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Latin America

Opinion: Codicia y voluntad de poder – por Armando Ribas

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El mundo parecería inmerso en una disquisición ética entre la codicia y la voluntad de poder. Voluntad de poder fue la denominación dada por Nietzche a la pasión por el poder político. La misma se ampara en el concepto rousseaniano de la soberanía, que finalmente derivara en el estado hegeliano como “La divina idea tal como se manifiesta sobre la tierra”. Ya antes de esta derivación Thomas Hobbes basado en principios antitéticos a los de Rousseau respecto a la naturaleza humana creó la idea del Leviatán, como el Dios mortal inspirado por el Dios inmortal. Como vemos en esa disyuntiva  podemos percatarnos de la dificultad histórica de alcanzar el reino de la libertad y el reconocimiento de los derechos individuales. La historia muestra que el ejercicio del poder absoluto sustentado ya fuere por la deidad o la diosa razón determinara la guerra como su razón de ser.

La consecuencia decepcionante del prevalecimiento de los anteriores supuestos valores, unido a la “prodigalidad” de la naturaleza, fue que el hombre viviera por siglos sin libertad y sin bienestar. En este aspecto dice William Bernstein en su “The Birth of Plenty”: “Hasta hace unos cuatrocientos años el mundo natural era un amo terrible, y la humanidad una víctima indefensa de fuerzas que ella no podía comprender: enfermedades, sequías, inundaciones, terremotos y fuego”. Todo ello antes del advenimiento del capitalismo salvaje.

Me he referido a esta realidad histórica, pues en la actualidad los “verdes” usan las supuestas virtudes de la naturaleza en función de su voluntad de poder, culpando a la codicia por los males causados por los elementos. Dado ese supuesto podríamos llegar a la conclusión de que el desarrollo económico de Japón y Chile han sido los causantes de los terremotos, tsunamis y las cenizas emitidas por un volcán.

Codicia es definida en el diccionario dela Academiacomo: “Apetito desordenado de riqueza”. En el Webster como sinónimo de greedy se define como: “tener un fuerte deseo de comida o de bebida”. Y como sinónimo de avaricia: “Excesivo e insaciable deseo de riqueza o de ganancia”. Y en el diccionario de la Academia: “Afán desordenado de poseer riquezas para atesorarlas”. Como se recordará, la avaricia es uno de los siete pecados capitales y al respecto surgen algunas dudas. Si mi pretención de riqueza la ejercito vía el poder político ¿estamos hablando del mismo pecado de avaricia? Por tanto y tal como había propuesto David Hume, nos hemos salido del campo de la moral al de la justicia. Y recordemos las sabias palabras de Adam Smith: “Persiguiendo su propio interés él frecuentemente promueve el de la sociedad más efectivamente que cuando él realmente intenta promover el de la sociedad. Nunca he conocido mucho bien hecho por aquellos que pretenden actuar por el bien público”.

Ya no debiera de haber dudas al respecto de que la mano invisible fue la determinante de la creación de riqueza por primera vez en la historia. Esta fue la consecuencia de la libertad surgida de la limitación del poder político ante la conciencia de Locke de que los monarcas también son hombres. Hasta Marx se percató de esa realidad histórica por más que jamás reconoció que la causa fue precisamente la seguridad del derecho de propiedad, que el pretendía abolir.

En la actualidad la ética política ha sido monopolizada como dijera Thomas Sowell por la izquierda que según Rush Limbaugh ha hecho limpieza política. Así pretende basar toda la moral en los efectos deletéreos de la avaricia sobre el medio ambiente. Y lo peor de esta degenerada actitud es el éxito político obtenido como consecuencia de haber hecho la transmutación de la envidia de pecado capital a virtud teologal. Así la demagogia de la distribución de la riqueza impera socialdemocracia mediante en nombre de la justicia social. Pero recordemos que Von Hayek reconociera que cuando a la justicia se le añade social, deja de ser justicia.

Pero las anteriores definiciones de codicia y avaricia nos dejan grandes dudas al respecto de su significado ético, político y jurídico. ¿Cómo se determina en los hechos el significado de desordenado y/o excesivo afán de riqueza? En otras palabras insisto el deseo solo puede ser conocido en los hechos por las acciones de los hombres. El pecado de avaricia queda en el ámbito de la moral, pero aun así son las acciones las que lo determinan. Cuando pasamos al orden jurídico, no podemos menos que reconocer que la avaricia o la codicia sólo sería delito cuando se violan los derechos de los demás.

Puedo decir por tanto que lo que estamos discutiendo es el orden jurídico como tal. En otras palabras se cuestiona el derecho de propiedad en nombre de la justicia social. Y aun más se pretende desconocer como ya lo había hecho Kant el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad. Por tanto llegamos a la conclusión de que aun cuando la avaricia genera riqueza para la sociedad en su conjunto se considera un delito. Queda claro que lo que se discute alrededor de estos conceptos es la naturaleza y eticidad del orden jurídico.

Podría decir que la aceptación de estos principios ético jurídicos que abominan de los derechos individuales, provoca que la avaricia queda en las manos de los detentadores del poder político. Y a esta aberración se llega por vía del llanto por los pobres, y así prevalece la demagogia socialista, en nombre de la justicia social. La diferencia sustancial es que en este caso la avaricia solo produce riqueza para los que supuestamente la reparten. Como bien dijera William Bernstein la benevolencia no genera una gota de riqueza.

Esta actitud ético política prevaleciente aparece más y más. Así recientemente en un artículo de Edgardo Arrivillaga, se culpa a Wall Street por el aumento de los precios de los alimentos. Más aun en especioso análisis llega a la conclusión que fue la existencia de los derivados la que permitió a Goldman Sach la especulación en el mercado para aumentar los precios de los alimentos. O sea el hecho de que los chinos, los indios, los brasileños y los rusos (BRIC) puedan comer hoy más que antes gracias a haber aceptado el sistema llamado capitalista no habría provocado el aumento en los precios de las commodities.

En fin o aprendemos las virtudes del Rule of Law que es el sistema político en el que se toma conciencia de la naturaleza humana, o seguiremos en la crisis que hoy afecta a la supuesta sociedad industrial, en virtud de haber violado los principios que la constituyen. Es decir la avaricia que produce riqueza para el conjunto independientemente de la virtud de sus generadores, ha pasado ideológicamente a los benevolentes que se apropian del poder. La prueba es el nivel alcanzado por el gasto público en los países industriales, que ignora que para poder pagarlo es necesario que prevalezca la avaricia de los que crean riqueza sobre la de los que la reparten.

Fuente: HACER

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