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Colombia

Colombia: Abuelita con bigotes – por Miguel Gómez Martínez

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“Si mi abuelita tuviera bigotes, sería mi abuelito” es un dicho colombiano que tiene mucho fondo.

Somos propensos a construir escenarios o a hacer comparaciones que no son relevantes, para luego sacar conclusiones que no tienen significado.

Un buen ejemplo es el triunfalismo con el que el Gobierno presenta a Colombia como un modelo económico muy exitoso. Apoyado en la buena coyuntura macroeconómica, termina afirmando lo que no es cierto y, lo que es más grave, creyendo sus propias falacias. Es cierto que el desempleo está descendiendo y la inflación registra en un nivel históricamente bajo. Es válido que financieramente el país tiene un buen nivel de reservas y acceso cómodo a los mercados de deuda.

Pero mi abuelita con bigote no es mi abuelito.

Concluir, por los buenos resultados coyunturales, que somos un modelo triunfante es ir demasiado lejos. Desconoce esta visión rosa con lentes electorales los graves desequilibrios de nuestra estructura productiva. Para ser un éxito deberíamos tener una mano de obra de alta calidad que nos permitiera apuntalar el crecimiento de largo plazo. Pero Colombia ha fracasado estruendosamente en todas las mediciones de las pruebas Pisa en razonamiento matemático, aptitud científica y lectura comprensiva.

Al ritmo que vamos, requerimos 55 años para alcanzar los primeros niveles de las pruebas internacionales. Estamos a 194 años de poder alcanzar a Shanghái en el nivel de matemáticas. En infraestructura, otro de los pilares de la competitividad, estamos muy mal, pues clasificamos de 108 entre 139 países por la calidad de nuestras carreteras. Un país sin tren ni locomotoras, sin transporte fluvial y con aeropuertos desbordados, tiene graves problemas al momento de enfrentar los mercados globales.

Se estima que tenemos tres o cuatro décadas de retraso en inversión en este campo. Mientras nosotros vivimos en trancones y esquivando huecos, en Panamá inauguran la primera línea de metro en pocos meses. Finalmente, está el tercer pilar de un modelo económico exitoso: la tecnología. El gasto en innovación y desarrollo en el 2012 fue equivalente al 0,17 por ciento del Producto Interno Bruto, el mismo porcentaje que en el 2007. A pesar de la reforma en las regalías, que le entregó recursos considerables al sector, es desesperante la lentitud en la ejecución de los proyectos de ciencia y tecnología.

Que las cifras macro sean buenas no tiene discusión. Pero un país que se desindustrializa y tiene una profunda crisis institucional no puede ser un modelo a seguir. Estamos viendo cómo la crisis de la justicia amenaza la estabilidad política y económica de la nación. Nos hemos vuelto dependientes en un 70 por ciento de nuestras exportaciones de productos tradicionales como el carbón y el petróleo, lo que nos hace cada vez más vulnerables a una destorcida de los precios internacionales. El país progresa en algunos campos. Pero es un desarrollo inorgánico y desarticulado, fruto de la ausencia de planeación y visión de largo plazo. El Gobierno puede insistir en que somos un modelo para admirar, pero lo seríamos si hiciéramos lo importante y prioritario.

* Miguel Gómez Martínez es miembro de la Cámara de Representantes de Colombia y profesor universitario, Bogotá

Fuente: Portafolio (Colombia)

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