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Uruguay

Uruguay: El país de mitad de tabla – por Ricardo Peirano

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Jose Mujica - Ilustracion: elpais.com.uyDesde que en 2002 se instaló el sistema de repechaje para definir un eventual quinto representante de Sudamérica en los Mundiales, Uruguay ocupó esa posición en las cuatro oportunidades en que funcionó el sistema. Y de las cuatro, en tres clasificó para el Mundial, siendo la más reciente y la más fácil, la que nos enfrentó con Jordania. En las cuatro eliminatorias ocupamos el quinto lugar entre 10 equipos (salvo en la actual donde por ausencia de Brasil solo hubo nueve participantes). Si algo cabe reconocer es la regularidad de Uruguay para ubicarse en la mitad de la tabla y su buena capacidad de aprovechar esa definición con otro país para ir al Mundial casi in extremis.

En muchas otras tablas, económicas y sociales, y que son más importantes para el bienestar de sus habitantes, Uruguay también navega por la mitad. En crecimiento, en PBI per cápita, en Indice de Desarrollo Humano, en años de escolaridad media de los trabajadores. Donde nos salimos de la medianía es en el ranking FIFA , que nos tiene en el séptimo lugar y por encima de muchas potencias futbolísticas, y en las pruebas PISA de educación donde vamos siempre en los últimos lugares y con tendencia descendente.

Con todo, supimos ocupar lugares más destacados en el concierto de las naciones a principios del siglo XX y como herencia de ello, aún mantenemos algunos indicadores de éxito como son la razonable distribución del ingreso, la alta tasa de alfabetización y de cobertura de enseñanza primaria y la amplia cobertura sanitaria que, entre otros indicadores sociales, nos sitúan en los primeros puestos de América Latina, aunque no del mundo. Pero en muchos de estos casos, vivimos más de rentas del pasado que de frutos del presente, lo que genera el riesgo que se puedan perder en el futuro si no se aplican políticas que, por ejemplo, impulsen una cobertura educativa de calidad que permita ampliar las oportunidades de nuestros habitantes.

A propósito de ello, charlando la semana pasada con un destacado economista argentino, me señalaba algunas virtudes de nuestro país y explicitaba la posibilidad de que tuviéramos un desarrollo sustentable que no se basara casi exclusivamente en los buenos ciclos de los precios de las materias primas. Y destacaba especialmente el desarrollo del sector servicios donde Uruguay, según su opinión, puede competir en la liga mundial. Uruguay puede ser un polo logístico, puede ser una puerta de entrada y salida de la región al mundo, puede ser un destino de turismo de alta calidad, puede ser proveedor de acceso de tecnología, puede ser destino de instituciones educativas de nivel mundial, puede tener un papel importante en la región entre Argentina y Brasil, puede dar servicios portuarios que Buenos Aires no puede dar, puede ser generador de energías renovables y limpias que se exporten a la región.

A medida que hablaba, este economista se entusiasmaba con las posibilidades de Uruguay pese a su pequeño tamaño geográfico y a su pequeño mercado interno. Me decía que con la revolución tecnológica y de telecomunicaciones –y en eso Uruguay se está preparando bien- las barreras de la distancia caen y el tamaño de los mercados a los que se puede acceder crece exponencialmente y no se reducen en absoluto al mercado interno. Uruguay puede jugar en las grandes ligas, me decía. Eso sí, me recalcó, la clave para hacerlo es el conocimiento, el desarrollo de la capacidad de los individuos, la calidad de la educación.

Cuando le hice notar que la calidad educativa uruguaya iba en retroceso pese a que el ministro de Educación dice que todos los “indicadores son positivos”, me retrucó: eso es un problema de ustedes y ustedes pueden resolverlo, si quieren y si están dispuestos a buscar un futuro mejor para sus hijos. No es una barrera insalvable.

Es verdad, pero ¿estamos dispuestos a dejar de jugar por el repechaje educativo o incluso evitar un descenso de divisional para dedicarnos en serio a buscar un futuro mejor? Esa pregunta probablemente obtenga una respuesta mayoritaria positiva. El asunto es que aún se ha intentado muy poco y lo poco que se intentó no dio resultados. Pero en la educación, nos guste o no, nos va nuestro futuro.

Fuente: El Observador (Uruguay)

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