Mientras la capital se cae a pedazos, la alcaldesa Susana Villarán, como buena izquierdista, sigue ocupándose de impulsar la “corrección política” en vez de trabajar por los vecinos. Hace poco promovió la “Marcha del Orgullo Gay” en el Centro de Lima. Y ahora, un “Gran Pasacalle Escolar” por Fiestas Patrias, en lugar del desfile escolar militarizado en el Campo de Marte.
Esto en el marco de la campaña Celebra Perú: un 28 de julio diferente, que cuenta con el apoyo de Transparencia, Save the Children, Unicef, el Ministerio de Educación y Promperú. Todos empeñados en que los desfiles escolares “sean matizados con experiencias más ligadas a la vida de la gente”.
Por supuesto, nadie puede objetar que también se festeje el 28 de Julio con coloridos y festivos pasacalles que refuerzan la identidad cultural al difundir nuestra música, danzas y costumbres. El tema aquí es que esta es una manera, por demás perversa, de aislar a las Fuerzas Armadas del resto de la sociedad.
Una nota de prensa de Transparencia no deja dudas al respecto: “Nos acercamos a una nueva celebración de la Independencia Nacional y por ello consideramos importante que la ciudadanía desarrolle estos festejos de una manera más cívica y democrática (las cursivas son nuestras).
Maestros como son en el arte del neolenguaje orwelliano, los adalides de la progresía están diciendo, en buen romance, que civismo y democracia no son compatibles con la tradición de usar vestimenta militar y réplicas de armas, que caracterizó por décadas los desfiles escolares.
Retorcida forma de inocular veneno en las mentes jóvenes, que a partir del gobierno del Sr. Toledo reciben, como parte de su formación, libros que resumen el “conflicto armado interno” –o sea, la victoriosa guerra contra el terrorismo genocida que libraron las Fuerzas Armadas– desde el sesgado punto de vista de la CVR (y que, de paso, fueron financiados por el gobierno estadounidense a través de USAID).
De modo que la identidad nacional, según el caviaraje, no puede incluir de ninguna manera a los uniformados. Claro, ellos son “violadores sistemáticos de los DD.HH.”, “genocidas” y “represores”. Tuvieron el atrevimiento de enfrentarse a los inocentes “militantes” de “organizaciones armadas” que solo pretendían acabar con la miseria a punta de dinamita, angelitos ellos. Eso es algo que jamás le perdonarán los progres.
Si Gramsci lograra escapar del infierno, sin sombra de duda escogería el Perú para vivir. Sus postulados de trasladar la lucha de clases al terreno cultural, para desde allí demoler los pilares morales de Occidente, se aplican a las mil maravillas en nuestro país. Lenta pero inexorablemente, se hace realidad entre nosotros el sueño marxista de una sociedad en la que propiedad privada, familia y tradiciones patrióticas sean reliquias del pasado, apenas piezas de museo.
Fuente: La Razon (Peru)
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