George Gilder sostiene en su último libro que, para crear riqueza, el conocimiento y el poder deben extenderse, libre y voluntariamente, por toda la sociedad. En dicha obra, rescata el autor ideas sobre el capitalismo, desarrolladas antes por grandes economistas como Friedrich Hayek y Thomas Sowell. Gilder, por su cuenta, le suma a las mismas la teoría de la información, que fundamenta la nueva etapa de las computadoras y las máquinas inteligentes. Según él, en tal ámbito el principal actor es el empresario. Pero no sólo el gran empresario, destacado en las páginas sociales, sino el empresario de garaje, que, con su creatividad, persistencia e iniciativa, inventa o descubre nueva información. Cuando el empresario de garaje acierta, crea riqueza y en ese proceso impulsa el progreso económico.

Pero este proceso, nos dice Gilder, no ocurre así como así. Los empresarios requieren un ambiente jurídico estable y predecible para operar, de la misma forma que una señal de radio necesita una onda portadora. El ambiente necesario lo proporcionan la familia, el tejido moral de la sociedad y un gobierno limitado, que ampare al Estado de derecho. Así, pues, la violencia que agobia a los guatemaltecos desestabiliza el ambiente de trabajo del empresario de garaje, que no puede pagar su seguridad privada.

En Guatemala todos nos hemos beneficiado de la revolución tecnológica. El ejemplo más obvio de lo dicho es el avance de las telecomunicaciones. El Gobierno de Arzú las liberó a finales de 1996. Esta atinada política trajo estabilidad jurídica al sector y abrió las puertas a la libre experimentación en las telecomunicaciones nacionales. Se pusieron a prueba tecnologías de punta. La competencia descubrió las mejores para operar en nuestro país y dio lugar a uno de los sectores más dinámicos de la economía guatemalteca. Una fotografía satelital de Guatemala, tomada a mediados de los noventa, mostraría un territorio en la oscuridad. Hoy, al contrario, las luces de millones de celulares, que superan la población total, iluminan todo el territorio. La cosa está clara: cuando se quiere, se puede.

Fuente: Centro de Estudios Económico – Sociales (Guatemala)