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Argentina

Argentina: El peso de los nombres – por Vicente Massot

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nombresAR15Uribarri, el movedizo gobernador de Entre Ríos, ha salido, no sin cierta osadía, a torearlo a Daniel Scioli en plena provincia de Buenos Aires. Por su lado, Sergio Massa, luego de apuntarse un  triunfo  resonante  a  expensas  del  gobierno  y  de  todos  sus  competidores,  con  iguales  anhelos presidenciables, se dejó fotografiar junto a Julio Cobos, tan interesado como el de Tigre en vocear su oposición frontal al proyecto de reforma del Código Penal motorizado desde la Casa Rosada. Para no ser menos, el acercamiento de Mauricio Macri y Elisa Carrió es cada día más claro, aun cuando, por elementales razones de concesión política, deban ponerle paños fríos y negarlo.

¿Qué  significan  estos  movimientos  protagonizados  por  quienes  aspiran  a que  se  les coloque, en diciembre del año próximo, la banda y tomar el bastón que son hoy patrimonio de Cristina Fernández? ¿Tiene sentido si se repara en el hecho de que faltan todavía diecinueve meses para  substanciar  las  elecciones  en  las  cuales  ellos  están  más  interesados  que  nadie?  ¿Por qué cruzan  elogios  y  secretean entre  sí  quienes —en  apariencia, al  menos— pertenecen  a  tribus ideológicas distintas y a estructuras partidarias no precisamente afines? Preguntas, las anteriores, que necesitan ser contestadas a los efectos de entender cuanto está pasando en la política criolla.

A esta altura ninguno de los nombrados antes —a los que cabría agregar, para que nadie quedase fuera del análisis, Hermes Binner y Ernesto Sanz, sin dudarlo—puede darse el lujo de retirarse  a  cuarteles de  invierno  y  esperar  un  mejor  momento  para  sumarse  al  pelotón  de  los presidenciables.  Dejarse  estar  por  temor  de  salir  al  ruedo  a  destiempo  o  por  un  mal  manejo estratégico del timing, sería fatal. Por lo tanto, nadie está dispuesto a cederle a los otros un tranco de pollo. Lo fundamental es asumir el papel de candidato y echarse a andar.

Como todos saben, además, que la crisis por la cual atraviesa el país tiene final abierto y que,  en  buena  medida,  cuanto  suceda  en  los  meses  venideros  será  decisivo  en términos  de  la continuidad  de  Cristina  Fernández  al  frente  del  Ejecutivo  Nacional,  ninguno  resigna  espacios  o cede posiciones. La razón es sencilla: no reivindicar un rol protagónico es igual a perder la carrera antes  de  empezarla.  Conclusión:  no  hay  uno  solo de  entre  ellos  que  prefiera,  en  estas circunstancias, la reflexión a la acción.

El mandatario entrerriano es un ilustre desconocido más allá del estado mesopotámico que gobierna. No existe una sola encuesta de opinión donde figure en los puestos de liderazgo ni tan siquiera en el fondo de la tabla. El hecho no tiene nada de sorprendente. Lo sería si fuese al revés porque  —salvo para algunos  kirchneristas  de  paladar  negro— Uribarri  en  Tilcara,  Esteban Echeverría  o  Esquel  no  significa  nada.  Si  desea,  pues,  disputarle  terreno  a  Scioli  y  dirimir supremacías en algún momento del año que viene, para determinar quien encabezará la fórmula K, debe primero hacerse conocer. ¿Cómo? Diferenciándose del ex–motonauta. Presentándose como el  representante  más  puro  del kirchnerismo  y,  sobre  todo,  levantando  sospechas  respecto  de  la fidelidad del gobernador bonaerense al proyecto gubernamental en marcha.

No se trata de discutir ideas o de presentar un plan de acción político o de anunciar las medidas  que  tomaría  en  caso de  resultar  electo.  Lo  de  Uribarri  es  puro  movimiento,  pura escenografía  y  puras  palabras.  Necesita  que  lo  conozcan  y  lo  asocien  a  una  carrera —la presidencial— en  la  que,  de  momento,  largaría  de  tan  atrás  que  nadie  perdería  el  tiempo mirándolo.

Lo de Massa y Cobos acepta, claro, otra lectura. Los dos tienen algo de outsiders, si se acepta la expresión. Es que se trata de un peronista y un radical reacios a dejarse encasillar en esas banderías  y  ciertamente  con  escasa  o  nula  relación  respecto  de  la  burocracia  partidaria.  Para  la estructura estable del PJ —hoy alineada junto a Scioli—Massa es un estorbo, como lo fue en su momento  Carlos  Menem.  Salvando  las  distancias  cabría  trazar  un  doble  paralelo  entre  aquellos cafieristas y estos sciolistas y entre aquellos menemistas y estos massistas. No apunta lo dicho a establecer una correspondencia ideológica entre unos y otros. Tan sólo a comparar las posiciones ocupadas, entonces y ahora, de cara al PJ como organización burocrática.

Para la UCR también,Cobos —a quien no terminan sus correligionarios de perdonarle el paso por el kirchnerismo—representa un estorbo. Deben tolerarlo y no podrían dejarlo de lado en atención a la imagen positiva que acredita y a la intención de voto que reivindica con éxito. Sólo el mendocino está entre los cuatro primeros, detrás de Massa, Scioli y Macri. Ernesto Sanz figura lejos y Ricardo Alfonsín es apenas un recuerdo vago.

Eso hace que tanto Cobos como Massa tengan la capacidad y la libertad de moverse a sus anchas por todo el espectro político, sin importarles demasiado el qué dirán. Ni el cuyano ni el de Tigre  se  sentirían  cómodos  si  se  los  presentase  ante  la  sociedad  como  radical  y  peronista, respectivamente.  Razón  de más  para  juntarse  con  el  propósito  de  mostrarle  a  la  gente  que  su voluntad,  en  términos  del  armado  político,  es  distinto  del  que  proclaman  los  dos  partidos históricos que a ellos ya no los representan.

El caso de la Carrió y del jefe del gobierno porteño corre por otros carriles. La locuaz y valiente Lilita fue  la primera  en  sustentar  la  idea  de  que  no  había  motivos  para  negarse  a considerar la posibilidad de que el PRO presentase a sus candidatos en la UNEN. Desde entonces, el  tema  es  materia  de  análisis  y  conversación  en  el  seno  del  radicalismo  y —aunque  en  menor medida—también entre los socialistas. Por supuesto, el avance de Elisa Carrió fue bien recibido en el macrismo en razón de algo que es casi elemental: si radicales, socialistas y macristas fuesen a los comicios de2015 cada uno por su cuenta, la puja terminaría siendo una interna peronista entre Massa y Scioli. Distinto sería —piensan los impulsores de la unión (por llamarle de alguna manera)—si los tres partidos pudiesen ponerse de acuerdo en una estrategia con base en el no peronismo.

Quienes no se escandalizan de tenerlo a Macri en calidad de socio político en el futuro, aducen —con buen criterio—que, para prosperar, la iniciativa necesita su tiempo de decantación. No puede forjarse un acuerdo de esa naturaleza —todavía tan resistido—si se intentase poner el carro delante de los caballos. De aquí que se trabaje con el propósito de que sea el resultado de y no el comienzo de. A ello están abocados no pocos radicales de fuste, ganados por el realismo, y buena parte de quienes deciden en el PRO la estrategia para 2015. Ni unos ni otros reconocerían los contactos ya existentes y las redes tendidas, pero resulta indisimulable que la idea tiene, cada día que pasa, más envergadura y receptividad.

Nada está escrito ni determinado en términos de alianzas, pactos o acuerdos electorales. A diferencia  de  las  épocas  en  las  cuales  en  la  Argentina  existían  partidos  sólidos  con  líneas ideológicas  claras  y  tribus  electorales  fieles,  hoy  sólo  se  recortan  en  el  horizonte  hombres (nombres) cuya resonancia e importancia es infinitamente mayor que las de cualquier agrupación partidaria. Sergio  Massa,  Daniel  Scioli,  Mauricio  Macri,  Julio  Cobos,  Elisa  Carrió  y  Hermes Binner  suscitan  expectativas,  generan  esperanzas,  levantan tanto elogios  como  agravios,  son queridos o rechazados. El PJ, la UCR, el PRO y el ARI, por nombrar sólo algunos, son cáscaras vacías de contenido e incapaces de suscitar el más mínimo entusiasmo.

Fuente: Massot Monteverde & Asociados

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