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Latin America

Opinión: Hilda Molina: Una doctora cubana que quiebra los mitos sobre la “revolución” en Cuba – por José Antonio Alfageme

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Cuba es un país que, desde hace más de 50 años, ha concitado la simpatía y admiración de mucha gente. Se tejieron épicas historias, acerca de una nación que vivía una situación deprimente –rotulada “el burdel de Estados Unidos”-,  donde los rebeldes habían tomado el poder y construido una sociedad “justa, democrática y revolucionaria”, que “había solucionado los problemas de la pobreza” y contaba con “los mejores sistemas de salud y educación de América Latina”; fueron conceptos muy bien difundidos por el marketing político castrista (esto y la manipulación política, constituyen sus principales habilidades).

Los calificativos mencionados, les han permitido movilizar a su propia gente y conquistar mentes bien intencionadas, en otras latitudes.

Hace pocos días, estuvo en Lima  la doctora Hilda Molina, quien estuvo en el centro del poder cubano, en el partido, y en su profesión, dirigiendo el más importantes centro neurológico. La revolución la incorporó y la hizo escalar y, el mismo Fidel, se acercó a ella, y no al revés. En su libro,  “Hilda Molina, Mi Verdad”, cuenta su vida, envuelta en la trayectoria de la llamada “revolución cubana”, que se inicia cuando apenas tenía 15 años.

Frente a aquello de “burdel de EEUU”, ella señala que Cuba era, antes, un país con importantes avances, que la ubicaban entre los países más destacados; en contraste con como se encuentra ahora. Se pueden consultar aquí algunas cifras relevantes. Por supuesto, había injusticias y pobreza. También, un dictador corrupto e incapaz que, en no mucho tiempo más, iba a ser depuesto por el pueblo, así no hubiera existido Fidel. Más bien, éste se benefició con la renuncia acelerada de Batista, el año nuevo de 1959.

Poco a poco, en su relato se va notando la progresiva penetración de “los barbudos” en todas las áreas de la vida, muy similar al surgimiento del fascismo en Europa, donde van dominando cada vez más, hasta controlar todo. Habla de personajes siniestros, sin mucha educación ni modales, que utilizaban el poder –bajo el manto de “defender la revolución”-,  fundamentalmente para satisfacer sus intereses. Ellos residían en casas expropiadas, viviendo con estándares inalcanzables para el resto,  incluyendo automóviles, acceso a productos restringidos y vacaciones en zonas exclusivas para turistas. Solían ser prepotentes, discriminadores y, frecuentemente, acosadores de las mujeres bajo su mando.

La llamada “liberación popular”, se fue convirtiendo en una real esclavitud frente al poder. La gente pasaba a ser piezas de ajedrez. Todo lo demás se subordinaba, como proyectos personales, familia, etc. Toda “sugerencia” recibida era, en realidad, una orden imperativa a cumplir o sufrir las consecuencias. Las condiciones de vida eran muy limitadas, peor cuando debían hacer los frecuentes trabajos «adicionales» en otras zonas, donde el ritmo era muy intenso y en condiciones deplorables, y nadie podía negarse.

Ella participó en labores de “asistencia internacional” en Argelia, por dos años. Una supuesta acción “solidaria” que, realmente, era una forma de ganar divisas del gobierno (calculó lo ganado por el régimen  por ella, en un cuarto de millón de dólares, mientras recibía pequeños viáticos y vivía en condiciones sumamente limitadas).

Desenmascara en su libro, aquello de que la salud y educación en la isla, son unas de las mejores. Un argumento simple y demoledor es, ¿cómo podía ser esto, en un país casi totalmente aislado del  mundo, donde se generan la mayor parte de conocimientos?

Un tema que la llevó a decidir renunciar a su cargo (y que empeoró mucho sus años finales en Cuba, pues Fidel Castro la sentenció personalmente a no poder dejar el país), fue descubrir  el objetivo real del instituto neurológico que presidía: Ella, con la ayuda que pudo obtener de la comunidad científica mundial, logró hacer importantes avances en los servicios a brindar, supuestamente,   a los cubanos. Fidel Castro, se interesó mucho por el instituto, asistiendo repetidas veces. Con el tiempo,  ella fue descubriendo que el interés no era sanitario, sino que lo veía como otra fuente de divisas. Los pacientes extranjeros, llegaron a ser los únicos a ser atendidos, y pagaban fuertes sumas por ello.  Así sucedió, con otros servicios médicos «estrella», quedando para los cubanos, los ruinosos y carentes    hospitales públicos.

Después de quince años de intentar salir de Cuba, que se convirtieron en los más difíciles, por las represalias y agresiones físicas y mentales oficiales (ella denomina esta etapa como «Sepultada viva»), pudo salir  e ir a Argentina, donde radica con su hijo y sus nietos.

Hoy, Cuba es un país que continúa en una situación calamitosa, que sigue funcionando gracias al apoyo financiero externo, primero ruso, ahora venezolano; que muestra que la revolución que se requiere no es entre capitalismo y socialismo, sino entre pueblo y tiranía, y contra los gobiernos que no defiendan y representen a sus ciudadanos.

Fuente: Altavoz (Perú)

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