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Argentina

Argentina: Gils Carbó: El plan – por Carlos Mira

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¡Qué el pelado deje de soplar, che…!, ¡El pelado le está soplando todo..! Ernesto Sanz el senador por la UCR se desesperaba, en las audiencias de confirmación del Senado, para que todo el mundo advirtiera que lo que Daniel Reposo contestaba eran contenidos dictados por otros; que él ignoraba las respuestas sobre las  cuestiones más elementales del Derecho que le hacían los senadores de la oposición.

Reposo era un papelón. Su aspecto de burócrata, de empleado público estilo personaje de Gasalla, su supina ignorancia sobre la ley, su impresentable aspecto como carta de presentación  para cualquier puesto que fuera más allá de un encargado de archivo en un banco de barrio, tornaban grotesco el mero hecho de saber que el oficialismo pretendía ungirlo como Procurador General de la Nación.

En lo quen pareció ser un resto último de respeto a la civilización el gobierno retiró su pliego antes del seguro rechazo. ¿Había sido Reposo un candidato “real” a la Procuración?, ¿o su persona había sido jugada como una pieza en un juego de ajedrez?

El gobierno reemplazó esa pantomima con  Alejandra Gils Carbó quien era, hasta ese momento, fiscal general ante la Cámara Nacional de Apelaciones.

Carbó era una militante de la causa Nac & Pop, identificada  con el populismo de Estado y en franca oposición a los valores originales de la Constitución.

Pero no era un mamarracho desde el punto de vista de su preparación. Podía responder las preguntas que Reposo ignoraba y no necesitaría ningún pelado que se las soplara.

Obviamente había motivos de sobra para que una oposición genuinamente republicana la rechazara de todos modos. Hay personajes muy peligrosos que tranquilamente pueden responder un cuestionario ante una comisión de acuerdos. Lo que esos senadores deben analizar no es SOLAMENTE la sabiduría enciclopédica del candidato sino su nivel de independencia de criterio, su compromiso con la verdad y, particularmente para ese puesto, su absoluta vocación por perseguir a los corruptos y a la corrupción.

Pero muchos senadores creyeron que rechazarle dos candidatos consecutivos a la presidente sería leído como una obstrucción a su legítimo derecho a gobernar. Algún senador radical muy serio, cuando conversé con él en privado sobre el perfil real de Carbó, me dijo “está bien,  pero no podemos rechazarle un segundo candidato”.

¿En qué medida el gobierno no especuló con esto? Está claro que los números en el Senado y en las comisiones respectivas al gobierno le dan como para haberla aprobado de todos modos. Pero con ese criterio hubieran aprobado también a Reposo. Era necesario que la oposición no ventilara ningún costado discutible del candidato y que la aprobación saliera poco menos que por un tubo. A ese fin sirvió el pusilánime Reposo. El plan consistió en que él se comiera todos los golpes para que después, por detrás, poco menos que con una votación unánime, se pudiera colocar a la verdadera quinta columna que se quería allí, en ese puesto clave desde donde se manejan a todos los fiscales de la República, aquellos que deben investigar al poder.

Era preciso contar allí con un soldado combatiente y Carbó era la mejor aspirante. Sus palabras en el juramento no dejaron lugar a dudas: “Sra. presidente, estoy a su disposición”, dijo sin ruborizarse.

Y ya lo creo que lo está. Desde que llegó a su puesto desplegó un plan para tornar al Estado y a sus funcionarios inmunes a la persecución judicial. Desde su oficina se empezó a perseguir a los fiscales molestos. Fue el caso de Marijuan, Nisman y Campagnoli. Organizó “Justicia Legitima” un rejunte de militantes K, completamente minoritario, pero que ahora esta convirtiéndose en el semillero del que surgen los jueces con los que se llenan todas las vacantes en los juzgados. Por supuesto emitió dictámenes a favor de las iniciativas judiciales del gobierno en cuanta cuestión haya sido decisiva para la presidente, desde la ley de medios hasta la pretendida reforma judicial.

Su última iniciativa fue iniciarle un sumario para suspender en sus funciones al fiscal que investigaba la ruta del dinero K, José María Campagnoli, embestida que coronó con éxito el viernes y que adornó con el nombramiento en su reemplazo de Cristina Caamaño ex secretaria del ministerio de seguridad de este mismo gobierno. Cuando se pierde el sentido de la impunidad se suelen cometer groserías que pasan desapercibidas para quien las comete.

Ahora Lázaro Báez, el socio de Néstor y Cristina Kirchner, tendrá a una amiga como fiscal de su causa. Y la presidente podrá sentirse con sus espaldas más cubiertas. Mientras la Sra. de Kirchner acusa a la policía de organizar a los delincuentes que protagonizaron los saqueos, envía una fortísima señal a la sociedad en el sentido de que, quienes investigan a presuntos saqueadores del tesoro público, son puestos de patitas en la calle.

¿Qué freno inhibitorio tendría la gente común para no saquear si aquellos sobre los que pesa una acusación parecida pero sobre los dineros de todos nosotros, reciben el reparo del gobierno y la ayuda de la Procuradora General, que está allí para hacer supuestamente lo contrario?, ¿cuál es el asombro presidencial frente a la barbarie, el destrozo y la muerte si la señal que emitió el gobierno durante estos diez años es que son esas arbitrariedades las que hacen que uno se salga con la suya?

La muerte de la República no es diferente de la muerte en la calle. Una es consecuencia de la otra. El gobierno y Gils Carbó cargarán sobre sus espaldas las culpas de haber destruido lo que quedaba en pie de un sistema civilizado y ordenado. La misma barbarie que el ciudadano de a pie ve instalar en las altas cúpulas del poder es la misma que luego lleva a las calles con el lenguaje de la furia y de la destrucción.

Fuente: Carlos Mira (Argentina)

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