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Uruguay

Uruguay inicia un proceso similar al de Argentina – por Carlos Manuel Acuña

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Este breve comentario introductorio es para poner en claro el material periodístico que consignamos más adelante cuyo contenido nos exime, por ahora, de algunos comentarios adicionales. Sólo agregaremos que el planteo de la situación que se resume en el título que hemos elegido, se demoró a la espera de un acomodamiento de las realidades políticas e ideológicas que se instalaron en la República Hermana después de la asunción de José Pepe Mujica a la presidencia. No sin cierta aprehensión observamos la evolución de los acontecimientos que en buena medida estuvieron signados por la simpatía que despertaron los gestos y personalidad del triunfador por el Frente Grande, simpatía que se reflejó en los análisis y comentarios comparativos de lo que comenzaba a darse y de lo que ocurre a ambos lados del Río que también nos une.

Esa evolución fue alentadora y hasta puso al Uruguay como un ejemplo de madurez y convivencia política que en más de una oportunidad permitió destacar que consistía una excepción de la conducta continental de la izquierda en el ejercicio del poder, excepción digna de subrayarse entre nosotros habida cuenta del odio, del resentimiento, la tergiversación de la historia, el forzado olvido que se pretende para los hechos aberrantes cometidos por el terrorismo, la corrupción desatada y la decadencia general, factores todos ellos -aunque no excluyentes- que contribuyeron a definir un estado de cosas que supera el intento de calificarlas como “un estado de crispación”. Podríamos seguir con otros componentes de nuestra realidad que suman la incapacidad administrativa y el derroche de los recursos públicos en aras de los intereses partidarios que ahora prometen un futuro de violencia ya manifestado. El auge del delito común, la persecución a las Fuerzas Armadas y de Seguridad no son un complemento sino que integran la esencia de la forzada decadencia a la que estamos sometidos. Si hacemos mención de todos estos elementos para referirnos a lo que se asoma en el horizonte uruguayo, se debe únicamente a que lo que nos sucede forma parte de un proyecto más amplio, regional y estratégico que nos dice del peligroso objetivo que lo alienta.

Ni por asomo el caso de la República Oriental del Uruguay es tan grave como el nuestro, pero como no deseamos incurrir en la necesidad de incorporar el vocablo todavía, al aportar la breve sinopsis precedente lo hacemos al solo efecto de expresar que el proceso uruguayo al que aludimos está a tiempo de detenerse, de reorientarse y de buscar un norte de convivencia, respeto mutuo y progreso. Por eso y aunque sea innecesario, vamos a insistir en que nuestras reflexiones tienen ese único sentido y de paso consignar la admiración, respeto y cariño que tenemos por nuestros vecinos. En consecuencia y para concluir, sin olvidarnos de expresar una palabra de aliento a los presos políticos que en Montevideo escriben una parte de esta triste historia latinoamericana, repetiremos con carácter de alerta que hay que entender que al escenario en el que estamos inmersos lo manejan desde afuera.

Fuente: Informador Publico (Argentina)

Desde el Uruguay

Si alguien a esta altura no cree que estamos en el lanzamiento de la consolidación del proyecto político de los tupamaros, lea con atención estos artículos; nada sucede por casualidad, todo está armado hace tiempo; no es de ahora ni de este año, la repentina aceleración en los cambios en las FF.AA. es parte del proceso.

A por todo – por Francisco Faig

Las derivaciones políticas de algunas graves noticias de estas semanas van todas en un mismo sentido: el avance del proceso refundacional del país con signo tupamaro.

Nadie cree que la excepcional crisis que vive la Armada no pueda extenderse a las otras fuerzas. La consecuencia anunciada es una reestructuración administrativa, organizacional y jerárquica, sobre base de asfixia presupuestal. La evidencia de la podredumbre legitima la importancia de la futura reforma. Sin embargo, creer que ningún tupamaro supiera nada de este desorden antes del 1º de marzo es de una ingenuidad infantil. Rosadilla conoce del tema militar hace años; los tupamaros están bien informados hace décadas.

Los antecedentes relevantes de Gregori para ser el jefe de todos los aparatos de inteligencia del Estado son dos: ser tupamaro y haber accedido, en tiempos de la administración Berruti, a los archivos que el Ministerio de Defensa guardaba de la época de la dictadura con información secreta sobre ciudadanos del país. A pesar de las quejas parlamentarias, Gregori sigue haciendo lo que quiere, reporta exclusivamente al Presidente, y no tiene control institucional.

La figura del delegado presidencial que coordina políticas nacionales en todos los departamentos del país multiplica burocracia en tiempos de Internet.

Pero sobre todo, como los blancos se dieron cuenta ya, relativizará el papel de los intendentes. Junto con el horror de los alcaldes (alentado por parte del Partido Nacional), la jugada institucional es clara: por abajo y por arriba se debilita el poder de los caudillos departamentales de los partidos tradicionales, últimos refugios electorales de la oposición.

El apoyo presidencial a Gonzalo Fernández no puede ocultar la voluntad tupamara de aplastarlo políticamente. Es un flanco débil de Vázquez y, más tarde o más temprano, el bochorno de las denuncias de Brecha terminará afectando al ex-presidente.

Es muy ingenuo creer que no existe coordinación entre la dura posición del MPP y la conciliadora actitud de Mujica sobre el tema.

No habrá reforma que tuerza el cuello de los sindicatos encaramados en el poder de la educación. Desde allí se seguirá construyendo un relato de Historia reciente que exima de toda responsabilidad a la guerrilla, que demonice a los partidos tradicionales, y que forme a las nuevas generaciones del país.

Los líderes tupamaros tienen experiencia en batallas políticas y militares; juegan de memoria; saben lo que quieren; y además, tienen sentido de la Historia. Con recursos económicos, fuerza electoral legítima y convencimiento militante, avanzan sobre el poder real: educación, fuerzas armadas, información, arquitectura institucional. Ceden en la táctica menor que, además, legitima todo el proyecto: ¿cómo no integrar a la oposición a los cargos que le corresponde, si eso mejora la imagen del gobierno y disciplina a la propia izquierda?

No percibir vinculación alguna entre estos episodios y procesos implica subestimar la inteligencia tupamara. Y pecar de ingenuos.

Fuente: El Pais (Uruguay)

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