Todos recordamos el camino que siguió el presidente Correa, luego de ganar por pequeño margen la segunda vuelta del 2006, y con cero diputados, para expulsar a la oposición del Congreso, dictar una nueva Constitución, instaurar la reelección y presentarse a un segundo periodo presidencial sin que cuente como reelección: una sucesión de plebiscitos y consultas populares.

Al iniciar su primer gobierno de su segunda época, cupo la duda si el estilo de gobierno iba a cambiar, o si se lo dejaba de lado por un estilo menos inmediatista: tomar hoy acciones cuyo beneficio recién se sentiría dentro de varios años, como ha sido el proceso reformista de China, Chile y Perú, entre otros. Porque una debilidad de la democracia plebiscitaria es que se privilegia la popularidad sobre la responsabilidad de gobernar.

Pero no, el Presidente anunció una consulta, y decidoramente repudió un estudio sobre los efectos de una reducción de los subsidios a los combustibles, y cómo podría hacerse para minimizar su impacto en la población más frágil y sobre la economía. Los subsidios a los combustibles significan hoy un sacrificio fiscal de 4 mil millones de dólares.

Pero el Presidente retoma el camino plebiscitario de una manera alarmante. Si lo que necesita es una consulta cada año para que el pueblo ratifique su mandato, basta escoger un punto controvertido de la Constitución que merezca discusión nacional.

Por ejemplo, la excesiva rigidez laboral que introduce la Constitución, que ha llevado a que el número de empleos se reduzca en 2.500 en el 2010, a pesar de ser año de expansión del gasto público y crecimiento modesto de la economía. Cierto es que bajó el desempleo, hay 86 mil desempleados menos, pero no porque consiguieron trabajo, sino que como se desalentaron por no encontrar empleo, ya no lo buscan activamente, y no se los computa como desempleados.

Pero no, confecciona una lista de diez temas diversos: unos, enmiendas a su Constitución del 2008; otros, consultas, todos los cuales requieren referirse a anexos. Se presentan las preguntas de manera que sea vergonzoso decir no. Y luego proclama que va a ganar la consulta.

En otras palabras, no se consultan los temas, sino si el electorado apoya irrestrictamente a Correa, y le da carta blanca a cambiar la Constitución como a bien tenga. La revolución ciudadana se desinstitucionaliza. Es un gobernante, omnímodo, que recurre al pueblo para cambiar el orden constitucional como a bien tiene.

En esta ocasión propone cambiar el mecanismo para elegir el Poder Judicial, dándole una vía incluso más directa que la que le otorgó la Constitución. También pide herramientas para hostilizar a los grupos financieros y medios de comunicación a los que ve como centros de poder dentro de la sociedad y la economía y por lo tanto límites a su poder.

La lección para la ciudadanía y particularmente para las empresas es que sus derechos y reglas acordes a las que organizan sus acciones pueden cambiar drásticamente, dependiendo de un impulso presidencial. Situación no compatible con un país democrático.

Como sostiene el Presidente, es muy posible que con la consulta gane. Pero el país pierde.

Fuente: El Universo (Ecuador)