No pudo ser más oportuno el último reporte de Pisa, que nos coloca en el último lugar en educación entre casi 70 países del orbe. Mientras nuestra educación básica es humillada internacionalmente gracias a la reforma educativa del socialista Velasco Alvarado de 1972 y al sindicato comunista que controla la educación pública desde hace décadas, la Comisión de Educación del Congreso equivoca las prioridades y ultima los detalles de una nueva ley universitaria.

Este proyecto de ley trata de desviar nuestra atención y hacernos creer que la madre del cordero de la ineptitud de nuestros estudiantes está en las reformas aperturistas de los noventa, que incentivaron la inversión privada en educación superior. Nos quieren vender el espejismo de que proliferan las universidades privadas, a las que se achaca una mala calidad, como si hubiera tantas o como si se obligara a los estudiantes y a sus padres a ingresar a esas universidades.

Tremenda mentira. Nuestro sistema educativo hasta 1990 se caracterizaba por unas pocas universidades privadas de élite, algunas otras privadas de bajísimo nivel y las paupérrimas estatales tomadas por eternos “estudiantes” que hacían política para la izquierda. La apertura del sector educación de los noventa permitió la irrupción de dos universidades privadas, la USIL y la UPC, que fijaron nuevos estándares de calidad, a los cuales todas las demás universidades tuvieron que alinearse, tanto en equipamiento como en tecnología educativa y mejoramiento de procesos. Luego llegaron otras, buenas y malas. Pero el saldo fue positivo.

Claro que hay mediocres universidades y que hay que aplicar correctivos. Pero pueden incorporarse a la actual ley universitaria sin tanto aspaviento. Lo que es lamentable, y de la más baja politiquería, es colocar a las universidades de chivo expiatorio para explicar la debacle de nuestra educación a partir de un presunto envilecimiento de la calidad a raíz de las reformas de los noventa. Quienes susurran al oído del presidente de la Comisión de Educación, un hombre de cuya buena intención no dudo, lo están llevando a tragarse un caballo de Troya aprovechando su deseo de mejorar la calidad universitaria. Deseo que comparto, pero por otros mecanismos, que iremos describiendo en próximas entregas.

Fuente: Correo (Perú)