de 2009 no necesariamente se aplica a la de hoy. En aquella oportunidad el kirchnerismo contaba con Kirchner, con la fórmula “4×4” (cuatro años Cristina, cuatro años Néstor, sin solución de continuidad, eternamente) y con la reelección inmediata de la propia presidente. Hoy no hay nada de eso. Los candidatos triunfantes de 2009 no llegaron a nada en 2011. No se puede decir lo mismo hoy. Si bien 2015 está tan lejos de 2013 como 2011 estaba de 2009, algunos nombres surgidos o confirmados ayer no hay duda que disputaran la próxima presidencia.

Massa, Macri y Scioli están en esa vereda. Hoy mismo han comenzado su carrera por la Casa Rosada. También se anotan Binner y Cobos. El kirchenrismo puro no tiene ningún candidato claro. Ese sector fue, después de todo, el responsable de que el gobierno perdiera casi 30 puntos porcentuales de votos en solo dos años.

La Argentina puede estar frente a un momento decisivo que consiste en intentar una independencia del peronismo. La vez que tuvo esa oportunidad con Raúl Alfonsín la desperdició. El desafío no es sencillo. Cambiar la idea intrínsecamente peronista de que lo que importa es conquistar y retener el poder para hacérselo sentir al que no lo tiene, por otra en donde el poder es solo un instrumento temporal para generar mejores condiciones de vida para los ciudadanos es un reto monumental para el país. Ojalá que ayer se haya dado el primer paso aunque hasta ahora solo tengamos más preguntas que respuestas.

Fuente: Carlos Mira (Argentina)

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