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Argentina

Argentina: La Década Infame – por Marcelo Julio Martin

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“El peor analfabeto es el analfabeto político. El que no ve, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. El que no sabe que el costo de la vida, el precio de los garbanzos, del pescado, de la harina, del alquiler, del calzado o de las medicinas, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el imbécil que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales” (Bertolt Brecht, 1898-1955).

 Algunos autores acostumbran referirse peyorativamente como “década infame” al período de la historia argentina que se inicia con el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930 -que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen y lo reemplazó por el Gral. José Félix Uriburu- y que finaliza con el golpe de estado del 4 de junio de 1943 que derrocó al presidente Ramón Castillo reemplazándolo por el Gral. Arturo Rawson.

Cuatro presidentes gobernaron durante esos años : Gral. José Félix Uriburu (militar, 1930-1932), Gral. Agustín P. Justo (1932-1938, radical antipersonalista), Roberto M. Ortiz (1938-1940, radical antipersonalista) y Ramón Castillo (1940-1943, demócrata nacional).

Los mismos autores suelen fijar la fecha del 6 de septiembre de 1930 como el momento en que se inician la serie de golpes de estado en la Argentina, que se sucedieron hasta 1983.  En esa revolución de 1930, encabezada por el Gral. José Félix Uriburu, la toma de la casa rosada estuvo a cargo el Myr. J. D. Perón.  En la víspera, el 5 de septiembre, el Decano de la Facultad de Derecho de la UBA, Dr. Alfredo Palacios, con el apoyo del alumnado, había pedido la renuncia de Yrigoyen. Ese mismo día, el diario “Crítica”, cuyo director-propietario era Natalio Botana, titulaba en su primera plana : “¡Váyase!, grita toda la Nación al Sr. Yrigoyen”.

Es llamativo que se omita en esa interpretación histórica la llamada Revolución del Parque, golpe de estado cívico militar iniciado el 26 de julio de 1890, encabezado por Leandro N. Alem y por su sobrino Hipólito Yrigoyen, a raíz de la cual el presidente Miguel Juárez Celman, buen o mal gobernante pero legalmente constitucional, fue forzado a renunciar a su cargo. A la Revolución del Parque de 1890 siguieron las dos de 1893, y la del 4 de febrero de 1905, siempre promovidas por Hipólito Yrigoyen, que fue el verdadero iniciador de los golpes de estado en nuestro país.

Entrando ya en el siglo XX, nos encontramos con la asunción presidencial del radical Hipólito Yrigoyen el 12 de octubre de 1916, que sucedió en el cargo al autonomista nacional Victorino de la Plaza. El mismo diario “Crítica” anteriormente mencionado, tituló en su primera plana “Dios salve a la República”. Dos años después, el reclamo de mejoras salariales de los obreros de los Talleres Metalúrgicos Vasena, entre el 7 y el 14 de enero de 1919, dio lugar a una sangrienta represión ordenada por el Presidente Yrigoyen y encabezada por el Gral. Div. Luis Dellepiane, en la cual también participó el joven Tte. J. D. Perón, con un resultado de 700 muertos y 4.000 heridos, según el diario La Vanguardia, en lo que se conoce como La Semana Trágica.

Otros dos años después, en enero de 1921, se llevó a cabo la sangrienta represión de los obreros huelguistas del complejo fabril de La Forestal, en el Chaco Santafesino, que arrojó un saldo de entre 500 y 600 muertos, según “La Vanguardia”.

En el mes de diciembre de ese mismo año, obreros rurales en la Patagonia reclamaron mejoras laborales, y su pedido fue sangrientamente reprimido por las fuerzas militares enviadas por el Presidente Yrigoyen, a cuyo frente actuó el Tte. Héctor Benigno Varela, episodio que se dio en llamar La Patagonia Rebelde y en el que fueron fusilados 1.500 obreros, mayoritariamente en la región de El Calafate.

Finalizado el mandato de Hipólito Yrigoyen, el 12 de octubre de 1922, asumió la presidencia de la Nación el también radical Marcelo Torcuato de Alvear, hasta el 12 de octubre de 1928, en que asumió nuevamente la presidencia Hipólito Yrigoyen.

Cabe agregar que, durante el período que se ubica entre los años 1916 y 1930, se recurrió en forma sistemática a la intervención federal de las provincias en las que el partido gobernante no triunfaba en las  elecciones, con total desprecio por el  federalismo.   Adviértase  que  entre 1916 y 1922 -primera presidencia de Yrigoyen- se decretaron diecinueve intervenciones federales de provincias, entre 1922 y 1928 -presidencia de Alvear- se decretaron doce intervenciones federales de provincias, y entre 1928 y 1930 -segunda presidencia de Yrigoyen- se decretaron dos intervenciones federales de provincias. O sea que entre 1916 y 1930 se produjeron nada menos que treinta y tres intervenciones federales, con un promedio de 2,36 intervenciones de provincias por año.

En cuanto a las recurrentes acusaciones de fraude, tengamos en cuenta que el único caso de fraude electoral comprobado en nuestra historia, es el que se produjo en las elecciones de gobernador convocadas para el 7 de septiembre de 1930 en Mendoza, cuando tras la revolución del 6 de setiembre, el jefe militar de la región, que había asumido el gobierno local, dispuso que todas las urnas se concentraran en la Legislatura, y cuando las mismas fueron abiertas casi todas contenían el número de votos que, según el acta que las acompañaba, habrían sido emitidos por los electores, aunque nadie había votado en la Provincia.

A la luz de cuanto queda expuesto, cabe preguntarse si cuando alguien se refiere a una “década infame” en nuestra historia política del siglo XX, debería hacerlo respecto del período que se inició el 12 de octubre de 1916 -con la asunción presidencial de Hipólito Yrigoyen- y que finalizó el 6 de septiembre de 1930.

Y, finalmente, acordemos que quienes se esforzaron en distorsionar la historia de la primera mitad del siglo pasado, resultaron a la postre los precursores de quienes hoy pretenden a su vez adulterar la historia argentina mediante la creación de lo que denominan “relato”.

Fuente: HACER

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