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Argentina

Argentina: De triunfos y autismos – por Vicente Massot & Agustín Monteverde

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Mauricio  Macri sorprendió  a propios y extraños no por su  triunfo —que todos descontaban sino  por  la magnitud  del mismo.  Una cosa era ganar  a simple pluralidad  de sufragios, reivindicando con éxito el lugar de primera minoría, y otra rozar 50 %, que fue lo que finalmente pasó. La contundencia del apoyo recibido por el Pro ha sido tal que la performance  de Daniel Filmus —nada despreciable,  de comparársela con los resultados obtenidos en elecciones anteriores por el kirchnerismo en Capital Federal— quedó opacada sin remedio.

Por mucho que, en la noche del domingo y días sucesivos, los voceros del Frente para la Victoria trataran  de explicar  su  satisfacción  y  pusieran  de manifiesto  los avances del voto progresista en la ciudad,  no les sirvió  de nada. Entre otras razones por la soberbia del discurso ensayado  por  Filmus —luego  copiado  por  su  compañero  de fórmula— ni bien  se conoció  el veredicto de urnas. Tanto aquél como éste omitieron reconocer la victoria del Pro y se perdieron en explicaciones que delataban su impotencia.

Si recibieron  órdenes estrictas —como  siempre— de la presidente instalada en la quinta de Olivos o  si improvisaron  sobre la marcha,  es materia abierta para debate.  En tren  de elegir, resulta más creíble la teoría del diktat, que Cristina Fernández les habría impuesto y Filmus y Tomada repetido al pie de la letra, que la otra. Como quiera que haya sido, demostró el grado de arrogancia del kirchnerismo, que contrastó  vivamente con  el discurso  macrista.

Mientras los perdedores de la jornada se presentaron a sí mismos como los triunfadores —o poco menos— el ganador de la jornada les tendió la mano, convocando a todas las fuerzas políticas a colaborar con su administración. Si algo faltaba para anticipar el resultado de la segunda vuelta, la arrogancia del FPV, apenas terminados los comicios, terminó de hundir las chances remotas que tenía de torcer, el 31 de este mes, lo ocurrido hace 72 horas.

Algunos especulaban,  el lunes de madrugada,  con  la posibilidad  de que Filmus se bajara del ballotage en  atención,  precisamente, a la ventaja —a esta altura indescontable— que obtuvo Macri. Como análisis teórico tiene sentido distinguir los pros y los contras de un eventual paso dado en ese sentido, a condición de saber que difícilmente quien tiene la última palabra en la materia le otorgue el visto  bueno.  Cristina Fernández fulminaría a cualquiera que, en  este momento, siquiera le insinuase rendirse.  Porque de eso se trata. La sola idea de asumir el revés y saltear  los comicios del 31  le suena a conspiración.  Nada ni nadie podría convencerla de lo contrario. Para ella sería algo así como  repetir  el abandono  de la escena electoral que ensayó Carlos Menem en  el 2003.  Por  lo  tanto,  es poco  probable que alguno  de los argumentos enarbolados para fundamentar la inasistencia de Filmus dentro de tres semanas, haga mella en el ánimo de Cristina Fernández.

La prepotencia discursiva del kirchnerismo ha ido en zaga con la notoria torpeza de los encuestadores oficiales. Así como  nadie del gobierno nacional reconoció la victoria de Macri, así también la legión  de falsificadores que responde a la Casa Rosada en materia de relevamientos, dejó al socaire hasta qué punto considera posible, a semejanza de sus mandantes, tapar el cielo con un harnero. En este orden, los  números adelantados por Ricardo Rouvier, Artemio Lopez, Enrique Zuleta Puceiro,  Doris Capurro  y Roberto  Bacman  el viernes 8, horas antes de los comicios, basculan entre el grotesco y el desenfado. No es novedad, ni mucho menos, pero es conveniente tenerlo presente al momento de analizar la  intención de voto que, desde esas  usinas, se le asigna a la presidente de cara a octubre.

Mauricio Macri ya ganó la segunda vuelta, al margen de las declaraciones en su favor de los principales referentes del arco opositor. De la misma manera, Daniel Filmus no tiene la más mínima probabilidad de emular la atropellada de Fabiana Ríos a expensas de Rosana Bertone en la segunda vuelta de los comicios sustanciados, tres semanas atrás, en Tierra del Fuego. Lo que le digan  Ricardo  Alfonsín, Elisa Carrio,  Eduardo  Duhalde y  Ricardo  Lopez Murphy  a sus seguidores carece de relevancia toda vez que ese electorado —que el domingo no voto a Macri— no  necesita la autorización  o  el respaldo  de aquéllos para decidirse.

Naturalmente,  su parecer decantará a favor  del lord  mayor de la Capital Federal. A lo dicho  debe agregarse que, en la vereda opuesta, no es nada claro cuál será la actitud de quienes eligieron a Pino Solanas, Myriam Bregman, Claudio Lozano, Luis Zamora y Cesar Luis Rojas, o  sea, las distintas variantes de la izquierda porteña. La idea de que, ante la alternativa a la vista, el voto progresista y de izquierda acompañará a Filmus, es una simple expresión de deseos.  Con  esta coincidencia: aun en el supuesto de que en masa votara al candidato del FPV, igual no le alcanzaría.

De la certeza del triunfo de Macri puede inferirse poco y nada pensando en términos de los comicios presidenciales. Es cierto que el domingo se votó en la vidriera por antonomasia del país, que resulta —a su vez— la mayor caja de resonancia política que pueda hallarse entre nosotros. Pero suponer que, de resultas de los veinte puntos de diferencia entre el PRO y el FPV, Cristina Fernández podría perder en la Capital por  otro tanto, es ceder a un  vicio reduccionista. Especulaciones de este tipo no llevan a ningún lado.

Distintas son  las declaraciones hechas por  Eduardo  Duhalde a Mariano  Grondona. Resultan relevantes —por sobre todo— de cara al lapso que se abrirá el 14 de agosto y se cerrará, eventualmente, el 23 de octubre o en su defecto, de haber ballottage, el 20  de noviembre. El ex–presidente le dijo al conductor de Hora Clave el domingo pasado que, si acaso saliese tercero en las primarias de agosto, podría bajarse de su candidatura para sumar su esfuerzo al del opositor mejor posicionado.

En  medio  de la algarabía macrista y  el autismo  kirchnerista, pocos repararon  en la importancia de la confesión del dirigente nacido en Lomas de Zamora. Pudo significar un guiño a Ricardo Alfonsín o una jugada cuyo propósito apunte a que el líder radical también haga pública su  estrategia al respecto. Fuese lo uno o lo otro, Duhalde ha puesto sobre el tapete el dilema excluyente del arco opositor: qué conviene más, ir juntos o separados.

Fuente: Massot / Monteverde & Asoc.

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